Usted está aquí: lunes 18 de febrero de 2008 Opinión ¿La Fiesta en Paz?

¿La Fiesta en Paz?

Leonardo Páez
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¡Qué importante corrida!

Lo que se calificó de modesto cartel se convirtió, por obra y gracia de la bravura de bestias y de hombres, en un despliegue magnífico de torerías y ganaderías, de personalidades y tauridades, de vocaciones y posibilidades.

Una vez que la Asociación Nacional de Matadores de Toros también decidió aceptar la inclusión en un cartel de dos figuras extranjeras y un torero nacional en plazas de los estados, pero no en el Distrito Federal, luego de que un grupo de inconformes con las políticas de la asociación decidieron separarse de la misma y crear la Unión Mexicana de Toreros, ésta, con el apoyo de la empresa de la Plaza México y de seis ganaderos logró montar una de las corridas más importantes que se han dado en ese coso en muchos años.

La importancia de una corrida no sólo la dan la fama de los toreros y el trapío y juego de los toros, la dan también la actitud y aptitud demostrada por los alternantes y la mayor o menor bravura, estilo y fuerza de los toros.

Gastón Santos realizó a caballo una faena inteligente, seria y muy torera con Misionero, de Cuatro Caminos, que tardaba en las embestidas y buscaba las tablas, pero el potosino, con un conocimiento claro de los terrenos y de las condiciones de los toros, logró encelarlo y meterlo en la muleta de sus templadas cabalgaduras. Además de rejones y banderillas certeras, colocó un par a dos manos por dentro, que a ver quién lo mejora. Mató al primer viaje y se llevó una muy merecida oreja, pero, sobre todo, la entrega de la gente y el trofeo al triunfador de la tarde.

Sapito se llamó el bravo toro de Xajay con el que Humberto Flores realizó una bella faena malograda con la espada. Y Yegüizo el temperamental y cambiante toro de Barralva que propició una nueva rechifla para Antonio Bricio, que necesita reencontrarse como torero.

Leopoldo Casasola, con el arrogante, encastado y noble Nenito, de Los Encinos, sufrió un soberbio acto de metamorfosis torera, sustentado en la bravura, el estilo y la fuerza de tan extraordinario burel, que a la postre se hizo merecedor al trofeo al mejor toro de la tarde.

Fue un trasteo donde la gran tauridad del toro sacudió la sensibilidad adormilada del torero que, convertido al fin en el poeta de su involuntario silencio, toreó de capa y muleta con un sabor, una dimensión y un sentimiento que nunca le habíamos visto, honrando así su origen texcocano.

Con Aviador, bravo ejemplar de Puente de Arco, Cristian Ortega estuvo soberbio con las banderillas, como si toreara cada semana, y con la muleta desplegó intuición, sentido de estructuración y gusto, inmenso gusto por estar allí, a la distancia justa. Miguel Ortas Miguelete alcanzó muy buenos momentos con Incondicional, de Los Ebanos, que provocó aparatoso tumbo con caída al descubierto del piquero, que encastado volvió a treparse y dejó un puyazo en todo lo alto. Vamos a ver pues de qué agrupación salen más toreros que sepan torear y dar espectáculo.

 
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