Usted está aquí: jueves 14 de febrero de 2008 Opinión Leonardo Valdés y los votos

Octavio Rodríguez Araujo

Leonardo Valdés y los votos

En la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales (Somee) participan los principales estudiosos del tema en nuestro país (yo sólo soy miembro honorario, que es una distinción por haber sido uno de los pioneros en los estudios electorales y de los partidos políticos en México). Es una sociedad muy prestigiada y Leonardo Valdés ha pertenecido a ella desde hace muchos años. Anteriormente, desde 1986, la Somee era el Grupo Especializado en Estudios Electorales (GEEE) del Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (Comecso). En una de sus reuniones anuales, en Pachuca, Hidalgo, conocí a Leonardo Valdés Zurita, uno de los cuadros importantes de aquel grupo especializado. En esa reunión (1991) tuve un pequeño y amistoso enfrentamiento con él.

El punto a debate era relacionado con la validez de las estadísticas electorales. Mi argumento era que no había que tomarlas como ciertas si todos sabíamos que eran inventadas, parcial o totalmente. Las elecciones de 1988, todavía muy frescas en la memoria, habían demostrado que mi afirmación era correcta, el mejor ejemplo hasta entonces de datos inventados para que ganara Carlos Salinas de Gortari. La réplica de Leonardo Valdés fue que ésas eran las cifras y que con ellas teníamos que trabajar. Es decir, no las cuestionó, como dando a entender que lo oficial era lo válido y que, por lo tanto, no tenía sentido investigarlo o demostrar su falsedad. Interpreté que si se demostraba la falsedad de los datos electorales oficiales se invalidaría el objeto de estudio principal del Grupo Especializado en Estudios Electorales y éste perdería piso. Opté por no insistir pues, contra lo que pensaron algunos, no estaba interesado en que el GEEE desapareciera o se desprestigiara, sino simplemente en que se intentaran estudios que, además de lo que ya hacía el grupo, demostraran la falsedad de la estadística electoral o, si se prefiere, su inconsistencia.

Me vieron feo; sin embargo, algunos investigadores, como Silvia Gómez Tagle, han realizado pruebas de inconsistencias en la información oficial de las elecciones. Yo, por mi lado y al margen del GEEE, y luego de Somee, hice ejercicios semejantes que he publicado en algunos libros y artículos. Pero además, y gracias a mi amistad con altos funcionarios de gobierno del pasado, tuve experiencias interesantes, como aquella en que le pedí a un subsecretario de Gobernación que me hiciera el favor de proporcionarme la estadística por distrito de las elecciones en una entidad federativa. Me envió un cuadro y, al vaciarlo a una hoja electrónica de cálculo, los totales no coincidían con las sumas de votos. Le hablé y se lo dije, y entonces me envió otro cuadro, donde las cifras parciales por distrito fueron alteradas para que coincidieran con los totales. Me reí y ya no dije nada. Entendí que no me proporcionarían los datos reales. (Podría contar muchas otras anécdotas semejantes de cómo se elaboraban los resultados electorales, fenómeno que quizá no haya desaparecido hasta la fecha.)

Traigo a cuento estos recuerdos porque podría darse el caso de que, con Valdés Zurita en la presidencia del Instituto Federal Electoral (IFE), él intente seguir con su actitud (que yo llamaría oficialista, sin doble intención ni mala fe) de no cuestionar los resultados oficiales de las elecciones en México. Si fuera el caso, se correría el riesgo de que las boletas de la elección presidencial de 2006, única prueba probable de la presunción de fraude, sean destruidas sin dar oportunidad a la ciudadanía y a grupos de investigación de que sean contadas.

Aunque yo pienso que esas boletas ya han sido muy manoseadas, y quizá alteradas, la única manera de demostrar que Felipe Calderón no ganó la Presidencia (o que sí la ganó) es contando las papeletas en las que la ciudadanía eligió a su candidato. Para mí la evidencia del fraude es que tanto Felipe Calderón como sus voceros o simpatizantes, incluso en los medios intelectuales, así como los consejeros del IFE y los magistrados del tribunal electoral, se han negado a abrir los paquetes electorales y a que se cuenten los votos. Si estuvieran seguros del triunfo del ahora inquilino de Los Pinos, hubieran sido los primeros en aceptar que se contaran, incluso los primeros en proponerlo, como lo hicieron los ganadores por estrecho margen en otros países, destacadamente en Italia. Con base en la experiencia de Italia, uno podría haber esperado que Calderón, el presunto ganador de la contienda, fuera el más interesado en pedir que los votos fueran contados en su totalidad. Si estaba seguro de su triunfo no tenía nada que temer y, en esta lógica, el conteo lo hubiera ratificado y su legitimidad no hubiera sido puesta en duda. En las elecciones legislativas de Italia, de 9 y 10 de abril de 2006, en las que hubo una diferencia de 41 mil 289 votos en la elección de diputados, es decir 0.11 por ciento, y ante la impugnación de Silvio Berlusconi (perdedor), el ganador (Romano Prodi) estuvo de acuerdo en que se contaran los votos, y declaró: “No temo para nada que se invierta la situación. Hemos alcanzado tranquilamente la victoria” (La Jornada, 13/4/06).

¿Valdés y su elenco de consejeros priístas y panistas estarán dispuestos a que se cuenten los votos? Lo dudo, pues el flamante presidente del IFE, como he querido señalar, es partidario de dar por buenos los datos oficiales o, en otros términos, de no cuestionarlos. ¿Es de esperarse que ahora, más maduro, cambie de actitud y esté de acuerdo en aclarar, de una vez por todas, las dudas de la elección federal de 2006? Ojalá.

 
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