Usted está aquí: domingo 13 de enero de 2008 Opinión Blade Runner, otra vez

Leonardo García Tsao
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Blade Runner, otra vez

Ampliar la imagen Detalle del cartel publicitario de Blade Runner, de 1982 Detalle del cartel publicitario de Blade Runner, de 1982

Hay películas por las que uno profesa un culto lindante en el fetichismo. Y uno se ha preocupado en adquirirlas en sus diferentes versiones, dentro de un mercado siempre obediente a la obsolescencia planeada. Así, por ejemplo, Blade Runner ha pasado por mi colección en los diferentes formatos de video –Betamax, VHS, disco láser (sí, caí en esa trampa costosa) y devedé– en dos versiones fundamentales: la original, con narración en off de Harrison Ford y el impostado final feliz, y la otra: el llamado corte del director.

El año pasado, en conmemoración del 25 aniversario de la influyente película, el cineasta Ridley Scott se dispuso a hacer una “edición definitiva”, que es, en esencia, el mencionado corte del director con una manita de gato digital (dedos de gato, digamos). Ésta ya está disponible en devedé para quien quiera comprobar una versión corregida y disminuida (en duración) de Blade Runner. Tal vez la mejora más notoria sea la sonora. Después del trabajo de remasterización, la majestuosa partitura de Vangelis se escucha aún más épica, mientras los efectos sonoros redondean la descripción de una abigarrada sociedad multicultural, oscilante entre la alta tecnología y la mugre.

El trabajo de redición de Scott ha consistido, básicamente, en eliminar los errores de continuidad, que dieron pie a múltiples interpretaciones –equívocas– de la película. Por ejemplo, en el inicio se planteaba que fueron seis los replicantes prófugos: uno murió electrocutado, entonces quedaban cinco. Pero sólo cuatro –Roy Batty, Pris, Leon y Zhora– intervenían en la acción, lo que llevó a especular que el propio Deckard era el quinto faltante. Pues no: el otro replicante fue eliminado del rodaje cuando su muerte, en un cuarto de hotel, resultaba demasiado complicada para una producción de por sí ardua. Pero nadie había corregido ese error hasta ahora, por obra del doblaje.

Otros brincos se han retocado gracias a la nueva tecnología. Por ejemplo, cuando Zhora (Joanna Cassidy) muere baleada por Deckard, se hacía demasiado evidente el desempeño de un doble de acción con peluca mal puesta; en la nueva versión se ha incorporado digitalmente la cabeza de la actriz a esas escenas. Asimismo, al fallecer Batty (Rutger Hauer), la simbólica imagen de una espiritual paloma en vuelo no correspondía, en atmósfera, al paisaje urbano y lluvioso en que se desarrollaba la secuencia climática. Ahora sí.

Vaya, se trata de detalles nimios con los que uno ya se había acostumbrado (inclusive he llegado a extrañar la desganada narración de Ford, porque fue con ella que nos entusiasmamos con la película en un principio). De hecho, todos los cambios ya son parte de la leyenda de Blade Runner (en México se ha editado el devedé de dos discos. Pero para el exégeta exhaustivo se merca en Estados Unidos una caja especial –y costosa– que contiene cinco discos, con sendas versiones diferentes de la película: la copia de trabajo, la original de 1982, la llamada versión internacional –con pietaje adicional–, el corte del director de 1992 y la edición definitiva –hasta nuevo aviso–… además de harto material para documentar la trivia. La verdad, no es para tanto).

Aparte de un ilustrativo documental sobre la producción de Blade Runner, lo que se incluye en el devedé nacional es el comentario optativo del propio Scott en la banda sonora. Si bien el director parecía, al comienzo de su carrera, rivalizar con Kubrick en la dimensión de sus proyectos, su posterior y muy desigual carrera ha demostrado que, en realidad, se trata de un extraordinario artesano con una vaga noción de los temas que aborda. Sus superficiales comentarios del devedé lo confirman: Scott se mantiene en un registro anecdótico, con elogios de cajón sobre sus colaboradores y detalles sobre el diseño de la producción.

Si alguien se pregunta cómo puede tratarse del mismo director que años después haría algo como Un buen año (2006) o G. I. Jane (1997), la respuesta está en su obtusa discusión de los temas centrales de Blade Runner. Scott no dice nada revelador o inclusive perspicaz sobre la imaginativa relaboración del mito de Prometeo, debida –es claro– a los guionistas Hampton Fancher y David Webb Peoples. ¿Cuál es su punto de vista sobre el debate sobre si Deckard es un replicante o no? “Da lo mismo, la película funciona de las dos maneras.”

 
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