Usted está aquí: miércoles 9 de enero de 2008 Política El arma orgánica de los resistentes

Gustavo Iruegas

El arma orgánica de los resistentes

La organización del poder popular que libere al pueblo mexicano de la voracidad de la oligarquía extranjerizante y de los desmanes del gobierno corrompido ya está en marcha. Después del fraude a la voluntad popular por la vía del golpe de Estado, el pueblo de México decidió no darse por vencido.

Hasta el 16 de septiembre de 2006 se mantuvo el reclamo democrático en el nivel electoral. Ese día se inició el proceso de rechazo y resistencia al gobernante espurio que detenta el poder nacional y subvierte las instituciones. Ante la alternativa de designar un coordinador de la oposición y un presidente legítimo se optó por el segundo; la oposición es parte del sistema y se rige por sus reglas, como los partidos y los legisladores se han encargado de demostrar a lo largo del año. La condición de legitimidad del presidente López Obrador le viene de la designación soberana del pueblo, misma que asumió formalmente el 20 noviembre. Su misión es revertir al pueblo la soberanía en planitud y rencauzar los esfuerzos del Estado hacia el cumplimiento de su cometido original: propiciar la seguridad y promover el desarrollo de la nación mexicana. El cumplimiento de esa misión tiene como causa la necesidad de justicia, democracia y soberanía; su objetivo es refundar la República sobre bases éticas; la estrategia es la toma del poder de manera pacífica; la táctica consiste en organizar a los ciudadanos para la resistencia territorial y el arma orgánica es el valor civil. Toda esta concepción de lucha parte del convencimiento cada vez más profundo de que sólo el pueblo puede salvar al pueblo y sólo el pueblo puede salvar a la nación.

El primero de diciembre empezaron los trabajos de la organización del poder popular para enfrentar a la desarraigada camarilla y al gobierno que engendró ya corrompido. Diciembre de 2006 y enero de 2007 se emplearon en organizar el pequeño, pero efectivo aparato dedicado a recibir de los ciudadanos el patriótico compromiso, voluntario y personalísimo, de luchar junto al presidente López Obrardor y proveerles sus credenciales de representantes del “gobierno legítimo”.

A lo largo de 2007 se definieron la causa, el objetivo y la estrategia. En 2008 la tarea se centrará en el crecimiento de la organización y la profundización de su caracter territorial. La organización territorial es una opción como lo podrían ser la laboral o la partidista. Hay que destacar que la organización territorial es tan novedosa en México como lo es la resistencia pacífica y las otras dos han probado ser fácilmente neutralizadas por el sistema y su fórmula infalible: la corrupción.

La organización de lucha pacífica del “gobierno legítimo” se ha iniciado en el nivel municipal –delegacional en el Distrito Federal– y se desdoblará a escala distrital. Avanzado el proceso se pensará en los niveles seccionales y por último el de colonia, barrio, pueblo, unidad habitacional y otros. Para visualizar la capacidad de movilización popular de esta organización, habría que pensar quizá en el nivel de comités de manzana o, en su caso, por casilla electoral. Así se podría imaginar, en el extremo más obvio, el llamado a todos los resistentes de implantar una vigilante presencia en todas y cada una de las casillas electorales, cada quien en la suya. Igualmente se podrá pensar en otras formas de uso y de movilización a lo largo de la lucha que implica la defensa de los intereses populares, vale decir, producción agrícola, precios de los productos de primera necesidad, salarios; del patrimonio nacional en la forma petróleo, energía, seguridad y, destacadamente, la soberanía nacional que todos los elementos anteriores involucran.

El energético principal de la lucha popular es la indignación frente al abuso. Esta especial indignación es privativa de los resistentes, porque sólo se da en quien previamente guarda la condición de dignidad. Los bribones no se indignan; se enfurecen, se fastidian o se enfadan, pero la indignación no les va bien, no son dignos. En la indignación de los resistentes germina el coraje necesario para oponerse al abuso, algo que se conoce como valor civil. Un valor de gran aprecio en el pueblo de México, que, en otras épocas, cuando se enseñaba civismo en las escuelas, se ilustraba con el ejemplo del joven Porfirio Díaz en ocasión de una pantomima electoral del dictador Santa Anna: como no se usaban las boletas electorales ni las casillas, se puso sobre una mesa un par de libros para que en uno firmaran los ciudadanos señalando así su preferencia por Su Alteza Serenísima o por don Juan Álvarez, que entonces representaba la oposición. Vigilaba la escena un pelotón de amenazantes soldados. Un oficial se presentó con 30 firmas de los vecinos para Santa Anna y Porfirio exigió que sólo se anotaran 29 porque él no había dado su voto a nadie. Alguien comentó que solamente los que tenían miedo se abstenían de votar y el futuro héroe del 2 de abril firmó en su presencia el libro de don Juan Álvarez.

En la actualidad entendemos por valor civil un agregado a la virtud de las personas que actúan conforme a sus convicciones y tienen además el valor de sostenerlas en público afrontando toda clase de represalias, afrentas y riesgos. La actitud de los resistentes entraña esa entereza de ánimo para cumplir con determinación y patriotismo su compromiso de acudir al llamado del “presidente legítimo” para defender las causas populares y nacionales. Es por eso que, con 2 millones de resistentes acreditados, los resulatdos de 2007 permiten al “gobierno legítimo” adelantar grandes progresos en 2008.

 
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