Usted está aquí: sábado 16 de febrero de 2008 Cultura Sweeney Todd: un musical con poca música

Juan Arturo Brennan

Sweeney Todd: un musical con poca música

En más de una veintena de ocasiones (y el asunto no tiene para cuándo acabar) he tenido agitadas discusiones con mis amigos operófilos, operómanos y operópatas sobre el tema del casting en la ópera.

Durante estas polémicas, suelo defender a ultranza el concepto de que, puesto que la ópera es teatro, la apariencia de los cantantes y su aspecto físico para caracterizar a sus personajes es de igual importancia que la calidad y belleza de sus voces.

Con menor frecuencia me he enfrascado en la discusión análoga sobre lo que puede y debe esperarse de la calidad vocal de los actores y actrices que protagonizan dramas o comedias musicales en el cine. Con mayor razón todavía que en la ópera, el casting es fundamental en la pantalla pero… ¿qué hacer si los actores idóneos no cantan?

Este problema se ha presentado en numerosas ocasiones en el cine y ha sido solucionado de diversas maneras. Baste recordar, por ejemplo, que las poco eficaces voces de Natalie Wood en West Side Story (Robert Wise, 1961) y de Audrey Hepburn en My Fair Lady (George Cukor, 1964) fueron dobladas con verosimilitud por la soprano Marni Nixon.

Más recientemente, la versión fílmica de Chicago (Rob Marshall, 2002) tuvo como uno de sus méritos principales la presencia de Catherine Zeta-Jones, quien tiene una buena experiencia musical detrás de sí, además de que Renée Zellweger y Richard Gere se fajaron disciplinadamente con sus papeles cantados y lo hicieron de manera más que decorosa.

En la cinta Across the universe (Julie Taymor, 2007), algunos de los protagonistas tenían experiencia en el canto, y otros no, pero todos realizaron buenos esfuerzos en sus interpretaciones de canciones de los Beatles.

En este contexto, me parece que la reciente versión cinematográfica de Sweeney Todd (Tim Burton, 2007), a partir del musical de Stephen Sondheim, es poco afortunada, precisamente porque no resuelve el problema de la credibilidad musical.

No cabe duda que Sweeney Todd es una cinta que encaja perfectamente en la visión de Burton como autor, y que uno de sus principales aciertos, además de la continuidad estilística y temática en el contexto de su filmografía, está en la creación de sorprendentes ambientes visuales, para lo cual contó con la complicidad del cinefotógrafo polaco Dariusz Wolski.

El problema estrictamente musical del Sweeney Todd de Burton comienza con el material original, ya que en el contexto de los grandes musicals de Broadway, la obra original de Sondheim carece de la inteligencia textual que caracteriza a los mejores productos del género.

Lo más grave del caso, sin embargo, es que en la música de Sweeney Todd no hay un solo número realmente impactante o memorable, y la partitura parece haber sido diseñada sin demasiada convicción, como mero vehículo utilitario para un texto que no es particularmente atractivo.

A todo ello hay que añadir, como meollo del asunto, el tema que menciono al inicio de este texto. Resulta imposible, por más esfuerzos que se hagan, convencer a oídos medianamente exigentes de que Johnny Depp y Helena Bonham Carter pueden cantar.

Si una de las convenciones básicas del musical es que el público debe creer en la fantasía que se le ofrece gracias a que los intérpretes transitan con eficacia entre los diálogos hablados y los números cantados, esta premisa se vuelve totalmente disfuncional en el Sweeney Todd de Burton debido a las voces poco afinadas y poco agraciadas de Depp y Bonham Carter. Si sus dos protagonistas (que, además, son su alter ego y su pareja, respectivamente) no cantan, mucho menos lo hacen Alan Rickman, Timothy Spall y Sacha Baron Cohen, quienes sin duda son buenos actores. (Quiero creer que los premios que ha cosechado Sweeney Todd reconocen más sus cualidades cinematográficas que las musicales).

Después de haber visto y escuchado con atención esta versión de Sweeney Todd, quedé convencido de que hubiera sido una película sustancialmente mejor si sus canciones hubieran sido convertidas en diálogos hablados, al menos para el reparto elegido por Burton. Si a todo esto se añade el hecho de que los imbéciles incompetentes de Cinemex proyectan la cinta (como proyectan todo) a un volumen excesivo y ensordecedor (por no hablar de los demás numerosos defectos de proyección), la banda sonora sufre los efectos negativos y acumulativos de la saturación y la distorsión, por lo que la posibilidad de apreciar la música de Sweeney Todd, o de cualquier otro filme, es prácticamente nula.

Esta versión fílmica de Sweeney Todd tiene, al menos, un acierto en cuanto a su tono narrativo: tanto Depp como Bonham Carter tienen toda la apariencia de muertos frescos, como debe ser.

 
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