Usted está aquí: miércoles 6 de febrero de 2008 Opinión Novedad en la poesía

Javier Aranda Luna

Novedad en la poesía

En 1940 apareció publicado el Ciclo de las vírgenes, un libro que saludaron con gusto tirios y troyanos: Adolfo Sánchez Vázquez y Octavio Paz, León Felipe y Alí Chumacero, José Luis Martínez y José Moreno Villa.

Y no era para menos, habían descubierto a un sacerdote que escribía poesía moderna y más aún: a un sacerdote con muy buen oído y estupenda técnica que se atrevía, con sus versos, a describir el cuerpo de la mujer y a preguntarle a Dios sobre su posible participación en la caída al pecado.

Ciclo de las vírgenes es uno de los mejores libros de Manuel Ponce y ha llegado a nosotros gracias al interés de Gabriel Zaid, quien publicó, en 1980, una Antología poética que lo incluye.

En el estupendo prólogo que acompaña a la antología, reditada por el Fondo de Cultura Económica, Zaid nos recuerda que hubo un conato de censura eclesiástica por estos estupendos versos del Ciclo de las vírgenes:

Corría ya.

Se deslizaba por el ventisco

Glaciar abajo,

Lanzada,

Pero guardando el equilibrio.

Siempre reflujo abajo,

Más aprisa, siempre en vuelo, casi en vilo.

Tú acelerabas, vértigo;

Acelerabas tú, racha de siglos.

¡Dios mío!

¿Acelerabas

tú mismo?

Uno de los cuestionamientos más fuertes formulados a Dios y a sus seguidores ha sido, precisamente, el que sugiere el poeta Ponce: si Dios no detiene la caída en el dolor y la muerte es porque no puede o porque no quiere evitarlo. Aunque cualquier posibilidad resulte aterradora, la manera en que  plantea el asunto Manuel Ponce es una maravilla.

A finales de los años 80 conocí al padre Ponce. Era presidente la Comisión Nacional de Arte Sacro fundada por él mismo para la custodia del patrimonio artístico y religioso. Hablamos del arte religioso, de libros y, no cuesta adivinarlo, de mi entusiasmo por el Ciclo de las vírgenes. Me llamaba la atención lo mismo que a Gabriel Zaid: que un sacerdote no sólo se planteara esas dudas teologales sino también que se detuviera en el cuerpo de la mujer:

Quillas contra el viento

sus mellizos,

cabellera de relámpago asido.

Esta virgen, a decir del poeta, sacaba chispas y el imán de su pecho, por lo que se ve, era irresistible.

La nueva edición de la Antología poética de Manuel Ponce, preparada por Gabriel Zaid, alegra y preocupa: alegra, porque nuevos lectores podrán conocer a un muy buen poeta católico en esta época en la que son rara avis –a un cura más moderno en su quehacer poético que muchos. Y preocupa, porque la democratización poética de nuestros días (poetas somos todos) no incluyó necesariamente el uso de las técnicas y el indispensable oído.

Aunque existen varias fechas del nacimiento de Manuel Ponce (15 de febrero de 1913, 19 de febrero de 1914), me quedo con la que consigna Gabriel Zaid, quizá su más minucioso y agradecido lector: el 19 de febrero de 1913.

El padre Ponce falleció el 5 de febrero de 1994, pero desde los años 40 su poesía está viva y sigue sumando lectores.

Su Ciclo de vírgenes y El jardín in-creíble son desde hace décadas novedad en la poesía.

 
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