Usted está aquí: martes 29 de enero de 2008 Sociedad y Justicia Deploran que un patrimonio histórico haya sido convertido en sitio elitista

El ex convento de Santo Domingo, “decisivo en la historia mexicana”, afirman

Deploran que un patrimonio histórico haya sido convertido en sitio elitista

Laura Poy Solano /II y última

Ampliar la imagen El ex convento de Santo Domingo de México fue "una auténtica universidad a la altura de las mejores del mundo", asegura Santiago Rodríguez, fundador del archivo histórico de los padres predicadores. Ahora es alquilado para actividades sociales suntuosas. Imagen de archivo El ex convento de Santo Domingo de México fue “una auténtica universidad a la altura de las mejores del mundo”, asegura Santiago Rodríguez, fundador del archivo histórico de los padres predicadores. Ahora es alquilado para actividades sociales suntuosas. Imagen de archivo Foto: José Antonio López

Décadas de abandono e indiferencia de autoridades federales y capitalinas para rescatar un patrimonio histórico favoreció que los predios en que fue dividido el ex convento de Santo Domingo “primero quedaran en manos de las mejores familias del México independiente, y lentamente cayeran en el olvido, hasta convertirse en vecindades totalmente deterioradas”.

Santiago Rodríguez, fraile dominico y fundador del archivo histórico de la orden de los padres predicadores, señaló que la riqueza cultural e histórica de los terrenos ubicados en la calle de Leandro Valle “son parte viva del pasado, no sólo de una orden de frailes, sino de una etapa decisiva en la historia mexicana”.

El convento de Santo Domingo de México, afirmó en entrevista con La Jornada, no sólo fue un centro de oración, “sino una auténtica universidad a la altura de las mejores del mundo, que reunió a brillantes teólogos, filósofos y, aunque por breve tiempo, a fray Alonso Lope de Herrera, El Divino, quien quizá sea uno de los mejores pintores de su época”.

De su estancia de más de 20 años en el convento y templo de Santo Domingo, recuerda a los habitantes del barrio que, “aunque pobres, nos conocíamos bien, y los frailes nunca tuvimos problemas con la gente de la zona; al contrario, desde los años 60 del siglo pasado funcionó un dispensario, en Leandro Valle número 11, que permitió no sólo la consulta médica a los más empobrecidos, sino también se les daba la medicina adecuada sin costo”.

Deterioro acelerado

De su llegada a mediados de la década de los 60 recuerda que “aún estaban en pie algunas casas no tan deterioradas, pues se sabe que desde los años 40 del siglo XX las mejores familias comenzaron a abandonar los predios para trasladarse a nuevas colonias, como Polanco, Roma y Juárez”.

Es evidente, indicó, que un declive tan grande de casas y predios “no se dio de un día para otro; por el contrario, fue un largo proceso que primero alentó el abandono y luego el sistema de rentas congeladas, con lo que llegaron inquilinos de escasos recursos que no tenían dinero para mantener los inmuebles”.

El rescate del templo, obra impulsada en gran medida por Julián Pablo, actual provincial de la orden, “ha sido muy acertada y ha permitido recuperar su belleza y magnificencia, pero no se pudo rescatar prácticamente nada de los predios de Leandro Valle, fuera de la casita que ahora ocupan los frailes como vivienda, pero del resto de lo que fue el conjunto conventual sólo quedan vestigios”.

La copia de un mapa que data de mediados del siglo XVIII, antes de la división en lotes del ex convento, “nos detalla lo que debió haber sido el conjunto conventual con toda su riqueza arquitectónica, pues lo que hoy aparece como ventanales del predio de Leandro Valle 20, donde se ubicó la Biblioteca Nacional de Educación (BNE) del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), no eran sino puertas que comunicaban a una gran escalera que daba al Patio de los Generales, y que en su pasillo superior comunicaba con distintos espacios del convento”.

Destacó que las primeras acciones de rescate y restauración de la zona comenzaron en 1967, con la construcción de los arcos que rematan la calle de Leandro Valle y cierran la plaza de Santo Domingo, pero que en los planos indica que “debieron construirse tres metros más abajo, ya que ahí estaba la antigua portería del convento y marcaba el inicio de los espacios destinados a la vida comunitaria de los frailes”.

Antes de que comenzara la “restauración” del predio de Leandro Valle 20, a principio de los años 90, era una vecindad que llegaba hasta la calle Chile, que “si bien podía ser un poco insegura, para los frailes nunca fue un problema, porque la gente nos conocía y estimaba; además, se trataba de las personas que continuamente iban al templo y conocían el trabajo que realizaban los dominicos en la zona”.

