18 de diciembre de 2007     Número 3

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


TLCAN Y AGROCOMBUSTIBLES:

¿Hacia una nueva forma de dominio?

Blanca Rubio


FOTO: Marcel0

El TLCAN consolidó una forma de dominio sobre los productores rurales de nuestro país: la explotación por despojo, corazón del orden agroalimentario global que se impuso a partir de la década de los 80.

Esta forma de dominio, promovida por Estados Unidos (EU), se basó en el control de los precios del petróleo y de los alimentos, lo que permitió desvalorizar los bienes agropecuarios básicos en beneficio de las empresas trasnacionales. Dentro de EU operaban precios de los cereales inferiores a su costo (45 por ciento en el caso del trigo y 25 por ciento en sorgo y maíz) y, dado que tenía control sobre las exportaciones mundiales, podía imponerlos como referentes internacionales, a la vez que compensaba con elevados subsidios a una reducida elite de sus productores.

La apertura comercial fue el mecanismo para que EU pudiera colocar sus excedentes, reduciendo artificialmente los precios en nuestro mercado interno y despojando a nuestros productores del valor producido. Esta estrategia de dominio, apoyada por el gobierno, profundizó la pobreza rural, provocó el vaciamiento poblacional y provocó que la agricultura dejara de ser un espacio de inclusión a través de la producción y el empleo.

En enero de 2008 se abrirá nuestro mercado nacional a la importación libre de arancel del maíz, el frijol, la leche y el azúcar, justo cuando se observan síntomas de agotamiento de la forma de explotación por despojo, a la vez que hay indicios de nuevas formas de dominio.

La derrota de Estados Unidos en la guerra de Irak y el fortalecimiento de los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) trajeron consigo que el gigante del Norte perdiera el control de los precios de este combustible, que se dispararon hasta llegar al récord histórico de 88 dólares el barril en octubre de este año. Tal proceso impulsó al alza los precios de las materias primas en el ámbito mundial.

Adicionalmente, Estados Unidos ha perdido el control de las exportaciones cerealeras globales pues en 1980 participaba participaba con 51 por ciento y para 2004 bajó a 32. Con ello se fracturaron los pilares que permitían impulsar la forma de explotación por despojo, ya que, ante el alza de los precios agropecuarios, no resulta viable mantener depreciadas las cosechas.

Es en este contexto que Estados Unidos decide orientar su producción excedente de maíz a la generación de etanol, como un mecanismo para recobrar el control de los energéticos.

La década del 2000 constituye, pues, una etapa de transición entre dos formas de dominio rural y empieza a despuntar un nuevo orden agroalimentario:

1.- Los países desarrollados orientan sus excedentes alimenticios a la producción de etanol y biodiesel para reposicionarse en el mercado mundial, y sostienen a precios altos la exportación de los cereales y oleaginosas que no utilizan para los agrocombustibles con lo cual desangran las divisas de los países dependientes.

2.- En el mediano plazo los países desarrollados tienden a volverse compradores de cereales y oleaginosas para producir agrocombustibles, lo cual alentará la producción de dichos insumos en los países dependientes, en extensos y ambientalmente insostenibles monocultivos impulsados por grandes empresas concentradoras de tierra y agua. El saldo: acumulación por despojo de recursos naturales y sobreexplotación de los trabajadores (el de Brasil es un caso paradigmático).

3.- Esta forma de dominio la comandan grandes trasnacionales como Cargill y ADM –algunas de las cuales controlaron el orden agroalimentario anterior–, así como productoras de semillas transgénicas como Monsanto.

4.- En México existen indicios de que se está conformando un modelo en el cual los grandes agricultores se orientarán al maíz amarillo para la producción interna de etanol o para la exportación, mientras se delegará el cultivo de cereales para la alimentación a los pequeños productores, obligados a trabajar con bajos precios y magros apoyos gubernamentales.

Ante esta desalentadora perspectiva, ha surgido una resistencia campesina que se opone a las viejas y nuevas formas de dominio, que lucha contra la apertura total del TLCAN, que se enfrenta a Monsanto y sus estrategias para impulsar la siembra de maíz transgénico, que cuestiona el reducido presupuesto para el desarrollo rural. Se trata de aprovechar la crisis de una forma de dominio para convertir de nuevo a los campesinos en los responsables de la alimentación básica del país. No es una tarea fácil, pero resulta absolutamente imprescindible.

Investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM
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