Usted está aquí: martes 15 de enero de 2008 Economía Los inmigrantes benefician a países ricos

Economist Intelligence Unit

Migración

Los inmigrantes benefician a países ricos

Las economías ricas ganan con los altos niveles de inmigración, pero los beneficios se distribuyen de manera desigual

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Ampliar la imagen Migrantes mexicanos recién detenidos en Santa Ana, California Migrantes mexicanos recién detenidos en Santa Ana, California Foto: Reuters

Durante las dos décadas pasadas o algo así, los altos índices de inmigración en los países de la Organización para la Coopración y el Desarrollo Económicos (OCDE) han coincidido con un continuo crecimiento económico en la mayor parte del mundo occidental. Un ejemplo es Cobh, bulliciosa ciudad turística de Irlanda del Sur que fue famosa por exportar personas. Dos millones y medio de hombres y mujeres irlandeses se embarcaron hacia Estados Unidos (EU) en su muelle, y su grande y sombría catedral neogótica fue pagada con remesas.

Ahora, como el resto de Irlanda, Cobh está colmada de trabajadores extranjeros. Hay polacos en la construcción, letones que venden empanadas chinas, chucrut y otros manjares continentales, un sudafricano en la oficina de turismo y otro que conduce un taxi, chinos en restaurantes, un ciudadano originario de Bangladesh que administra una pescadería, etcétera. El propietario de un hotel dice que no podría hacer nada sin inmigrantes: hace poco, cuando publicó un aviso solicitando un recepcionista, ninguno de los 200 aspirantes era irlandés.

La inmigración puede ser tanto consecuencia como causa del bienestar económico, pero a muchas personas de los países anfitriones con exceso de inmigrantes aún se les tiene que convencer de las ventajas económicas. En noviembre de 2007, una encuesta para la cadena televisiva Francia 24 encontró que 55% de los españoles considera que los inmigrantes son provechosos para su economía, y que así piensa 50% de los italianos, pero sólo 42% de los ingleses y alemanes y apenas 30% de los franceses entrevistados.

Algo de la hostilidad hacia la inmigración parece vincularse con la economía. Si la recesión amenaza, los nacionales temen que los forasteros ocupen sus empleos o se aprovechen de sus sistemas de seguridad social. La vez anterior que la inmigración en Estados Unidos fue tan alta como ahora, hace poco menos de un siglo, la xenofobia se elevó mientras duró la recesión. Hoy, entre preocupaciones de que el declive inmobiliario conduzca a una depresión económica general, la ansiedad estadunidense ante la migración aumenta. Pero a los pobres les preocupa la inmigración aun cuando la economía prospere.

En general, los inmigrantes con documentos tienen mejores perspectivas de trabajo que los que carecen de ellos, y los que tienen mejores estudios superan a los demás. No todos se quedan. Casi 33% de los que cruzaron el Atlántico hacia EU entre 1890 y 1914 –y la mitad de los españoles e italianos– regresó a su patria. De manera similar, las encuestas demuestran que la mayoría de los polacos en Gran Bretaña planea repatriarse en unos años.

A ciertos inmigrantes les va mejor no sólo frente a los que se quedan en su patria, sino ante los trabajadores en sus países de destino. El Instituto para la Investigación de Política Pública, grupo de expertos británicos, encontró en 2007 que los nacidos en el extranjero de varios grupos étnicos tienen mayor probabilidad de obtener empleo y mejores sueldos que el británico promedio. Estudios han demostrado que en EU, durante el siglo pasado, los salarios de los inmigrantes se incrementaron, y con frecuencia sobrepasaron al promedio de los estadunidenses. A los hijos de los inmigrantes también les va mejor. No es sorprendente: los inmigrantes necesitan salud, habilidades, determinación, buena disposición para enfrentar riesgos y cierta sagacidad empresarial, lo cual los hace especiales.

Asumiendo que los inmigrantes llegan a trabajar, están obligados a beneficiar la economía del país anfitrión. Más simple: una mano de obra en expansión permite un crecimiento más rápido. Más personas pueden hacer más trabajo, y muchos migrantes son adultos jóvenes y productivos. Además, los inmigrantes alivian cada vez más la escasez de mano de obra en las economías ricas. Algunas economías no podrían funcionar sin trabajadores extranjeros. En Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, constituyen un asombroso 85% de la población.

