Usted está aquí: lunes 17 de diciembre de 2007 Opinión La otra política

Gustavo Esteva
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La otra política

El escándalo por el fallo de la Suprema Corte es legítimo y pertinente. Hacen bien los ciudadanos en mostrar su descontento ante esta legitimación obscena de la violación de los derechos de Lydia Cacho. La reacción, sin embargo, resulta tardía. La Corte desertó hace mucho tiempo de su función. A pesar de algunas intervenciones afortunadas, entró en liquidación no bien tuvo la oportunidad de convertirse en un auténtico órgano de justicia, tras haber languidecido muchos años como apéndice del Ejecutivo.

El punto de flexión se produjo cuando se lavó las manos ante los cientos de controversias constitucionales que se presentaron a raíz de la vergonzosa contrarreforma indígena que produjo el Congreso, contrariando la propuesta de reforma constitucional concertada en los acuerdos de San Andrés. Esa actuación completó el círculo irresponsable de los tres poderes constituidos: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial faltaron a compromisos del Estado mexicano, no de un funcionario, y se negaron a reconocer a los pueblos indios. Nunca una iniciativa de reforma había recibido tanto apoyo. Miles de organizaciones y millones de personas la habían respaldado. No hubo una sola organización que se opusiera a ella. Pero los poderes constituidos desoyeron este clamor nacional para imponer su voluntad excluyente.

El escenario se repite esta semana. Tras el fallo indecente de la Corte vino la decisión de la Cámara de Diputados de aprobar disposiciones que desgarran la Constitución y contribuyen a desmantelar el estado de derecho. Las dos decisiones tienen en común su desprecio por los derechos humanos y tratados internacionales suscritos por México. Felipe Calderón completó el panorama al presentarse vestido de gendarme, la función que parece preferir. Será el encargado de operar esos ejercicios autoritarios.

Mientras esto ocurría en la ciudad de México, una política muy otra se practicó esta semana en San Cristóbal de Las Casas. Se realizó el primer coloquio internacional in memoriam de Andrés Aubry “… Planeta Tierra: movimientos antisistémicos…”, que hoy concluye con una ceremonia en que se dará conocer un doctorado póstumo para Aubry por su enjundia en la lucha de liberación.

Lo primero que interesa subrayar sobre el coloquio es la circunstancia en que se organiza. El acoso a las comunidades zapatistas, que nunca ha cesado, se ha intensificado claramente en meses recientes. En al menos 45 puntos de la geografía zapatista se padecen agresiones cotidianas, que incluyen el intento de despojo de tierras y que reproducen el esquema que definió el horror de Acteal hace 10 años: la pretensión de esconder bajo supuestos o reales conflictos entre comunidades la agresión del Estado.

El silencio en torno a estos hechos es significativo. Medios y analistas conspiran con las autoridades en la maniobra que persiste, contra toda razón y experiencia, en el inútil afán de dar marcha atrás a la historia y negar una realidad que les resulta cada vez más incómoda.

En medio de esa tensión, el coloquio logró reunir a un elenco impresionante de pensadores, del que ha informado ya puntualmente La Jornada y en el que destacan plumas bien conocidas por sus lectores, como Immanuel Wallerstein, John Berger y Naomi Klein. No son acólitos del zapatismo, pero todos los participantes reconocen que fue el detonador de la mayor parte de los movimientos antisistémicos actuales y que sigue siendo hasta hoy fuente de inspiración. Algunos, como Wallerstein, sostienen que es la iniciativa política más radical del mundo, y quizás la más importante, en el momento actual.

La gran diversidad de los participantes contribuyó a la riqueza del coloquio. Presentaron puntos de vista no sólo distintos, sino contrapuestos, pero coincidieron en su crítica radical de la teoría dominante y en la necesidad de dar forma a otra teoría, que pueda dar cuenta y explicación cabales de realidades que científicos e intelectuales, tanto como autoridades y políticos, se han empeñado en negar. Una firme posición anticapitalista fue común denominador de las intervenciones, aunque se haya interpretado de muy diversas maneras lo que eso significa.

Las intervenciones del subcomandante Marcos, al término de cada sesión, hilvanaron, a veces en contrapunto con las presentaciones de los participantes, los hilos que se han ido tejiendo en la otra campaña, que arrancó hace casi dos años. Se inicia con ellas un nuevo ciclo de debates, que pueden servir de sustento a las iniciativas que en todas partes toma la gente para hacer frente a la guerra abierta y generalizada que se libra contra todas y todos, particularmente contra los rebeldes, los insumisos, los que se siguen afirmando en su dignidad para defender lo propio y resistir la agresión continua del capital y el Estado.

 
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