Usted está aquí: viernes 1 de febrero de 2008 Opinión Feminismo y neoliberalismo

Gabriela Rodríguez
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Feminismo y neoliberalismo

Como desafío al Foro Económico Mundial de Davos, pienso que el Foro Social Mundial (FSM) que se llevó a cabo la semana pasada en más de 70 ciudades del planeta es la más grande fuente de energía vital para detener el régimen neoliberal. Un espacio plural y no confesional, no gubernamental y no partidista para debatir ideas democráticamente, compartir experiencias libremente, fortalecer la cohesión y formular propuestas efectivas. Tal como afirmó Eduardo Correa, profesor universitario y miembro del comité organizador: “representa la vinculación del movimiento nacional y el desarrollado a escala internacional contra la globalización neoliberal..[… ] existe un análisis constante de las tendencias de resistencia internacionales a fin de aprender y establecer redes articuladas de proyectos alternativos. Esperamos que a partir de ahora se fomenten los intercambios de estrategias para crear un espacio de formación política común”.

Cuando estamos sufriendo intestinas divisiones entre grupos y movimientos de izquierda, tensiones irreconciliables dentro y fuera de los partidos, el aliento del FSM realizado en el Zócalo de la ciudad de México demuestra que es posible superar las divisiones y cohesionarse respetando las diferencias, que existe un potencial de diálogo y organización horizontal de ciudadanas y ciudadanos mexicanos para evitar el desmantelamiento del país, para defender conquistas históricas importantes: la soberanía alimentaria, los recursos energéticos, los derechos humanos de todos y todas.

Como participante en la mesa sobre los derechos humanos de las mujeres, argumenté por qué es sustancial el movimiento feminista en la lucha contra el régimen neoliberal. El movimiento coloca al cuerpo como la expresión más material y concreta del bienestar y del ejercicio de las libertades; en el cuerpo se materializa el trabajo y el placer, la fuerza productiva y el ocio, la decisión de dónde ir, a quién amar, con quién vivir, tener o no tener hijos, cuántos. Por lo mismo, el cuerpo es hoy el principal blanco de ataque de la nueva derecha, de la local y la internacional.

Las mujeres son más vulnerables a la explotación por su condición de madres y cuidadoras de la familia. La mano de obra barata se concentra en mujeres que buscan conciliar su trabajo doméstico y productivo en trabajos informales y de ambulantaje, maquila y trabajo a domicilio, sin horario ni prestaciones; los abusos se expresan en cansancio y enfermedades por la explotación laboral. Las jóvenes que migran generalmente se emplean como trabajadoras domésticas o sexoservidoras en sus lugares de destino; las que se quedan son mujeres abandonadas. Otras formas de represión a líderes y activistas sociales van también contra la integridad corporal, cuerpos violados por policías y militares (Ciudad Juárez, Atenco, la APPO, Zongolica, Coahuila, Chiapas).

Desde el feminismo se ha denunciado que con estas medidas se busca el silencio, la ignorancia y la sumisión. Métodos más sofisticados y abstractos promueven esas actitudes. El integrismo y el fundamentalismo religioso están invadiendo el terreno de las políticas públicas. El integrismo consiste en convertir los principios religiosos personales en modelo de la vida política y fuente de las leyes del Estado. Está de moda entre los políticos conservadores, cristianos y republicanos en Estados Unidos, católicos y panistas en México; también hay integristas de izquierda que han movilizado a comunidades con valores de inspiración católica. El fundamentalismo es más radical y también se hace presente en la clase política de nuestro continente: consiste en rechazar toda acción que intente minar la fe en el texto sagrado (o bíblico) y pretende imponer una interpretación literal de las Escrituras. Se ha recurrido tanto al integrismo como al fundamentalismo para fomentar la movilización política, la estrategias actuales se han enfocado en la educación y las campañas publicitarias, se promueve la abstinencia sexual hasta el matrimonio, la agenda contra los derechos reproductivos de las mujeres (anticonceptivos, aborto), el rechazo a derechos sexuales de homosexuales y lesbianas, el fomento al matrimonio, al rol tradicional femenino y la familia natural (heterosexual) y perpetua.

Hoy los políticos conservadores, integristas y fundamentalistas buscan una mayor influencia en la escuela pública, en las políticas sociales y en los medios de comunicación. Esperamos que los recientes movimientos en la Secretaría de Gobernación no busquen reforzar esas líneas.

¿Qué sería de nosotros sin los movimientos de resistencia? ¿Qué ilusiones tendríamos sin las movilizaciones que reaccionan y se organizan frente al régimen neoliberal? ¿Con qué ilusión nos levantaríamos cada mañana si no creyéramos que otro mundo es posible?

 
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