Pintura mural, palmeras y mármol

Eugenio Torres Torres, director del Instituto Dominicano de Investigaciones Históricas, afirmó que durante el proceso de restauración del predio de Leandro Valle 20, en el cual se instaló la BNE en 1995, el sindicato magisterial “nunca se ha acercado al instituto ni conocemos cuál será el proyecto de restauración de las pinturas murales que tenemos entendido existen en lo que fue el refectorio del convento”.

Agregó que el instituto trabaja en una investigación sobre el proceso de elaboración de estos murales, y “creemos que en breve se podrá presentar toda la información que hemos reunido en torno a las obras que se realizaron en el convento durante el siglo XVIII, lo que podría arrojar mucha luz sobre el valor artístico de las mismas”.

Sin embargo, reconoció que desde la primera etapa de restauración, a principios de la década de los 90, “no hemos tenido ningún contacto con las autoridades, por lo que desconocemos cuáles fueron los criterios que aplicaron para la recuperación del inmueble ni en qué estado se encuentra”.

Al respecto, Carlos Ramírez Sandoval, ex director de la BNE, aseguró que en el inmueble era muy evidente que existían pinturas murales, pero “estaban cubiertas con cal, que es una manera de preservarlas. Iniciamos un periodo de restauración con el auxilio del Instituto Nacional de Antropología e Historia, pero quería cobrar más caro que restauradores particulares, y no se pudo concretar el remozamiento por los costos tan altos”.

Sin embargo, indicó, “lo hicimos del conocimiento de la Secretaría de Educación Pública (SEP), a la que correspondía abocarse a la restauración, cosa que no sucedió desafortunadamente en el tiempo que estuve ahí (1995-2000), pero documentamos los murales, mandamos escritos oficiales en nombre del SNTE dirigidos a Miguel Limón Rojas, entonces titular de la SEP, solicitándole su intervención para que se restauraran los murales”.

Agregó que la restauración del predio de Leandro Valle 20 fue encargada a “dos arquitectos mexicanos formados en Italia, quienes realizaron una magnífica labor, porque se hizo con un criterio diferente, de no reconstruir de acuerdo con los planos, sino de aprovechar la magnificencia del inmueble, utilizando materiales modernos; por ejemplo, mármol o las escaleras de hierro forjado, que casi son un réplica de los grabados italianos de los siglos XVII y XVIII”.

A ello se sumó la instalación de palmeras africanas; aunque reconoció que “la mitad estaban muertas y las tuvimos que pintar de verde, “que obtuvimos con ayuda del SNTE, porque son carísimas”; además, se requiere una fuerte suma para mantenerlas libres de plagas, pero afortunadamente las encontramos en un vivero que tiene una experiencia de 50 años en aclimatarlas”.

Las conservamos, abundó, porque las palmeras le dan un aspecto “casi surrealista, pero espléndido, al Patio de los Generales, que permite romper con la austeridad del edificio y recobrar un ambiente plácido y moderno”.

Acervo perdido

Antes de cerrar sus puertas, la BNE logró reunir un acervo de 60 mil libros, 5 mil películas y 200 obras pictóricas de artistas como José Luis Cuevas, Martha Chapa y Manuel Felguerez, entre otros, quienes presentaron su obra en la sala de exposiciones del inmueble, y a quienes se solicitaba “dejar en donación alguna de sus obras”, aseguró Ramírez Sandoval.

Afirmó que “cuando me dijeron que habían autorizado mi liquidación dejé un archivo completo, porque se documentó todo el acervo, y antes de abandonar el cargo intenté entregarle a Rafael Ochoa Guzmán, quien ya era secretario general del SNTE, las actas y los archivos, pero nunca me citó para recibirlos; entonces, los dejé con el jefe administrativo, y nunca más supe algo al respecto”.

En ese momento, agregó, la mayoría de los trabajadores de la biblioteca pensaron que el proyecto continuaría. “Yo mismo lo pensé. Nunca hubo un acercamiento con Elba Esther Gordillo, porque estaba en otras actividades y se manejaba por conducto de los secretarios generales”.

Enfatizó: “supongo que ya tenía otros proyectos, cosa que se demostró poco después al cerrar totalmente la biblioteca del magisterio”.

Lo que siguió después, aseveró, es que “un magnifico edificio histórico se convirtió en un exclusivo espacio para actividades sociales, pero sólo para la elite que puede pagarlo”.

 
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