Usted está aquí: viernes 18 de enero de 2008 Opinión La suspensión del diálogo EZLN-gobierno

Jaime Martínez Veloz/ II y última

La suspensión del diálogo EZLN-gobierno

Al presentar la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) a las partes en conflicto la iniciativa de ley en materia de derechos y cultura indígenas, el EZLN respondió que aunque la propuesta no incluía todos los contenidos a los que aspiraba, la aceptaba, e incluso el subcomandante Marcos planteó a la comisión legislativa que una vez aprobada en el Congreso de la Unión, en marzo de 1997, se estaría en posibilidades de firmar un protocolo de paz anticipado, permitiendo así que los siguientes temas de la agenda se desahogaran sin tensiones de carácter militar.

La respuesta del gobierno federal a la iniciativa de la Cocopa fue en el sentido inverso a la postura zapatista; el presidente Ernesto Zedillo desconoció los términos ya aprobados por sus representantes y rechazó absolutamente la iniciativa, aduciendo primero “imprecisiones de técnica jurídica” y posteriormente en forma abierta se manifestó contra los temas de fondo.

Esta negativa a cumplir lo pactado provoco el alejamiento de las partes y dentro del gobierno federal se fortaleció la estrategia contrainsurgente de alentar a sectores indígenas a confrontar con violencia a los zapatistas, con desastrosos resultados para las comunidades y el proceso de paz; la tragedia de Acteal es resultado de esa estrategia. La Cocopa fue reducida a su mínima expresión y prácticamente se quedó sin materia a partir de la negativa gubernamental de cumplir los acuerdos pactados.

Al asumir Vicente Fox Quesada la Presidencia de la República turnó al Congreso de la Unión la iniciativa de ley elaborada por la Cocopa en materia de Derechos y Cultura Indígenas, defenestrada por su antecesor.

La presentación de la misma se produjo en un contexto caracterizado por amplia movilización social alrededor del movimiento zapatista. No exenta de dificultades, la marcha nacional zapatista arribó al Distrito Federal entre grandes expectativas. La presencia de la comandancia zapatista en la tribuna del Congreso de la Unión fue un hecho inédito, logrado mediante un consenso entre todos aquellos que pensamos que el sistema político mexicano no incluye plenamente a todos los mexicanos. Sin embargo, la decisión presidencial de turnar la iniciativa en materia indígena careció del acompañamiento indispensable para que sus efectos se convirtieran en alicientes para la paz; el texto que aprobó el Congreso excluyó partes sustantivas en esa materia ya acordadas en los cónclaves de San Andrés Larráinzar, lo cual fue interpretado por el EZLN como una traición de toda la clase política.

Posteriormente, el EZLN realizó un repliegue táctico, se crearon las juntas de buen gobierno que conducen trabajos de concertación de esfuerzos, procesamiento pacífico de diferencias comunitarias y articulación de trabajos colectivos en las zonas zapatistas. Estas formas novedosas de organización han constituido una valiosa aportación zapatista a la gobernabilidad chiapaneca y al entendimiento con otros núcleos indígenas que comparten su vida y quehaceres en la misma zona de influencia zapatista.

Durante la campaña electoral federal de 2006, el EZLN realizó un recorrido por el territorio nacional que denominó la otra campaña, con el cual hizo patente su distanciamiento de la izquierda electoral y mantuvo contacto con contingentes de simpatizantes zapatistas en un esfuerzo por integrar como eje un movimiento nacional.

Las causas que provocaron la insurrección encabezada por el EZLN hace 14 años no se han modificado sustantivamente, a pesar de lo actuado durante todo este tiempo, incluyendo muchos esfuerzos sinceros por lograr cambios perdurables en beneficio de todos los chiapanecos.

Parece que imperaron criterios que ahora no se atreven a decir su nombre, pero que desde un principio apostaron a que la fatiga y el desgaste terminarían por desmembrar a los insurgentes, condición para la restauración del viejo orden, inaceptable por injusto.

Esos vaticinios fallaron, por eso ahora nadie reconoce su paternidad; fue mucho lo que estuvo en juego en el pasado reciente, los equilibrios de las armas son frágiles e inestables, y si en Chiapas no se rompieron fue gracias a la lealtad de muchos, en especial a la actitud responsable del EZLN. Hoy después de 14 años del levantamiento armado, el zapatismo sigue vigente, organizado y con capacidad de iniciativa política.

En la actualidad parece lejana la posibilidad de que se dé un rencuentro de las partes, pero creo que la contribución realizada por el EZLN al desarrollo del Estado y a colocar en el centro del debate nacional los temas de la agenda de una reforma democrática del Estado deben ser valoradas en su justa dimensión por las instituciones nacionales que ante la historia están en deuda con los pueblos indígenas de México.

La suspensión del diálogo en Chiapas tiene su origen en la actitud irresponsable de un gobierno que pactó frente a la nación unos acuerdos y meses después, con una actitud cínica, los rechazó. El presidente de México que duplicó la deuda de México, que creó el Fobaproa, que entregó los satélites, ferrocarriles, aeropuertos y cuanto se pudo a empresas trasnacionales, tuvo la desfachatez de afirmar que los acuerdos de San Andrés atentaban contra la soberanía nacional. Acteal, paramilitares, incumplimiento y órdenes de aprehensión contra la dirigencia zapatista son el distintivo del gobierno de Ernesto Zedillo.

Reponer el procedimiento legislativo para aprobar la iniciativa de ley en materia indígena en los términos acordados en San Andrés Larráinzar sería un motivo inicial para reabrir el debate. No obstante, esto, que parece tan sencillo, está muy alejado de las preocupaciones de la clase política mexicana. Los hechos lo demuestran. Ojalá que cuando les regrese la memoria no sea demasiado tarde.

 
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