Usted está aquí: domingo 3 de febrero de 2008 Cultura El orden caótico de José Ángel Leyva

Bibliotecas personales

Es triste, cuando quieres regalar revistas te dicen que estás tirando tu basura

El orden caótico de José Ángel Leyva

“Pierdo libros en la ingenuidad de prestarlos y creer que me los van a devolver”

Mi biblioteca es un centro de trabajo íntimo donde voy de pila en pila de ejemplares

Ericka Montaño Garfias

Ampliar la imagen José Ángel Leyva, los libros son un placer que requiere ser compartido José Ángel Leyva, los libros son un placer que requiere ser compartido Foto: Carlos Cisneros

En libreros o en pilas, en la sala o en el estudio, ordenados por temas, libros y revistas se acumulan “en un orden caótico”. El dueño de esa biblioteca, que es poeta, editor y promotor cultural, ataja a la primera: “no soy un bibliófilo ni un bibliómano”. Es el espacio de los libros de José Ángel Leyva.

Los libros llegan a su biblioteca personal por varias razones: porque los compra, se los regalan sus amigos escritores, se los dan en los encuentros a los que asiste en diferentes países o por su actividad editorial. Sin embargo “mi ambición no es tener una biblioteca ordenada, organizada, aunque sé que son muy bonitas, pero mi relación con los libros ha sido más bien caótica e inmediatista. Creo que mi vida va siendo marcada cada vez más por el vértigo, la necesidad, esos pulsos que me van exigiendo que cambie de canal y me hacen moverme de pila en pila de libros según como los voy requiriendo. Para tener una biblioteca bien organizada hay que hacer una inversión en alguien que venga, que revise, y aplique una curaduría”.

La mía, añade, no es una biblioteca valiosa en cuanto a la edición o la presentación de los volúmenes. “Es una biblioteca valiosa para mí, exclusivamente, aunque cuando vienen mis amigos se quedan aquí (en el estudio) y luego desaparecen libros me digo: ‘mira, también son valiosos para otros’”.

La biblioteca está distribuida por toda la casa desde la sala, hasta el estudio, muchos en la planta baja, otros más en la planta alta. Pero el lugar favorito que eligen los ejemplares para acumularse es el espacio de trabajo de José Angel: el estudio. “Es una biblioteca de trabajo, por lo tanto el orden es caótico y yo trabajo de esa manera. Tengo aquí todo acumulado. En el clóset también hay libros”, dice mientras señala las puertas blancas que ponen el límite al cuarto.

Ante la acumulación ha buscado la forma de darle salida a los libros que ya no ocupa, a veces en los talleres de creación literaria que organiza, pero poco o nada se apoya en la donación de libros y revistas por la razón de que muchas veces se piensa que lo que se va a donar, a bibliotecas, por ejemplo, es ya basura.

“Es muy difícil colocar los libros. Es paradójico que en un país donde hay tanta necesidad, hay tanto vacío en torno a la lectura, cuando uno quiere donar colecciones de revistas como esta que tengo aquí, la gente no las acepta. Cuando quieres regalar algo te dicen que estás regalando tu basura, no le otorga el significado que tiene. Sin embargo esa basura, ese reciclaje, está de moda, se están abriendo librerías de usado por todos lados y te das cuenta que hay demanda, que hay mercado, que hay compradores para estos libros.”

Con los problemas de espacio que todos tenemos, agrega, una forma “a la que aún no he recurrido” es la de ir tirando lastre en los aeropuertos, los hoteles, “cuando deberíamos quizá crear un mecanismo donde todos estos libros que tienen una utilidad y un valor se encausaran”.

En su casa, clasificados y distribuidos en diferentes muebles, se encuentran libros de poesía, crítica literaria, divulgación de la ciencia, ciencias sociales, arte, literatura latinoamericana, filosofía, sociología, antropología, y un montón de papeles, engargolados y en carpetas “que uno no tira al pensar que en algún momento se van a consultar”. También hay varias cajas llenas de libros debajo de las escaleras.

–¿Cuándo te diste cuenta de que necesitabas un espacio para tus libros?

–Desde muy joven, desde que comencé a sentir una relación de propiedad en torno a los libros, pero esa propiedad no tiene que ver con un carácter exclusivista y excluyente, sino al sentido de propiedad de que puedo disponer de ese libro, regalarlo, compartirlo, hacerlo circular. Para mí los libros están ligados a una necesidad y a un placer y ese placer requiere ser compartido porque ese es mi espíritu, mi forma de ser.

“He perdido muchísimos libros en esta ingenuidad de prestar el libro y creer que me lo van a regresar. Yo soy doblemente tonto porque sigo creyendo y me juro y me perjuro que no lo vuelvo a hacer, y tengo la lista de las personas a las que les presto los libros y después se me pierden las dichosas listas. He perdido esos libros en el sentido de no tenerlos conmigo, pero si se cumple esa función de darle a otra persona la información que a mí me dio me doy por satisfecho. También se pierden libros en los divorcios; pero no tengo esa relación con el libro en la que siento que se va una parte de mí.”

Sin la menor idea de cuántos libros conforman su biblioteca, el poeta subraya el carácter que para él tiene el libro: “es un objeto, un instrumento, una herramienta; para otras personas tiene un sentido que atiende a un espíritu de coleccionista. Y también de pronto, para otra gente, un carácter suntuario o tiene que ver con un sentido estético; para mí no. Para mí los libros son un instrumento útil para la necesidad que en ese momento está surgiendo”.

–¿Cuál es la utilidad de una biblioteca personal?

–No tener que desplazarme, y disponer de lo que necesito para los proyectos de mediano, corto y largo plazo. Hay libros que tengo aquí vislumbrando proyectos de más largo plazo, otros que están en la inmediatez, incluso libros fotocopiados porque no los encuentro, tengo unos que fotocopié y después conseguí los libros, por ejemplo los de Rodolfo Hinostroza, poeta peruano cuyos libros no estaban en México. Es esencialmente esa relación de intimidad con el contenido; para mí el libro como objeto no es tan importante aunque le doy también su valor, pero esencialmente es su contenido.

Una biblioteca personal también es lo que significa: “son espacios de trabajo, es el entorno, la atmósfera. En las mañanas cuando me despierto o en las madrugadas siento que entro a mi ámbito de trabajo, no en el sentido de 8 a 6, sino un centro de trabajo íntimo, donde estás contigo mismo, es esa relación que tenemos los de nuestra generación, aquellos que nacimos ansiosos de tener una biblioteca”.

 
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