Usted está aquí: lunes 25 de febrero de 2008 Capital Bibliotecas en las entrañas de la urbe

Cada vez más usuarios aprovechan el programa Para leer de boleto en el Metro

Bibliotecas en las entrañas de la urbe

Funcionarias piden no maltratar las antologías puestas a disposición de los pasajeros

Bertha Teresa Ramírez

Cada día son más los pasajeros de la Línea 3 del Metro que, literalmente, aprovechan el viaje para leer un buen libro.

En las entrañas de la gran urbe, los usuarios de esa línea –muchos empleados o estudiantes universitarios– utilizan los vagones como biblioteca.

Para algunos leer durante sus traslados es una forma de diluir la pesada atmósfera, cuajada a veces de malos humores, que invade los trenes, sobre todo en horas pico.

Pero no es sencillo. En muchas ocasiones lo primero es lograr entrar al vagón, afirma Selene Balderas, ama de casa.

Agrega que sólo después de que entre apretones, empujones, gritos y prisas consigue acceder al vagón, encuentra el momento para adentrarse, por ejemplo, en poemas de Alí Chumacero.

Asegura ser asidua lectora, y cuando no lleva un libro de su propiedad disfruta la antología que cada día pueden obtener en préstamo los usuarios del programa Para leer de boleto en el Metro.

–¿Es posible abstraerse y concentrarse en la lectura en medio de tanta gente?

–Bueno, leer es totalmente delicioso. Leo parada, sentada... todos quienes leemos en el Metro tenemos que hacerlo así.

Asegura que hace unos meses los libros la ayudaron a sortear el estrés que le provocaba un tratamiento que recibía en el Centro Médico.

A su vez, Javier Primo Huerta, diseñador de equipo para laboratorio y aspirante a productor de televisión, expresa que las siete horas a la semana que viaja en el Metro las aprovecha para ampliar sus lecturas.

“La primera impresión que tuve al ver los anaqueles instalados en cada una de las estaciones fue: genial; la segunda: pero, ¿van a devolver los libros?

Desde que comenzó el programa ha leído seis de las ocho antologías que ha puesto a disposición el programa.

“Lo que más me gusta es el tamaño de los libros; son cómodos, los lees fácilmente. Otra cosa que me gusta es que contienen una compilación con datos biográficos de los autores”, apuntó.

Ricardo Cruz, empleado de la Universidad Autónoma Metropolitana, manifestó que al concentrarse en la lectura “recorre en la mente los pasajes por los que los autores nos llevan a través de sus historias. Efectivamente, uno se olvida de la aglomeración del Metro”.

En tanto, Sandra González, promotora de la lectura en el Metro, afirma que constantemente se explica a los usuarios que piden un libro que el objetivo del programa es: “tómalo, léelo y devuélvelo”.

Sugiere no maltratar los volúmenes, ya que muchos usuarios regresan los libros subrayados o llenos de anotaciones, “lo peor es que las hacen con pluma”. Otro no los regresan. Algunos piden ampliar los títulos y otros quieren aprovechar el programa. “Hace días una señora nos dijo: ‘cómo le hago para donar unas biblias para que la gente las lea; igual hasta les podemos enseñar a estudiar liturgia’. Era muy insistente en que quería traernos biblias”.

En la segunda etapa del programa en las 21 estaciones de la Línea 3 las autoridades locales distribuyeron 250 mil ejemplares de la séptima antología, que contiene géneros literarios como cuento, novela, crónica y poesía de 10 mexicanos.

Paloma Saiz, creadora del programa, explicó que se pensó en el Metro para un programa de fomento a la lectura porque “necesariamente tenemos que transportarnos, y eso nos lleva tiempo, y la mayoría de usuarios no hace nada en ese lapso”.

Por otro lado, en ese sistema de transporte se pierde el espacio vital, por lo cual “algunas personas se vuelven agresivas, o va uno tan ensimismado en sus problemas que es terrible ver caras de desesperación, o en su defecto a personas que dormitan todo el trayecto. Pensamos que si se comparte una lectura, el viaje puede ser mucho más placentero, más rápido y menos conflictivo”.

 
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