Usted está aquí: viernes 25 de enero de 2008 Opinión Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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Luz y sombra de LFC

Su privatización, otro bocado para el neoliberalismo

El juego perverso de la derecha

Fue como si la ciudad perdiera el alma. A eso de las 11 de la noche, los bares y los restaurantes de las colonias con mayor número de locales dedicados a la reunión de los amigos, por decirlo de alguna manera, estaban vacíos, algunos sin luz, otros apenas con velas, pero sin ruido, sin ánimo, destilando soledad.

Las calles estaban, también, sin el tránsito acostumbrado, aunque el atasco vehicular durante las horas de la tarde del viento negro, el miércoles que pasó, había causado cuando menos tres horas de congestión en las arterias más transitadas de la ciudad. Árboles caídos, ramas que obstaculizaban el paso de vehículos y peatones, y sujetos enloquecidos que, sin las acostumbradas órdenes del semáforo, lanzaban sus autos contra quienes se interponían en su camino.

El ventarrón espantó a la gente, pero la carencia de energía eléctrica causó el silencio. La penumbra se tragó los encuentros programados, las citas de café, el traslado de un lado a otro. Todo se quedó quieto, ensombrecido. La gente caminó como ausente, solitaria, nadie conocía a nadie, nadie hablaba con nadie. Todos eran extraños.

Pero quienes dirigen el país han tratado de ir menguando la existencia de la empresa estatal Luz y Fuerza del Centro para, como en otras partes del mundo, entregarla a los intereses privados, habitualmente extranjeros, como parte de la tarea que exige el neoliberalismo a sus discípulos, a sus apóstoles.

Por eso se quedó Nueva York sin energía aquel 14 de agosto de 2003, y luego la ciudad de Los Ángeles, el 12 de septiembre de 2005. La energía eléctrica, allá, está en manos privadas. Pero eso importa nada para un gobierno que pretende robar los bienes de todos para entregarlos a unos pocos.

Las campañas mediáticas que suponen la ineficiencia de las productoras de energía del Estado, se niegan sistemáticamente a reconocer que el gobierno de derecha ha ido restando recursos a la empresa que hasta ahora surte de fluido eléctrico al Distrito Federal, y algunos de los municipios conurbados del estado de México.

Esa falta de recursos –lo mismo pasa con Pemex– provoca, necesariamente, que el mantenimiento y la modernización en los bienes materiales de la empresa fallen una y otra vez, sin que al gobierno le importe lo que suceda con los usuarios, a fin de cuentas se trata de crear una opinión pública que esté de acuerdo con la privatización, cansada de la ineficiencia provocada por el propio gobierno.

El juego es perverso, como se quiera ver, pero podría ser roto, por ejemplo, por el Poder Legislativo federal, que de una vez se niegue a seguir los caminos que traza, en ese y otros sentidos, el gobierno de derecha, para abrir las puertas a la eficiencia de un bien que es de todos, y que todos deberíamos defender.

Y cuidado, no se quiera confundir a la gente con el discurso de la ineficiencia de la empresa Luz y Fuerza del Centro –sus trabajadores sindicalizados son de la mayor calificación posible– mejor preguntemos al gobierno por qué se niega a dar los dineros que le hacen falta a ese bien público que tanto se necesita.

De pasadita

Además del circo en que han convertido los actuales diputados a la Asamblea Legislativa, se debería echar un ojo a las cuentas de los gastos que realiza esa representación, porque hay cosas que no parecen ser muy transparentes. En el manejo de los recursos está empeñada una buena parte de la carrera política de muchos de los que hoy se sientan en la curul, y que podrían haber abusado de los dineros de la ALDF. Ya seguiremos con el tema.

 
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