Usted está aquí: viernes 21 de diciembre de 2007 Espectáculos Rock pa’l Sureste, fiesta de baile canto e integración generacional

Portazo en el Bosque de Tlalpan cuando Zoé ya tocaba su tercer número; saldo blanco

Rock pa’l Sureste, fiesta de baile canto e integración generacional

Molotov, pródigo en mentadas de madre y críticas al poder, puso a saltar a los miles de “jóvenes conscientes de México”

Café Tacvba tocó temas de Sino y compartió el escenario con Ofelia Medina

Maldita Vecindad en la versión dosmilera de los conciertos por Chiapas de los años 90

Patricia Peñaloza

Ampliar la imagen Rubén Albarrán, de Café Tacvuba, y Ofelia Medina, haciendo feliz a la chilanga banda Rubén Albarrán, de Café Tacvuba, y Ofelia Medina, haciendo feliz a la chilanga banda Foto: Fernando Aceves

La tarde-noche del miércoles en el Bosque de Tlalpan, Café Tacvba, Maldita Vecindad, Molotov y Zoé generaron distorsiones llenas de vida, cantos a coro por millares y todo un desfile de himnos melódicos, para que entre llamados a la paz, la dignidad y la concordia, de las entradas al festival Rock pa’l Sureste se reunieran tres millones de pesos, mismos que serán destinados (restando los gastos de producción) a las comunidades de desplazados tzotziles de Chenalhó, Takiukum y Tzanembolom, así como a las casas de cultura de Tabasco, dañadas tras las inundaciones de octubre pasado.

A diez años de la matanza de Acteal, diez mil jóvenes (y algunos cientos más de colados mediante un portazo que agraciadamente no pasó de los empellones) se reunieron para celebrar el baile, el canto y la integración generacional, pero también para recrear una versión dosmilera de los conciertos por Chiapas de finales de los años 90, en que efectuar conciertos masivos era temerario y a contraley.

La convocatoria de Rock pa’l Sureste provino del promotor y manager Juan de Dios Balbi y de la actriz y activista Ofelia Medina. A decir de ésta, presente en el concierto, la ayuda que irá a Chiapas será canalizada por medio del Fideicomiso para la Salud de los Niños Indígenas de México, Fideo, fundado en 1990 por ella misma, Francisco Toledo y Yolanda García y de Montanaro, el cual implica un programa de nutrición que incluye la instalación, mantenimiento y operación de cocinas colectivas comunitarias, a cargo de nutriólogas bilingües, bajo cuyo amparo se hayan mil 500 mujeres gestantes y lactantes, niños menores de cinco años y estudiantes de primaria.

Medina puntualizó: “a una década de ese terrible hecho, aún hay indígenas desplazados sin ser atendidos; la mayoría vive en profunda desnutrición… Estábamos a punto de cerrar el Fideo, dada la escasez de recursos (en 2003, la Cruz Roja Internacional dejó de brindar apoyo a estas zonas), pero llegó este milagro”.

Respecto del apoyo que se dará a Tabasco, informó que mediante un enlace con Norma Cárdenas, directora del Instituto Estatal de Cultura de dicha entidad, estos recursos ayudarán a reponer instrumentos musicales, pintura, y demás materiales usuales en los talleres culturales para niños.

Para este concierto, ni los músicos ni las compañías que pusieron los equipos (audio, iluminación, vallas) cobraron un centavo (sólo se pagó al personal de apoyo, seguridad y transporte).

Civilidad veinteañera

La cita fue a las 17 horas, pero el acceso único al Bosque de Tlalpan dibujaba una larga y lentísima fila de varias cuadras. El que una gran parte del público no pudiera entrar cuando ya tocaban el tercer número musical, generó molestias y desesperación entre muchos, que desbandaron filas e ingresaron a empujones, ante la impotencia del brevísimo equipo de seguridad. No obstante, la civilidad se impuso y no pasó a mayores, pues ya dentro del foro al aire libre, todo fue alegría: cuatro de las bandas más importantes del rock hecho en México, se reunían en un concierto, para sorpresa de miles de veinteañeros: quizá la mayoría, nacida en los años 80, jamás había visto actuar a Maldita Vecindad.

Así, el rock local se erigió triunfante, primero con Zoé, que apareció a las 18:30 horas, entre gritos de desesperados que ya querían ver a Molotov; León Larregui y sus muchachos no se amedrentaron, y entregaron su corazón como suelen hacerlo con su pop elegante y sensible. Mientras, entre el público cundían máscaras de luchador, pasamontañas, pelos enmarañados, pantalones entubados, celulares con estampitas, saltos por los aires, muñecos de peluche, barros y espinillas.

El quinteto soñador de Zoé se retiró tras dejar a todos entonando “Love, love, love…”. Llegó entonces Molotov, cuyo repertorio pródigo en mentadas de madre y críticas al poder, puso a saltar de más con su hardcore-rap; fue con Gimme the power que 10 mil gargantas fueron una, encorajinadas: “¡si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger!”; o qué tal Yofo, en que el guitarrista Tito canta: “¡Safo que el obispo imponga su opinión, safo la mochiza, safo, safo Calderón!”

En entrevista, Tito (Ismael Fuentes) apuntó: “Me gusta que en estos festivales de ayuda tenga peso la música; no me late cuando la música es lo de menos, y más bien se convierte en un mitin aburrido y clavado”.

Por su parte, Café Tacvba comenzó con Gracias, una burla a los falsos discursos oficialistas: “gracias por la libertad, gracias por la democracia… respetando autonomías y el estado de derecho… y que el pánico no cunda… ¡ésta es la nueva era!”. Los tacvbos hicieron feliz a la muchachada con temas de su nuevo disco, Sino, y con sus clásicos norteño-electro-punks. La convidada aquí fue Medina, quien se trepó a escena para bailar y alzar decenas de vivas al rock, a la danza, y a “los jóvenes conscientes de México”. Rubén, saltarín cantante, convocó a dejar fuera las discordias. Tras bambalinas, el también apodado Sizu Yantra se dijo contento de ver que en el público prevalezca el espíritu de ayuda, y agregó: “fue bonito ver que en nuestro Myspace unas personas de Tabasco nos pusieran: gracias, sabíamos que no nos dejarían solos”. Joselo Rangel, guitarrista del mismo combo, confió en que todo será transparente y efectivo: “De los conciertos de hace diez años aprendimos mucho, y ahora tratamos de sacar de ellos lo mejor: elegir a gente que sabemos realmente llevará el dinero a donde se debe, y armar algo con pocas bandas pero de gran convocatoria, para que haya resultados contundentes, y no dispersión”.

El momento de mayor baile llegó con Maldita Vecindad, cuyo bailador líder, Roco, con gran talento para la persuasión masiva, instó: “Hagamos de esto un caracol de paz, libre y autónomo, libre de violencia… Exijamos que la seguridad no sea tener policías que se metan a las casas sin permiso, o que nos agandallen en la calle, sino tener un trabajo digno, comida, techo, servicios de salud..!” Más tarde, a ritmo de su sabroso ska, convocó a elevar las manos en alto, para que todos se sacudieran “las malas vibras”. Una vez “limpios”, todos bailaron a ritmo del Pachuco, exigieron menos de ese Poco de sangre o elogiaron la voz de Don Palabras.

A las 23 horas, la satisfacción era mucha, y lo bailado ya nadie pudo quitárselo a las 20 mil piernitas que bajo el frío se fueron retirando…

 
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