Usted está aquí: martes 15 de enero de 2008 Economist Intelligence Unit Las remesas no son la panacea

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Migración

Las remesas no son la panacea

Ampliar la imagen Un aspirante a llegar a Europa vía España, tras ser detenido el 2 de enero pasado en la isla de Tenerife Un aspirante a llegar a Europa vía España, tras ser detenido el 2 de enero pasado en la isla de Tenerife Foto: Ap

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En los primeros siete años del siglo XX se produjo una cifra relevante. Los extranjeros en Estados Unidos (EU) enviaron a su patria en un solo año 275 mil millones de dólares (mdd), un total no muy lejano al valor de todo el oro extraído en EU. Emplearon los servicios de 2 mil 625 agentes para mandar los fondos, sobre todo almaceneros, panaderos y otras pequeñas tiendas para inmigrantes. Poco más tarde, en 1919, el New York Times se asombró de los números y resaltó que los inmigrantes evitaban los bancos más grandes porque “los italianos, magiares, croatas y eslovacos son extranjeros simples, ignorantes”.

La suma de 275 mdd de 1907 equivaldría a 6 mil 200 millones de dólares en dinero de hoy. Podría parecer mucho hasta que se ven las cifras actuales, del orden de 240 mil mdd. Relegadas algún tiempo, hace poco que las remesas han sido redescubiertas y se han convertido en el tema preferido de los expertos en desarrollo.

Ante el temor, a partir del 11 de septiembre de 2001, de que los terroristas puedan usar transferencias informales para sus actividades, los agentes financieros han tenido que registrarse y someterse a una supervisión más estrecha. Para comprobar lo que los árabes llaman hawala y los chinos fei ch’ien, o “dinero que vuela”, se recomienda visitar la calle Seven Sisters, en el norte de Londres. Con 105 grupos étnicos, esta área es la más diversa. Allí se congrega la mayoría de los 2 mil 700 agentes de remesas certificados del país.

De acuerdo con el reloj en Londres, son las 3 pm en Kampala, capital de Uganda, cuando Julius Mucunguzi entrega 20 libras para que se envíen a su hermana. Su recibo dice que ella podrá retirar 64 mil 800 chelines ugandeses en la filial de la empresa en el centro de Kampala. No hay pago de honorarios, ella puede obtener el efectivo casi de inmediato y la tasa de cambio es razonable (aunque el agente obtenga ganancias por ello). Mucunguzi le envía un mensaje de texto con un código que ella utilizará para recoger el dinero. Estos textos son atesorados en casa. Cuando ella necesita ayuda, suplica: “¡Envíame un número!”

El mecanismo es relativamente simple. Las agencias de transferencia de dinero necesitan, digamos, una oficina en Londres para captar el efectivo y recabar los datos de quien lo envía y de quien lo recibe en el país de destino. Internet proporciona un medio seguro y fácil para enviar un código, especificar la cantidad y comprobar las tarifas. El agente puede invertir el dinero que ha recibido en Londres en otro negocio o mercancías de exportación para venderlas en, por ejemplo, Uganda, donde las ganancias se utilizan para pagar salarios del dinero de las remesas a esa zona. La confianza es vital en este negocio, y el prestigio se forja y crece, de manera oral, entre los mismos emigrantes. La mayor parte de las agencias están registradas, pero algunas ilegales entran al negocio ofreciendo tarifas económicas. Otras prestan dinero a los migrantes para efectuar los envíos, y cobran el rembolso contra la confirmación de que han sido retirados.

Los bancos encuentran difícil competir con estos servicios personales. Un migrante originario de Bangladesh en Irlanda se queja de que se requieren dos semanas para enviar dinero a casa mediante el banco, en comparación con media hora por Western Union. Es posible también que los bancos carezcan de la infraestructura, y sientan que las pequeñas transferencias frecuentes no valen la pena.

Para la mayoría de los países pobres las remesas son más valiosas que la ayuda extranjera. Para muchos otros, representan más que la ayuda y la inversión extranjera directa combinadas. Según Dilip Ratha, experto en remesas del Banco Mundial (BM), las naciones pequeñas son las que ganan más: el dinero de los migrantes representa 27% del PIB de Tonga, estima, y 21% de Haití (ver gráfica 2 para otros ejemplos donde representa aún más).

El total de los flujos globales es discutible. El BM habla de 240 mil mdd por año, mientras un informe reciente del Fondo Internacional de la ONU para el Desarrollo Agrícola (IFAD, por sus siglas en inglés) afirmaba que 300 mil mdd fueron a dar a países pobres en 2006. Tomando en cuenta pagos en especie y el efectivo transportado por viajeros, quizás una de cada 10 personas en el planeta se beneficia de las remesas.

