Usted está aquí: sábado 9 de febrero de 2008 Economía México SA

México SA

Carlos Fernández-Vega
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Gusto gubernamental por los eufemismos

Afán privatizador inadvertido por Cuauhtémoc Cárdenas

¿Qué negocio le apestaron a Azcárraga Jean?

Por unos cuantos días la grilla legislativa para “remediar” el asunto del IFE (que de resolver no resolvió nada) mandó a un apartado segundo plano el debate sobre la más reciente intentona por privatizar (al 100 por ciento, porque en algunos renglones se ha avanzado) el sector energético nacional, especialmente el petróleo.

Entre los pocos que no han soltado el tema sobresale Andrés Manuel López Obrador, quien ayer ofreció un elemento clave para entender el enorme atractivo que para el capital privado tiene el petróleo mexicano: “¿por qué lo ambicionan tanto?”, preguntó AMLO, y él mismo respondió: “porque es el mejor negocio del mundo; (en México) extraer un barril de petróleo cuesta cuatro dólares y se vende a más de 80”.

El margen de ganancia es enorme, y en este sentido el menos indicado para afirmar públicamente que Petróleos Mexicanos “no tiene dinero” es el gobierno federal, que de él vive y con sus dineros paga la interminable relación de pifias, excesos y errores cometidos y que tan onerosos resultan a la nación.

Otra cabeza que tímidamente se asoma para comentar el tema de la privatización petrolera es Cuauhtémoc Cárdenas, quien exige “claridad”, porque “quienes defienden que hacen falta modificaciones y quienes piden que Pemex no se privatice, no dejan en claro sus posturas. Cuando se habla de que hace falta una reforma energética, quienes lo señalan no están diciendo qué entienden o qué quieren que se haga, qué es lo que se quiere cambiar, qué es lo que no se quiere que se cambie. Cuál es el cambio que debe darse en la política petrolera en particular, cuáles son los cambios que deben permanecer y que no entremos en lo que pudiéramos llamar boxeo de sombra, estar diciendo estoy en contra de esto, cuando nadie del otro lado está planteando posiciones como la privatización”.

Llama la atención la última parte del comentario de Cuauhtémoc Cárdenas (“…nadie del otro lado está planteando posiciones como la privatización), porque a lo largo de los últimos 25 años ninguno de los inquilinos de Los Pinos (cinco en el periodo) y su grupo de neocientíficos ha utilizado el término privatización para privatizar, y en esos cinco lustros se han privatizado más de mil cien empresas y organismo públicos.

Lo anterior me recuerda un México SA de abril de 2007, cuando el actual inquilino de Los Pinos inventó un nuevo término, “transición energética”, para utilizarlo como sinónimo de privatización. Y en aquella ocasión comentamos que tanto miedo tiene el gobierno de utilizar la palabra correcta, que en los últimos cinco lustros han acomodado y aplicado todo tipo de términos para justificar el fin de su política económica: la privatización a ultranza.

Pues bien, cualquier empresa editorial con ganas de hacer dinero podría publicar una suerte de enciclopedia de sinónimos del gobierno federal, que podría arrancar con el capítulo privatizador y los términos acuñados para tal fin en esos 25 años. Así, desde los tiempos de Miguel de la Madrid hasta los de Vicente Fox, los cuatro gobiernos involucrados utilizaron un sinnúmero de calificativos para encubrir la privatización del aparato productivo del Estado y evadir su obligación en infraestructura y servicios.

Entre los términos preferidos y utilizados como sinónimo de privatización destacan “adelgazamiento”, “democratización del capital”, “desincorporación”, “desinversión”, “modernización”, “concesión”, “permiso limitado”, “coinversión”, “capital complementario” y “riesgo compartido”, entre otros, que fueron puntualmente utilizados para desmantelar el aparato productivo del Estado y privatizar alrededor de mil 100 empresas paraestatales.

En abril pasado comentamos en este espacio que muchos suponían que la creatividad de los gobiernos neoliberales se había secado, porque tantos términos acuñaron para disfrazar el fin privatizador, que algunos suponían agotado el diccionario de sinónimos por ellos ideado. Pero no contaban con la inventiva del quinto gobierno neoliberal al hilo, el de Felipe Calderón, quien, hasta el momento, de la manga se sacó dos palabras mágicas que incrementan el de por sí grueso inventario referido.

Así, el actual inquilino de Los Pinos y sus neocientíficos no reprivatizaron las carreteras, sino que la “reconcesionaron”, al tiempo que Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad no se privatizarán, sino que sencillamente entrarán en una “transición energética”.

Alrededor de mil 100 empresas y organismos paraestatales han sido privatizados, y en ninguno de los casos (ni siquiera en el bancario, porque oficialmente las ex sociedades nacionales de crédito fueron “desincorporadas” y “modernizadas”) los responsables del gobierno federal utilizaron la palabra correcta, el término exacto: privatización.

Para el caso concreto del sector eléctrico, por ejemplo, en el discurso oficial (de Salinas a Calderón) se asegura que “no se privatizará la CFE”, pero a estas alturas el 30 por ciento de la generación eléctrica corresponde al capital privado, que ha entrado por la puerta de atrás (leyes secundarias) y sin cambios a la Constitución, es decir, lo mismo que ahora dicen sobre el petróleo.

Por lo anterior, el ingeniero Cárdenas difícilmente escuchará en voz de un funcionario de la “continuidad” o de los nacionalistas legisladores que promueven la privatización del sector energético mexicano la palabra correcta, el término exacto, cuando presenten su iniciativa de “reforma”. Aplicarán cualquiera de las frases referidas (“transición energética”, probablemente) o inventarán otras, que para eso si han resultado bastante creativos.

Las rebanadas del pastel

¿Qué negocio le apestaron a Emilio Azcárraga Jean, el presidente de Televisa, que ahora se queja de que en México “varios presidentes y políticos se han robado mucho dinero”, mientras criticaba “la falta de apoyo gubernamental a las empresas nacionales”? A coro, Roberto Hernández, mister free tax y también accionista de la fábrica de los sueños, lamentaba que “el país vive en una mediocridad política”, sin “una actuación decidida del gobierno para combatir monopolios”. Qué raro, porque ambos empresarios Forbes son privilegiados entre los privilegiados. ¿Será la tercera cadena?

 
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