Por ahora no muchas naciones dependen de los forasteros hasta ese punto (ver gráfica 1), pero en países ricos, entre ellos Gran Bretaña y EU, los extranjeros constituyen 10-15% de la mano de obra y su proporción crece. Casi la mitad de los empleos creados en Gran Bretaña han sido ocupados por inmigrantes, a menudo porque tienen habilidades de las cuales carecen los trabajadores locales (desde plomería hasta servicios bancarios) o porque éstos desprecian esos empleos (desde recoger fruta hasta cuidar ancianos).

Los bajos índices de desempleo en Irlanda, Suecia, Gran Bretaña, EU y otros países de alta inmigración sugieren que, hasta ahora, los extranjeros no exprimen a los nativos. Los inmigrantes ayudan también a crear empleos porque una buena oferta de mano de obra alienta a invertir más. Por ejemplo, el propietario de un hotel en Cobh, sabiendo que puede encontrar personal barato, ha construido cuartos adicionales. Al contrario, los países donde se ha mantenido a raya la inmigración, como Alemania, se quejan de una crónica escasez de trabajadores calificados, como ingenieros, científicos o programadores.

Sólo hay que decir la palabra

Los trabajadores extranjeros son a menudo más flexibles que los nativos. Si se han trasladado de México a, digamos, California, es posible que estén dispuestos a ocupar un empleo en Chicago. El trabajo migratorio ayuda a mantener la estabilidad de las economías. En momentos de fuerte crecimiento, una afluencia de trabajadores reduce el riesgo de presiones salariales e inflación. Si el crecimiento se debilita, los inmigrantes pueden regresar a su patria o trasladarse a otro país, o simplemente no venir. Por ejemplo, es probable que el flujo de mexicanos a EU se reduzca a medida que la depresión inmobiliaria empeore y los empleos en la construcción desaparezcan.

Las inmigrantes pueden también facilitar que los nativos capacitados desempeñen un empleo (por ejemplo, cuidando niños, lo que permite a un padre volver a trabajar). Son también consumidores que alquilan viviendas y adquieren bienes y servicios. El propietario de una licorería en Cobh está encantado con sus clientes polacos, aficionados al vodka de hierba de bisonte y a la cerveza ligera de Europa del este. Otros negocios de Cobh también prosperan.

Es difícil cuantificar el impacto de todo esto. Un informe de PricewaterhouseCoopers de 2007 concluyó que el aumento de la inmigración ha cooperado a elevar el índice del crecimiento británico por arriba de su tendencia a largo plazo. Alexandros Zavos, de la Iniciativa de Política Migratoria Helénica en Atenas, considera que la inmigración en Grecia ha agregado 1.5-2.0% a su PIB cada año. En los países que han tenido durante mucho tiempo altos índices de inmigración, como EU, el crecimiento económico sostenido refleja en parte una mano de obra en aumento.

Los escépticos dicen que la inmigración puede impulsar la economía en su conjunto, pero si se analiza sobre una base per cápita, las ventajas para los nativos son menos impresionantes. Roy Beck, activista antinmigrante en EU, sugiere que los países con fuerza de trabajo envejecida deben hacer que sus economías dependan menos de la mano de obra. Considera que su país es “adicto al trabajo extranjero” y que una mayor inversión de capital y capacitación para trabajadores locales reduciría la necesidad de extranjeros. Pero algunos empleos (como limpieza o enfermería) no pueden enviarse al exterior o mecanizarse. Aun si se pudiera entrenar a nativos para hacer trabajo sumamente calificado, en muchos países la disminución de la mano de obra nativa podría significar una contracción económica.

Algunos argumentos escépticos tocan nervios políticos, en particular en lo que se refiere a los nativos menos ricos del país anfitrión. En EU la proporción de la renta nacional que va a los más pobres ha estado disminuyendo en las décadas recientes. La desigualdad ha aumentado y los salarios reales de los menos capacitados han caído. La evidencia circunstancial sugiere que los extranjeros, que por lo general trabajan en empleos menos calificados, podrían ser en parte causantes de ello. Según un cálculo, constituyen casi 28% de los trabajadores legales de la construcción en EU y más de una tercera parte de las sirvientas y personal de limpieza.

