Usted está aquí: miércoles 6 de febrero de 2008 Política Los Legionarios de Cristo, bajo la orfandad y la penitencia

Bernardo Barranco V.

Los Legionarios de Cristo, bajo la orfandad y la penitencia

La muerte de Marcial Maciel coloca a los Legionarios de Cristo en una disyuntiva crítica casi penitencial. O se abren a la verdad que pesa sobre su padre fundador y ciertas prácticas internas, asumiendo sus costos y saldo de cuentas, o cierran filas prolongando el encubrimiento, la simulación y desentendiéndose de los agravios, también con altos costos sólo medibles a largo plazo. El deceso del padre Maciel ha provocado reabrir una vez más su lado oscuro, sobre el cual se edifica una de las congregaciones religiosas aparentemente más pujantes y poderosas en los últimos 40 años del catolicismo a escala internacional. No es cosa menor; sin embargo, pesa la sombra de la sospecha enigmática de la historia de un personaje que edificó un imperio religioso que hoy está a prueba. Por ello no basta justificarlo emulando al evangelio, que dice: “por sus obras lo conoceréis”; en la historia de las religiones no basta el hacer, sino cómo hacerlo. Por el contrario, se equivocan aquellos que piensan que con la muerte de Maciel la congregación se librará de los estigmas nocivos que lo han perseguido a lo largo de casi toda su trayectoria sacerdotal. En su lecho de muerte podría manifestar la triste realidad de aquella frase evangélica que dice: “¿Creéis que he venido a traer la paz al mundo? Os digo que no, sino la división”.

Sobre Maciel se han escrito estos días cientos de páginas cargadas de dudas, reproches e interrogantes que indican que los legionarios soportarán una leyenda negra labrada por su fundador y que de momento imposibilitará la construcción de los relatos míticos y fabulescos que han acompañado a los grandes fundadores de comunidades religiosas que van desde Francisco de Asís e Ignacio de Loyola hasta Teresa de Calcuta, en nuestros días. Existe actualmente un clima cultural y mediático mucho más crítico y exigente, que imposibilita siquiera la disputa entre una leyenda ideática del fundador legionario frente a las fundadas imputaciones que desnudan a un protagonista que aparentemente construyó un legado a partir de la impunidad, los privilegios, la complicidad con las elites, la simulación y el encubrimiento de grandes medios y comunicadores. Efectivamente, no cabe actualmente un discurso de exaltación ni la cosificación glorificante del padre fundador.

En las virtudes teologales se concibe la penitencia cristiana como la acción de reparar un pecado, que empieza por el arrepentimiento y la detestación de la falta, fundamentalmente inspirada por motivaciones sagradas. Ésta es parte de la encrucijada que enfrentarán en los próximos años los legionarios, y el primer recuento de daños es la actitud supuestamente más distante del papa Benedicto XVI y el Vaticano. Mientras bajo el pontificado de Juan Pablo II hubo absoluto apoyo y hasta confabulación, bajo Benedicto XVI hay reserva y cautela. La acción más determinante no fue retirar de todo ministerio público a Marcial Maciel, sino derogar dos votos religiosos, en diciembre pasado, que aseguraban el tipo de estructura organizativa y el control de mando por parte del padre fundador. Probablemente el Vaticano propicie cambios internos en la congregación tendientes a proteger los logros y posicionamientos alcanzados por la orden. Hay ya signos que pueden ser preocupantes; por ejemplo, algunos obispos en Estados Unidos han sido reacios a la orden por su reticencia a observar disposiciones disciplinarias y medidas que se impusieron para prevenir mayores imputaciones de abuso sexual a menores. Igualmente, es difícil esperar que Roma empuje a una renovación radical ni mucho menos cambios sustanciales en los fundamentos religiosos de la orden, pero sí podría actuar para prevenirla de manera profiláctica para contener los estragos de agudas crisis; más que fidelidad a la controvertida figura de su fundador, Roma parece inclinarse por preservar la institución y la misión de organización. ¿Seguirán los legionarios dicha ruta? En el fondo hay una asignatura pendiente estratégica y determinante que la Iglesia católica no ha querido y no ha podido abordar con franqueza: la sexualidad. Los dogmas y la tradición son un lastre que cada vez se resquebraja; cada vez hay mayor distancia entre el dicho y la práctica, no sólo entre los fieles, sino en las propias estructuras eclesiásticas. Mientras la sexualidad en otras religiones es fuente de espiritualidad, en el cristianismo continúa profanada en el pecado y el tabú.

Un amigo cuestionó la actitud crítica en torno al fundador en mi anterior artículo sobre “La herencia de Marcial Maciel”, ya que dichas apreciaciones se hacían extensivas a todos los integrantes, donde hay muchos de buena fe que participan, actúan y aportan de manera honesta a los fines y misión de la congregación. Efectivamente, Maciel no es toda la legión ni toda la Iglesia; por ello es importante la oportunidad que se abre ahora con su deceso. La actual circunstancia de orfandad puede ser propicia para esclarecer y llegar con valor a la verdad que durante tantos años la orden ha mantenido bajo el velo de la opacidad y del artificio. Seguramente observaremos dentro de la legión momentos de turbulencia, propios de búsquedas de nuevos liderazgos, equilibrios y de inesperadas síntesis. Encerrarse en la simulación y en el “aquí no ha pasado nada” es condenarse a seguir sufriendo bajo el arropo de la leyenda negra que tarde o temprano impactará en las volubles elites que constituyen el nicho del mercado religioso más preciado de los legionarios.

 
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