Usted está aquí: sábado 26 de enero de 2008 Opinión Ese elusivo campo mexicano

Gustavo Gordillo
http://gustavogordillo.blogspot.com/

Ese elusivo campo mexicano

El TLC. La negociación del TLC en su capítulo agropecuario permitió que los productos sensibles de México: maíz y frijol tuvieran un periodo de desgravación más amplio (15 años originalmente con dos años de gracia) que los 10 años para los productos sensibles de los otros dos países: productos lácteos para Canadá y naranja y azúcar para Estado Unidos. En el fondo la preocupación subyacente sobre todo para los negociadores americanos era el efecto que el capítulo agropecuario pudiera tener en el incremento de la migración ilegal a Estado Unidos. Se entendía que el gobierno mexicano estaría preparando un paquete de políticas públicas que acompañarían durante esos 15 años la adaptación de la agricultura mexicana a las nuevas condiciones. El proceso de desgravación establecía los llamados cupos de importación y el pago de aranceles una vez que las importaciones superaran el cupo. La devastadora crisis económica de 1994 congeló los recursos públicos que se canalizaron al campo durante al menos una década y llevó a una visión de muy corto plazo en la atención a los problemas del campo. La verdad es que desde 1995 y hasta hoy el tema del campo ha ocupado un lugar absolutamente secundario en la agenda de las elites políticas mexicanas. En cambio, decir que las organizaciones rurales no se han ocupado de defender sus intereses, alertar sobre los problemas que ha traído consigo la apertura comercial y proponer alternativas de solución; es faltar totalmente a la verdad. Si algo ha habido desde 1995 hasta nuestros días ha sido una constante movilización, generalmente en los ámbitos locales pero también en algunos momentos en movilizaciones nacionales.

La diversidad rural. La rapidez con la que los negociadores estadunidenses aceptaron el plazo más amplio de desgravación para los productos sensibles mexicanos tenía que ver con el hecho que casi todos los modelos de equilibrio parcial que se habían hecho sobre la agricultura mexicana en universidades americanas pronosticaban un nivel extraordinariamente elevado de campesinos empujados a migrar del campo. Estos modelos tenían un supuesto que no se sostiene en la realidad: que todos los productores maiceros producen toda su producción para el mercado. En un libro publicado por el Fondo de Cultura Económica (1999) los profesores de la universidad de Berkeley, De Janvry y Sadoulet y yo planteamos como resultado de dos vastas encuestas nacionales sobre el sector ejidal que entre los maiceros: 28 por ciento vendían en el mercado pero no compraban, 27 por ciento compraban pero no vendían, 13 por ciento compraban y vendían y 31 por ciento eran productores de autoconsumo. Por tanto el efecto de la apertura comercial estaba fuertemente diversificado según el tipo de productor y su inserción en el mercado de productos. Los resultados de las encuestas nos llevaron a postular una idea conocida en la literatura especializada pero ignorada por los diseñadores de políticas públicas. La retracción en las intervenciones estatales incentivaba la emergencia de una economía campesina diversificada pero articulada sobre todo con los mercados laborales. Esta economía se caracteriza por un uso amplio de mano de obra familiar, sistemas de cultivo intercalado, integración selectiva a los mercados de productos, aumento de cría de ganado como mecanismo de ahorro y seguro, y una fuerte orientación a la migración internacional. Todo lo anterior –independiente de las cifras actualizadas que deben ser muy reveladoras- pone el acento en un tema vital. El campo mexicano está muy diversificado, compuesto sobretodo de pequeños productores familiares que requieren políticas, instituciones y sensibilidades mas orientadas a fomentar esa diversidad en vez de imponer políticas homogeneizantes que rompen la lógica de reproducción rural.

El corazón del debate no es el TLC sino el gobierno y las elites políticas. Lo que resulta inadecuado, porque desvía la atención sobre el problema central que confronta el país respecto al campo, es centrar las propuestas de solución en el TLC y la renegociación de su capítulo agropecuario. Por cierto que creo que debe discutirse seriamente la renegociación del TLC, incluyendo su capítulo agropecuario porque además de los efectos sobre el campo; en las elecciones primarias en Estados Unidos todos los precandidatos demócratas ha puesto diversas objeciones al TLC y se han comprometido a revisar los tratados comerciales introduciéndoles mayores candados en materia laboral y ambiental. De lado republicano aunque favorables al libre comercio de productos y servicios, su profundo prejuicio en contra de la migración mexicana los lleva también sin proponérselo a la revisión de los tratados comerciales. De suerte que habrá a fines del año un ambiente en Estados Unidos con dosis importantes de proteccionismo conforme se profundice o no su crisis económica. Por esa razón deberíamos de prepararnos en México ante una eventual presión por renegociarlo por parte de la nueva dirigencia americana electa en noviembre de este año. Lo anterior no debe diluir el verdadero origen de los problemas que confronta el campo mexicano. Un gobierno que se retrae de sus obligaciones para impulsar el desarrollo del campo y una elite política que solo se ocupa del campo cuando estallan los problemas o cuando se trata de recurrir durante elecciones al clientelismo político.

El World Bank Report 2008. No deja por ello de ser sintomático que el reporte sobre desarrollo 2008 del Banco Mundial contenga un juicio sumario que es relevante para el debate en México. Dice el reporte: “El ajuste estructural en los ochenta desmanteló un elaborado sistema de agencias públicas que proveía a los campesinos con acceso a la tierra, al crédito, a los seguros, a insumos y a formas cooperativas de organización. La expectativa que removiendo la presencia del Estado, estas funciones serían retomadas por agentes privados no ocurrió en muchos casos… Mercados incompletos y vacíos institucionales impusieron costos enormes en [términos de] un crecimiento que se frustró y pérdidas en bienestar para los pequeños productores, amenazando su competitividad y, en muchos casos, su sobrevivencia”. Seguiré con este tema en mi siguiente contribución.

 
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