Usted está aquí: martes 15 de enero de 2008 Opinión El debate sobre la circuncisión

Javier Flores

El debate sobre la circuncisión

A finales del año pasado se reavivó la polémica sobre la pertinencia desde el punto de vista médico de la circuncisión infantil masculina. El British Medical Journal publicó en diciembre dos puntos de vista: el de Geoff Hinchley, cuya postura es contraria a esta práctica, y el de Kirsten Patrick, quien la justifica. Las dos posiciones han dado pie a gran número de comentarios en la misma publicación y en otras revistas médicas. Me referiré a la segunda postura y a los argumentos que se esgrimen para respaldar esta intervención médica.

Patrick reconoce que: a) la circuncisión es uno de los procedimientos quirúrgicos más comunes realizados en hombres, aunque existen muy pocas indicaciones médicas para practicarla y b) en las naciones de habla inglesa y los países musulmanes se lleva a cabo principalmente en niños. Estos dos aspectos ameritan un comentario, pues significa aceptar que la ablación quirúrgica del prepucio (piel que recubre el glande del pene) se realiza en el mundo más por razones religiosas que de tipo médico, y que se efectúa en recién nacidos y menores, obviamente sin su consentimiento.

No obstante, el autor señala que las razones que esgrimen los opositores, como los daños de tipo físico y sicológico consecutivos a este procedimiento, son equivocadas, pues existe fuerte evidencia que muestra que la circuncisión es benéfica desde el punto de vista médico, y que cuando la realizan personas competentes implica muy bajo riesgo. Las complicaciones o efectos adversos son esencialmente desconocidos, afirma, ya que la mayor parte de las intervenciones no se registran; algunos estudios las sitúan apenas entre 0.2 y 3 por ciento. Añade que no existe investigación sólida de largo plazo que muestre efectos sicológicos de la circuncisión realizada en niños y que los datos referidos son puramente anecdóticos.

Kirsten Patrick señala que este procedimiento no puede ser comparado con la circuncisión femenina (como afirman algunos opositores), pues ésta es una mutilación genital sin ningún beneficio médico, con alta probabilidad de dolor, complicaciones médicas a corto y mediano plazos y cicatrices o estigmas sicosexuales, lo cual la hace inaceptable.

Al abundar sobre el dolor en el caso de la circuncisión masculina, cuando se realiza con anestesia local –explica el autor–, puede compararse con el que produce la inyección correspondiente a la aplicación de una vacuna, en cuyo caso (el de la vacunación) se insta a los padres a inmunizar a sus hijos sin consentimiento de éstos, aunque el procedimiento conlleva el riesgo de efectos adversos como pueden ser la anafilaxia y la meningitis séptica.

Estos ejemplos de Patrick requieren también un comentario, ya que se orientan a mostrar que hay procedimientos médicos que suelen practicarse sin el consentimiento de los menores, a pesar de que impliquen riesgos, sólo que hasta donde se sabe ninguna modalidad de vacunación implica la ablación de tejido.

Pero la solidez de sus argumentos se orienta a justificar la circuncisión como medida de prevención; por eso no son casuales sus analogías con las inmunizaciones. De acuerdo con él, los circuncidados son menos propensos a adquirir: a) la infección por el virus del papiloma humano, lo que se asocia con bajo riesgo de cáncer cervical en mujeres y b) la infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH)… en la población africana.

Geoff Hinchley señala que la circuncisión masculina no está prohibida en ninguna parte del mundo y que el procedimiento no pasa por regulaciones que impliquen la decisión de los pacientes o sus familiares; de este modo los médicos no tienen un compromiso ético. Patrick se manifiesta en desacuerdo con esto, pues considera importante ayudar a los padres a buscar un operador competente en lugar de recurrir a los servicios de circuncisión no regulados.

Se trata de un debate que continuará durante los próximos años. Es un caso muy interesante en el que se pretenden hacer coincidir, en el siglo XXI, motivaciones de tipo ritual con beneficios sobre la salud. Aunque en mi opinión, argumentos como los que se han descrito difícilmente encontrarán sustento en los avances médicos y científicos que se avecinan.

Mi solidaridad con Hermann Bellinghausen

 
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