Usted está aquí: martes 18 de diciembre de 2007 Política Aubry dio su vida, sólo pidió a cambio la esperanza de un mundo mejor: David

En una fiesta del pensamiento y las emociones se rindió homenaje al sociólogo

Aubry dio su vida, sólo pidió a cambio la esperanza de un mundo mejor: David

El “renacentista de nuestros tiempos” y su esposa llegaron a Chiapas en 1974 y entre los pueblos acosados por la miseria adquirieron el secreto para no desilusionarse

Hermann Bellinghausen y Blanche Petrich (Enviados)

Ampliar la imagen Comandantas y comandantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena se unieron al homenaje realizado al activista francés Andrés Aubry Comandantas y comandantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena se unieron al homenaje realizado al activista francés Andrés Aubry Foto: Víctor Camacho

San Cristóbal de las Casas, Chis., 17 de diciembre. Andrés Aubry, un renacentista de nuestros tiempos, nacido en 1927 en París, muerto en septiembre de 2007 en Chiapas, fue proclamado ayer aquí doctorem liberationis conatus causa, doctorado por la causa de la lucha de liberación, una categoría creada ex profeso para él, por la Universidad de la Tierra, el CIDECI y la Comisión Sexta del Ejército Zapatista. Firmaron como testigos los comandantas y comandantes del CCRI, las autoridades tradicionales de las comunidades autónomas, los mandos de las juntas de buen gobierno de los Altos y casi un centenar de bases de apoyo.

El título, plasmado en un gran pliego pardo de papel hecho con hierbas –del taller de leñateros que asesora la poeta Ambar Past– fue bendecido, primero, por el copal de los mayas. Después, por el humo de la pipa sagrada que envió el consejo supremo de la Asociación del Movimiento Indio Americano por medio de su embajador Daniel Yang Azega, de la nación ojibwe. Fue, en la construcción hexagonal de la capilla de la Unitierra, una “fiesta del pensamiento y las emociones”, una celebración íntima y colectiva, una estación más en un camino que sigue. Por eso, el joven Yang se descalzó ahí mismo y dejó sus zapatos al pie de las fotografías de Aubry –sus hermosos mocasines tradicionales de gamuza– para que Andrés, como hermano que es, “pueda continuar caminando con nosotros”.

Tres oradores fueron los encargados de hacer el retrato de este hombre que llegó a implantarse en Chiapas en 1974: Jerome Baschet, historiador de la Universidad de París; Jorge Santiago, filósofo y teólogo, de una de las ONG de mayor arraigo en la entidad, y el comandante David.

A nombre del EZLN, fue él quien tomó la palabra. Desde el primer momento se le quebró la voz al recordar al homenajeado. “No podemos decir en pocos minutos toda su vida”, comenzó diciendo. “Quiero compartirles lo que nosotros conocemos sobre la vida y el trabajo de don Andrés. Para los indígenas zapatistas es un personaje con larga historia y profundo amor al pueblo. Conoció más de cerca la realidad de los pueblos. Cuando nos levantamos en armas en 1994, él y su esposa Angélica Inda no podían quedar ajenos a la lucha de los indígenas, con quienes ya habían compartido vida y trabajos”.

Junto con el comandante tzotzil y otros miembros de la comandancia rebelde participaron en la ceremonia las autoridades autónomas de los Altos, tanto la junta de buen gobierno de Oventic como los consejos autónomos de la región, no la única donde Aubry trabajó, pero sí la que más conoció y estudió a lo largo de las tres décadas que vivió en Chiapas.

Con ojos húmedos y voz no siempre firme, el comandante David continuó el discurso más difícil que ha dicho ante el público “de fuera”. Su cercanía personal fue grande, sobre todo en los últimos años, cuando Aubry acompañó más de cerca los procesos educativos y culturales de los pueblos que tanto amó. Cruzando constantes miradas con el padre Miguel Chanteau, otro gran colega de Aubry, sentado en primera fila, David prosiguió:

“Desde que nos dimos a conocer, Andrés y Angélica estuvieron cerca. Como historiadores se entregaron más con los pueblos, sobre todo en los momentos difíciles, como en los diálogos de San Andrés. Don Andrés y doña Angélica estuvieron atentos a todo el proceso, siempre al tanto del esfuerzo en la construcción de la autonomía. Dieron el paso para el inicio de la educación autónoma. Para don Andrés la educación fue fundamental; sólo de esta forma el ser humano es responsable de su vida”. Otro de los trabajos que le conocieron los zapatistas fue la traducción de los acuerdos de San Andrés a las distintas lenguas de Chiapas, agregó David. “Esta ley es la que nos da paso a nuestra autonomía”.

Aubry e Inda apoyaron a los pueblos “para resistir todos los golpes que vinieron desde arriba”. Según David, hicieron suyos hasta los problemas pequeños, “como la construcción de un puente”. Todo era “parte de la forma de vivir y resistir”. En reconocimiento a su labor de archivistas, David recordó que conservaron muchas historias sobre el proceso de lucha del EZLN. “Para nosotros don Andrés fue siempre un amigo, un hermano y un compañero”. A él y a su esposa, concluyó con emoción, “los recordamos con respeto y valoramos su ejemplo. No pidieron nada a cambio, más que la esperanza de un mundo mejor”.

Jorge Santiago, viejo amigo de Aubry y también muy cercano a la autonomía indígena, habló sobre su “secreto de no haberse desilusionado” y relató la larga experiencia chiapaneca del francés que llegó aquí en 1974 para quedarse. También recordó que Angélica vivió en Los Chorros (Chenalhó) desde los años 70. “Eso nos ayuda a entender por qué Angélica y Andrés hacen la descripción de la formación de los paramilitares en relación con la masacre de Acteal”.

Baschet recordó que Aubry, “un muy otro científico social”, llegó a México cuando tenía 47 años. Escribió siete libros –el último, Chiapas a contrapelo, la obra de su madurez–, organizó el Archivo Histórico Diocesano y 46 publicaciones del Inaremac (Instituto de Asesor de Antropología para la Región Maya), escribió más de 60 artículos en revistas diversas, más los muchos artículos que publicó La Jornada y que fueron recopilados en los llamados de la memoria. Más sus contribuciones al desaparecido El Tiempo de San Cristóbal de Amado Avendaño, próximo a renacer.

Pero la numeralia no es lo importante. Lo que importa es el fondo. Aubry como pionero de la investigación-acción, con su exigencia de producir saberes desde las comunidades y útiles para las comunidades, un pensador tan universal que su marco temporal no abarcó los 80 años de su tránsito terrenal sino que, en su radar, cupo “desde el pasado geológico hasta el futuro anhelado”.

Baschet usó, para hablar de Aubry, el término “nobleza de lo humilde”, como alguna vez describió el cura vasco-salvadoreño Jon Cortina a los suyos, los de Chalatenango, tan parecidos a éstos.

 
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