Bueno, bonito y barato

¿Los inmigrantes empeoran la vida de los nativos pobres? Estudios comparativos de los salarios en ciudades estadunidenses con y sin muchos extranjeros sugieren que éstos no afectan en gran medida el ingreso de los más pobres. George Borjas, de la Universidad Harvard, quien comparó salarios de diversos empleos en los que es más obvio que los inmigrantes compiten con los locales, estimó que la inmigración en EU en las dos décadas previas a 2000 podría haber mantenido los salarios 3% debajo de lo que, de otra manera, habrían estado. Para los menos calificados la diferencia pudo haber sido de 8%. Pero Borjas considera también que el incremento en el número de inmigrantes pudo haber alentado la creación de empleos, lo que redujo el impacto sobre los salarios.

Considerando la inmigración prolongada, argumenta Steven Camorata, del Centro de Estudios de Inmigración, el impacto es continuo. Camorata cree que “al parecer 10% de los más pobres [de los estadunidenses] son quienes salen perdiendo, al ver reducidos sus salarios en quizá 5%”.

Algo peor, dicen los escépticos, es que la inmigración podría limitar las posibilidades de los pobres del país de obtener empleos mejor pagados. En economías cambiantes que recompensan a quien tiene más habilidades, de todos modos es cada vez más difícil ascender en la escala de empleos mal pagados a mejor pagados. Hoy, los inmigrantes, sobre todo los que tienen habilidades y empuje, hacen la vida aún más ardua para los nativos más débiles.

Una segunda preocupación es que los inmigrantes presionan sobre los servicios públicos y el sistema fiscal. Es en escuelas, tabernas y consultorios médicos donde los nacionales se encuen-tran cara a cara con los inmigrantes. Y es a menudo en los niveles local y estatal, que son responsables de esos servicios, donde la hostilidad hacia los migrantes parece más fuerte.

En Grecia, mientras nuevos inmigrantes indocumentados llegan a puntos remotos en la frontera, los funcionarios se quejan de que carecen de fondos para vigilancia y servicios sociales. En EU la hostilidad hacia los inmigrantes es mayor donde recientemente han estado llegando en grandes cantidades, no donde su número absoluto es más alto (cerca de las fronteras o en ciudades grandes, como Nueva York). Varios estados han aprobado nuevas leyes que prohíben a los inmigrantes sin papeles el uso de sus servicios públicos.

No está demostrado que los inmigrantes sean una merma para los servicios públicos en su conjunto. Más bien, a menudo hacen una gran contribución a la hacienda pública. Cuando un trabajador extranjero llega, por lo general siendo un adulto joven, con estudios completos y buena salud, hace pocas demandas de escuelas o clínicas. Un inmigrante con documentos pagará impuestos como cualquier nativo; aun un indocumentado contribuirá con algo (aunque sólo sea con el impuesto sobre el vodka de hierba de bisonte). Si se queda (y muchos no lo hacen), los beneficios disminuirán a medida que envejece, pero al menos ha dado un respiro a su país anfitrión.

Para complicar las cosas, los inmigrantes altamente capacitados contribuyen mucho más con el fisco y con los sistemas de seguridad social que los menos capacitados. Un estudio del Consejo Nacional de Investigación de EU sugiere que los inmigrantes con estudios superiores a secundaria contribuyen, durante toda su vida, con un promedio de 105 mil dólares a las arcas fiscales. En contraste, los menos instruidos tienen una deuda de unos 89 mil dólares con la recaudación. Pero los inmigrantes en conjunto, a largo plazo y tomando en cuenta las contribuciones de sus hijos cuando crecen y obtienen empleos, no son una sangría para los servicios públicos. En particular, en países ricos con mano de obra envejecida, los beneficios de importar trabajadores jóvenes, enérgicos y dispuestos a afrontar riesgos rebasan con holgura los costos.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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