Usted está aquí: martes 8 de enero de 2008 Opinión Ciencia, religión y aborto

Javier Flores

Ciencia, religión y aborto

Debido a que el debate sobre la despenalización del aborto se realiza en México, nación en la que históricamente se ha definido la separación entre la Iglesia y el Estado, los opositores a las reformas al Código Penal del Distrito Federal, mediante las que se despenaliza el aborto, han decidido actuar con una estrategia que no se basa abiertamente en los argumentos religiosos, que tratan de ocultarse con la finalidad calculada de eludir una confrontación directa con la naturaleza laica del Estado mexicano. En cambio, han decidido una confrontación a partir de una supuesta argumentación científica. Un ejemplo es el “Cuestionario de la pericial en materia de concepción y vida humana en el seno materno” con el que la Suprema Corte convocó a diversos especialistas en biomedicina y que incluye temas sobre las bases biológicas del desarrollo embrionario, al que en algunos de sus aspectos me referiré en este texto.

Uno de los elementos con los que se pretende sostener la identidad entre el embrión con un ser humano e inclusive con una persona humana es el de la autonomía. Desde el punto de vista biológico, a partir de la unión del óvulo y el espermatozoide ocurren en la célula resultante de la fusión, en diferentes especies, eventos propios de las células vivas que no son exclusivos del cigoto, como la actividad eléctrica de la membrana y la aparición de corrientes eléctricas resultantes del flujo de iones, como el sodio, el potasio y el calcio, entre otros. La despolarización de la membrana, en este caso, como ocurre en la totalidad de las células vivas, indica que funcionalmente están activas desde el punto de vista eléctrico. Pero este fenómeno ocurre en células como los óvulos o los espermatozoides por separado, o en células aisladas del corazón, el cerebro o el hígado, entre muchas otras, y es una propiedad que pueden mantener en medios apropiados por periodos prolongados separadas del cuerpo. Esto significa que son eléctricamente autónomas, pero a nadie se le ocurriría desde el punto de vista científico establecer por este solo criterio una identidad de estas células con un ser humano.

En el embrión ocurre una activación genética que le es propia, a la que se conoce como reprogramación epigenética. Significa que ocurren modificaciones en el ácido desoxirribonucleico o ADN que no implican cambios en su secuencia, con la que estaría guiando de manera autónoma su desarrollo posterior. La reprogramación consiste en modificaciones (que incluyen la metilación del ADN, la modificación de histonas, la aparición de enzimas que remodelan la cromatina y moléculas de ácido ribonucleico, RNA) que en conjunto regulan de manera particular la expresión genética, reprimiendo o activando la acción de los genes. Los cambios epigenéticos, si bien son una expresión de autonomía, no pueden considerarse atributos propios de un ser humano. ¿Por qué?

La autonomía en la reprogramación epigenética no es exclusiva del embrión. Estudios recientes en células troncales adultas de la piel de humanos muestran su capacidad de transformarse en células con morfología neuronal. En estas células, cultivadas artificialmente, pueden registrarse corrientes de calcio voltaje-dependientes, y ocurren procesos como las modificaciones covalentes de histonas y metilación del ADN, pero a nadie se le ocurriría postular, desde el punto de vista científico, que esta capacidad autónoma de diferenciación, basada en una reprogramación genética, convierte automáticamente, a las células de la dermis, o las seudoneuronas resultantes, en seres humanos o personas.

Otro argumento para apoyar la autonomía del embrión humano se basa en la aparición durante el proceso de división celular de dos células o blastómeros que son asimétricos, lo que daría lugar a la formación ulterior de regiones específicas como la masa interna y el trofoectodermo; este proceso estaría mediado por un gen Cdx2 ¡en ratones! Este fenómeno se expresa, también en roedores, en células aisladas que no dan lugar a ratoncitos, sino a diferentes tipos de tejidos. En humanos, para llevar la argumentación al terreno que a todos interesa, el CDX2 se expresa, por ejemplo, en la formación de células productoras de insulina, lo que nos lleva a pensar que las células pancreáticas creadas artificialmente no son equivalentes a un ser humano, mucho menos a una persona humana…

* El texto completo puede leerse a partir de hoy en el Foro sobre la Despenalización del Aborto: http://ciencias.jornada.com.mx

 
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