Usted está aquí: sábado 5 de enero de 2008 Opinión Los de Abajo

Los de Abajo

Gloria Muñoz Ramírez
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Más agresiones

A Bolon Ajaw (Nueve Reyes, en tzeltal) se llega a pie, por una vereda que recorre un costado de las famosas cascadas de Agua Azul. Las 47 familias que habitan este poblado son bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Son 200 hombres, mujeres y niños, cuya vida transcurre entre disparos al aire, agresiones físicas, amenazas, insultos, quema de milpas y casas, bloqueo a la entrada de su pueblo y una serie de hostilidades protagonizadas por el grupo paramilitar Organización para la Defensa de los Derechos Indígenas y Campesinos (Opddic).

A las 2:45 de la tarde del pasado 2 de enero, se escucharon en la milpa colectiva tres tiros de escopeta y seis de arma calibre 16. Más tarde apareció colgada, entre dos árboles, una camiseta despedazada a machetazos. Todo esto, dicen los zapatistas, “para que les tengamos miedo. Así es como amenazan. Dicen que si nos agarran, nos van a cortar la nuca y nos van a cortar en pedazos”.

Un día les queman las casas, otro le disparan a un hombre y uno más hieren a otro a machetazos. En esta espiral de violencia cotidiana otro día amanecen las milpas quemadas o cortadas, un niño es maniatado y golpeado, las mujeres agredidas verbalmente o cualquiera de los hombres golpeados salvajemente. Y los zapatistas de Bolon Ajaw resisten: “no tenemos miedo. Aquí venimos a trabajar, no a provocar problemas. No nos vamos a ir, no tenemos adónde”, declaran hombres y mujeres, reunidos en una orilla de este poblado enclavado en medio de una naturaleza espléndida.

Pobres entre los pobres, los zapatistas de esta región aseguran que no abandonarán las 339 hectáreas de las que pretenden desalojarlos. No se trata de cualquier tierra. La ambición de las diferentes instancias de gobierno y del poder económico se entiende en cuanto se llega a estas cascadas, aún no explotadas para el turismo (son continuación de las de Agua Azul), que se encuentran en el territorio recuperado por el EZLN en 1994. La Opddic sólo es el instrumento para hostigarlos, hasta conseguir que se vayan. Los intereses por estas tierras tocan esferas más altas.

En Bolon Ajaw la tensión crece en estos días. Los integrantes de la Opddic (opdiqueros, les dicen los zapatistas) “tienen guardadas 57 armas de alto poder, y dicen que en cualquier momento las van a usar para el desalojo”. De todos los agresores hay nombres y apellidos (Óscar García, Miguel Silvano, etcétera), pero nada pasa con ellos a pesar del cúmulo de denuncias. La complicidad de las instancias de gobierno es inocultable (el hombre que les disparó recientemente es policía estatal de Caminos).

“Nosotros queremos resolver el problema por la vía pacífica, no buscamos enfrentamientos. Sólo queremos trabajar la tierra, y pues no nos vamos a dejar. No nos desesperamos. Ya hicieron de todo y estamos aquí. No nos vamos. Aquí nos morimos”, declaran estos hombres y mujeres con una serenidad que provoca escalofrío.

Recientemente, las agresiones de la Opddic se extendieron a las brigadas de observación. No hay límites en esta escalada de violencia.

 
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