Usted está aquí: miércoles 13 de febrero de 2008 Opinión Drogas: una estrategia equivocada

Jorge Carrillo Olea
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Drogas: una estrategia equivocada

Matar moscos en un cuarto oscuro. Es la síntesis irónica de lo que está haciendo México en la materia. Demuestran los funcionarios en el cargo, principalmente el procurador, total desprecio a experiencias que operaron satisfactoriamente en el pasado.

Zedillo y sus peones destruyeron un sistema integrado para el control de drogas que incluía toda la cadena de responsabilidades. Llenar las cárceles no es lo que importa más al país, por incoherente que parezca; lo que más importa es la salud de sus ciudadanos, propósito que ni siquiera aparece en las preocupaciones oficiales. Conadic es sólo una pieza más de la burocracia y atiende con igual deficiencia tabaquismo, alcoholismo o drogadicción; no hay prioridades. Por hoy, no tenemos agenda propia, seguimos la línea estadunidense: guerra, no prevención, no educación, no rehabilitación.

Un esfuerzo aceptable para el control de drogas implicaría atender con particular importancia todas las expresiones del problema: producción, tránsito nacional y extranjero, distribución, prevención, consumo, rehabilitación, combate a las actividades criminales, incluido por supuesto el lavado de dinero y el tráfico de armas.

Un esfuerzo como el descrito implica fundamentalmente los dos elementos que hoy no están presentes y que en su momento lo estuvieron y funcionaron bien: coordinación e inteligencia. Hoy la descoordinación y conflictividad entre los protagonistas es total, todos contra todos; poseen un sentido de propiedad exclusiva de planes e inteligencia y no existe una clara cooperación, ni local ni internacional.

Después de años de experiencia y de construcción paulatina de un sistema, en 1993 se formalizó la existencia del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, que fue desaparecido por Zedillo en 1994 para convertirlo en una simple fiscalía; la educación preventiva y la salud fueron borradas como prioridad.

El instituto tenía tres grandes proyectos: prevención, rehabilitación y atención a ilícitos. Incorporaba los esfuerzos de diez secretarías de Estado: Gobernación, Relaciones Exteriores, Defensa, Marina, Hacienda, Agricultura, Comunicaciones, Educación, Salud y PGR, representadas en su órgano de gobierno por subsecretarios, lo que garantizaba la coordinación. Había programas para el combate a la producción, tráfico, distribución, prevención del consumo, rehabilitación de adictos, intercambio de inteligencia con el extranjero, donde la DEA era solamente un eslabón más de la cadena, de la que se ha adueñado con la simpatía ya de tres gobiernos, Zedillo, Fox y Calderón.

No podemos seguir matando moscos en un cuarto oscuro, esto es, guiándonos por el zumbido y a ciegas. Mientras esto sucede las adicciones en el interior del país se propagan, crecen en número e invaden a los sectores de la población más débiles, nuestros jóvenes.

Sin ser ajenos a la producción y al consumo propios, hay que reconocer que estamos en una cadena que no controlamos; la controlan los grandes productores sudamericanos y los grandes consumidores en el norte. La criminalidad es trasnacional; las redes se interconectan y no se le combate así. Mientras los dos extremos no hagan acertados esfuerzos por reducir la oferta y la demanda, seguiremos en esta misma situación infinita de criminalidad y deterioro de la salud pública.

Haber destruido un sistema de planeación, de inteligencia, de operación y salud pública nos ha llevado a la actual situación, que nos ha desbordado y confundido nuestras prioridades. A esta situación solamente se le ve un remoto horizonte de alivio, atacar al problema en sus génesis, que hay que identificar: son el cono sur y Estados Unidos.

Este país se conduce con un doble discurso, el ético y político, que lo hace aparecer como abanderado de la causa, y su conducta real, que cada día es más evidente: la permisividad, que a la larga se convertirá en una despenalización no explícita. Hacia el exterior es enemigo del consumo, al interior definitivamente no está dentro de sus prioridades, que son la economía, el Medio Oriente, la migración, el terrorismo, los energéticos. Tan es esto que en las ya avanzadas campañas electorales el tema no ha surgido.

Estamos en la estrategia equivocada. Nos está costando vidas, desgaste político y mucho dinero, y no parecemos tener como objetivo más allá que llenar las cárceles. La situación es francamente caótica y así seguirá; hasta ahí la hemos dejado llegar.

 
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