Usted está aquí: viernes 14 de diciembre de 2007 Cultura Reordenan el paseo de las esculturas del Museo Nacional de San Carlos

Se trata del primer paso para elaborar el catálogo razonado que incluirá 170 obras

Reordenan el paseo de las esculturas del Museo Nacional de San Carlos

Presentaron guía con 25 piezas del acervo de ese recinto que están en exhibición

“Como nosotros, hacen sombra y sus perfiles nos invitan a averiguar qué encierran”, dice historiadora

Planean incorporar estatua de Vicente Guerrero, de Noreña, y busto de Santa Anna, de Vilar

Merry MacMasters

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Ampliar la imagen Bacante, 1823, obra en mármol de Jean-Jacques Pradier (1790-1852), procedente de las antiguas galerías de la Academia de San Carlos, que forma parte de las 25 esculturas mostradas al público en el recinto de Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera Bacante, 1823, obra en mármol de Jean-Jacques Pradier (1790-1852), procedente de las antiguas galerías de la Academia de San Carlos, que forma parte de las 25 esculturas mostradas al público en el recinto de Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera Foto: Gabriela Chávez Navarro

“La escultura es el arte más olvidado –como decía Salvador Moreno–, no sólo en México, sino en el mundo.

“Uno entra a los museos y la escultura está por allí, escondida”, expresó la historiadora Eloisa Uribe en el contexto de la presentación, ayer, de El paseo de las esculturas.

Se trata del primer catálogo-guía del acervo escultórico del Museo Nacional de San Carlos Puente de Alvarado 50, colonia Tabacalera), que suma 170 obras, de las que 25 están en exhibición.

El grueso de los textos son de Ana Catalina Valenzuela, investigadora de ese recinto.

El sencillo, pero atractivo tomo de 60 páginas, constituye un primer paso en el cumplimiento del anhelo de hacer un catálogo razonado de las esculturas del museo, apuntó su directora, María Fernanda Matos.

Si empezaron por la escultura, es que había que “cuidar a los más débiles”, acotó Rebeca Kraselsky, titular del Departamento de Curaduría e Investigación.

La guía condujo a un “reordenamiento del recorrido de las esculturas”, porque de la misma manera que la arquitectura requiere de un contexto, una escultura también, continuó Kraselsky.

Y en el edificio diseñado por Manuel Tolsá, que alberga el Museo Nacional de San Carlos, “el marco y la escultura trabajan muy bien”.

Abundó: “El hecho de poner todos los bustos en la parte alta nos ha permitido recuperar un circuito del espacio que prácticamente no se usaba, que además hace lucir la escultura.

“Estos cambios que parecen mínimos, ayudan a comprender la escultura en toda su dimensión.”

Nuestros pares

Para Eloisa Uribe fue un acierto llamarlo “paseo de las esculturas”, porque dichas obras “nos piden que paseemos en torno a ellas”.

El ejercicio de la escultura implica la participación, no sólo de la mirada, sino que es un llamado a “toda nuestra expresión corporal. Frente a la escultura tenemos por fuerza que movernos. Rodearla y, a veces, agacharnos. A final de cuentas, el llamado de la escultura, aun cuando no lo podemos cumplir porque se destrozarían, es de carácter táctil”.

Las esculturas, además, son nuestros pares: “Sobre todo la del siglo XIX que alberga el museo, está hecha para engrandecer las características más maravillosas del ser humano, a veces también las más terribles.

“Las esculturas, como nosotros, hacen sombra y sus perfiles nos invitan a averiguar qué encierran.”

De acuerdo con Uribe, el catálogo viene a continuar la obra de hombres y mujeres que se han preocupado por proteger lo que conocemos como patrimonio nacional.

El trabajo de catalogar es también una labor de protección. El catálogo es la primera manera de proteger, de conservar.

La especialista en la obra de Manuel Tolsá aseguró que no se puede hablar de la presente guía sin traer a colación a Salvador Moreno, a quien “debemos el trabajo intelectual y físico de constituir el cuerpo de esculturas que encontramos en distintos museos de la ciudad de México”.

Bustos de personajes

El paseo de las esculturas se integra con piezas divididas en cinco grupos, tres de ellos relacionados con la Antigua Academia de San Carlos.

Se trata de bustos de los personajes más relevantes de la historia de la institución, como Tolsá, Manuel Vilar, José Fernando Mangino y Francisco Javier Echeverría, así como de obras producidas en México y otras enviadas desde Europa, donde destacan piezas de autores como el italiano Pietro Tenerani y el catalán Antonio Solá.

Uribe anotó que son pocos los museos en el mundo que albergan obra varia –Psique desmayada, El genio de la pesca, Fauno, Pío IX– de un artista “tan extraordinario” como Tenerani, considerado en su época como el escultor de la gracia.

Un cuarto grupo corresponde a dos mármoles, uno realizado por Donatello Gabrielli y otro por Odoardo Fantacchiotti, donados en 1981 por el empresario Bernardo Pasquel. El último conjunto se compone de bronces de Guillaume de Groot.

Fernanda Matos anunció que hay planes para integrar en el paseo la escultura de Vicente Guerrero, de Miguel Noreña, así como el busto en mármol de Antonio López de Santa Anna, de Manuel Vilar, el cual –anotó Uribe–, en su momento el historiador Salvador Moreno encontró en una bodega, oculto en un hoyo. El hecho de que no se pueda alabar al dictador, no quita que ésta sea “una obra de arte y un registro histórico”.

 
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