Tan buenas como el oro

Las remesas tienen muchas virtudes. Al enviarse directamente a las familias, el dinero no puede ser robado o malgastado, como pasa con los intermediarios de las agencias de ayuda o los gobiernos. Los flujos son menos volátiles que la ayuda o la inversión, y pueden aumentar con rapidez si la necesidad lo exige. En 2004, asiáticos del sureste en el extranjero enviaron dinero extra a casa después del tsunami. A menudo, los migrantes se sienten moralmente obligados a enviar dinero a su país de origen. En 2007, una investigación del Banco Interamericano de Desarrollo sobre los mexicanos en EU, encontró que tres cuartas partes de ellos ganaban menos de 20 mil dólares, aunque por regla general envían 3 mil 550 dólares a casa al año. Y no sólo a corto plazo: Catherina Newland, del Instituto de Política Migratoria, en Washington DC, señala un estudio sobre 9 mil médicos africanos en EU que envían a casa un promedio de 20 mil dólares al año, algunos después de 20 años de haber salido de su país.

En Londres, Mucunguzi aporta su granito de arena a Uganda al enviar a casa cientos de libras cada mes. Una parte sirve para que su abuelo beba un litro de leche al día y para las facturas de hospital de sus parientes. Otra parte va a la educación. Él está seguro de que sus hermanas siguen acudiendo a la escuela en Kampala sólo por el dinero que envía. Sus padres vendieron sus tierras para financiar sus estudios; ahora él les construye una nueva casa. También invierte dinero en propiedades, compra terrenos y casas en Kampala y en su ciudad natal, Kabale. Después podría establecer un negocio.

Su experiencia es común. El IFAD cree que quizás 90% de las remesas a países pobres se gasta en alimentos, ropa, vivienda, educación y salud. Un estudio de 2007 del BM, que revisó muestras de 2003 en 115 países pobres, halló que cuando las remesas oficiales internacionales se elevaron 10%, la proporción de las personas que viven con menos de un dólar por día descendió 3.5%. Países como Uganda, Bangladesh, Ghana y Nepal vieron los mayores beneficios. El consumo crea empleos también, por ejemplo en el sector inmobiliario. El ministro de Migración de Marruecos, Mohammed Ameur, explica las ventajas: “El impacto es decisivo; tenemos un auge de construcción en el país. Ésta es una salvaguarda importante contra la pobreza y ayuda a modernizar nuestra sociedad rural”.

Aun así, las remesas no necesariamente ayudan a quienes lo necesitan más. Los mayores receptores son países de medianos ingresos; los sitios más depauperados están, por lo general, alejados de los ricos y envían pocos migrantes al extranjero. Además, las familias recipientes son raras veces las más pobres dentro de un país, así que las remesas pueden terminar en personas de medianos ingresos y tener poco impacto benéfico en los habitantes más pobres.

India recaba 24 mil mdd al año, más que cualquier otro país, aunque su diáspora ha estado poco dispuesta a invertir dinero en el país debido a la corrupción, el papeleo y las finanzas complicadas. Como pasa con la ayuda, ingresos petroleros y otras riquezas no ganadas con el trabajo propio, el flujo de dinero podría crear receptores pasivos y dependientes.

Otros gobiernos piensan usar los envíos para aumentar la inversión. India ofrece incentivos especiales a sus emigrantes para invertir. Etiopía también explota a su diáspora en EU, facilitando la inversión. Otros países podrían hacer más para usar el capital enviado. Marruecos debería fomentar la inversión rural, dice Hein de Haas, investigador de la Universidad de Oxford. Los agricultores no confían en sus derechos de propiedad, por lo que gastan las remesas en comprar viviendas, no en irrigación agrícola. En general, a través del río Bravo llegan a México más de 20 mil mdd al año, aunque sólo 25% del capital inicial de las pequeñas empresas en sus pueblos y ciudades proviene de remesas.

De manera inteligente, los gobiernos de los países receptores han omitido cobrar impuestos a los flujos de dinero. En el sector financiero, las remesas son una oportunidad de extender los servicios bancarios y fomentar ahorro, seguro y préstamos. Ahí donde el costo de los envíos de remesas es alto, una mayor competencia podría reducir los precios. Londres ha establecido un sitio web donde pueden compararse los servicios de remesas. Donde hay competencia –países ricos, de medianos ingresos o pobres– el costo tiende a bajar. Pero enviar dinero desde un país de medianos ingresos a otro puede ser dolorosamente caro.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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