Usted está aquí: lunes 14 de enero de 2008 Opinión ¿La fiesta en paz?

¿La fiesta en paz?

Leonardo Páez
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Henestrosa y Pepín

Rebasar 100 años de vida se dice fácil pero requiere de bastante más que una muy buena salud, exige, supongo, una privilegiada avenencia entre cuerpo, mente y espíritu ante los devenires antojadizos, gratos y dolorosos pero siempre imprevisibles de la vida. La capacidad de aprender y de desaprender de estos longevos se renueva con la edad, manteniendo siempre fresco al niño de su corazón.

Hay un desconocido Andrés Henestrosa “taurino” que si bien simpatizó con la fiesta de toros no fue partidario de analizarla. En la Casa Lamm, allá por 1997, en el bello café de amplios ventanales, hoy desaparecido, identifiqué al maestro, no por nonagenario menos bien acompañado de dos bellas damas a las que seducía con su charla amena y erudita, misma que interrumpí para proponerle que, otro día, me diera una entrevista sobre el tema de los toros.

Don Andrés, con ese existencialismo jovial que lo acompañó a lo largo de su fecunda vida y ya exaltado por la calidad de sus oyentes, decidió que en ese momento comenzaba la entrevista y sin esperar pregunta se arrancó a sentenciar encomiásticos lugares comunes sobre figuras españolas de la época de oro.

Y que Gallito para acá y que Belmonte para allá y que si la escuela sevillana y que si la rondeña. Al poco rato me pareció entrever más que un taurinismo propio una apurada retención de los conocimientos que sobre la materia tiene su amigo el poeta Alí Chumacero, ese sí aficionado confeso e incansable estudioso del fenómeno taurino.

El maestro dio por concluida la fallida entrevista cuando le pedí opinar sobre la metamorfosis experimentada en el toreo con la presencia del factor indígena, con espléndidas expresiones mestizas de diestros como Gaona, Armilla o Silverio. Pero como diría el Divino Calvo: Quizá no fue muy cierto lo que dijo, pero ¡qué gracia para decirlo!

Otro centenario que se fue con un día de diferencia de Henestrosa fue José Pepín Bello, amigo e interlocutor inteligente de Lorca, Dalí, Buñuel e Ignacio Sánchez Mejías, entre otros. Este Pepín en vez de ponerse creativo y hacerse famoso prefirió caminar seguro “por los desfiladeros de la amistad”. En 1925 Federico le escribe esta carta llena de poesía y alusiones taurinas:

“Tú y yo nos quedamos con España: macho cabrío, gallo, toro, auroras de fuego y patios con luz blanca, donde la humedad pone verdes emocionantes en las viejas paredes sin corazón. ¡Si vieras cómo está Andalucía! Para andar hay que hacer galerías en la luz de oro como los topos en su medio oscuro. Las sedas brillantes miguelangelizan los culos de las mujeres opulentas. Los gallos clavan banderillas de lujo en el testuz del amanecer...”

El doble triunfo en la corrida de ayer de Uriel Moreno El Zapata, originario de Emiliano Zapata, Tlaxcala, y no de Españita, como erróneamente dije, fue contundente, convencido de su voluntad de ser figura ante dos encastados toros de San Marcos, con edad y problemas.

 
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