Usted está aquí: martes 26 de febrero de 2008 Opinión Itacate

Itacate

Marco Buenrostro y Cristina Barros
[email protected]

Chilacas y cencolotes

Leer el Diccionario del náhuatl en el español de México conlleva gratas sorpresas. Es alentador que se conserven tantas palabras del náhuatl en el español actual. En la contraportada se consigna que el libro contiene más de 2 mil nahuatlismos, mil toponimias, 232 voces relacionadas con la herbolaria, 481 frases, refranes y derivados y 105 nombres de personas.

Un recorrido por esas páginas muestra que la alimentación está especialmente representada. Esto puede deberse a que la comida es uno de los signos de identidad más importantes en una cultura; se trata de una zona íntima, en la que la transmisión oral a través de las madres está muy presente.

El coordinador de la obra, Carlos Montemayor, así como Enrique García Escamilla, Librado Silva Galeana y Enrique Rivas Paniagua, han sido sensibles a este aspecto. En el diccionario hay tres recuadros especiales para sendas familias de palabras; las tres se refieren a comida: chile, moles y guisos, y tamales. Contienen amplia información que incluso rebasa a la lengua náhuatl, pues entre los tamales aparecen las corundas, palabra purépecha, el xojol que es voz tenek, o el uguí que proviene del otomí o ñahñú.

Son 31 los tamales del país consignados; a esta lista deben añadirse 15 tamales del estado de Hidalgo. Aunque pueden parecer muchos, recordemos que el Recetario de tamales, de Guadalupe Pérez San Vicente, editado por la Dirección General de Culturas Populares, contiene más de 300.

Los chiles registrados son también numerosos, hay 39; entre ellos mencionemos el chilaca, el catarina, el de onza, el carricillo o güero, el puya, el tabiche y el tuza, además de los ya conocidos serrano, chiltepín y jalapeño, entre otros.

Se debe mencionar que en muchas regiones de México hay chiles tan especiales, que sólo se dan en uno o dos pueblos. Es el caso del chile cuao que se da en Tarandacuao, Guanajuato. El diccionario consigna algunos como el atecayote o el xojchile de la Huasteca hidalguense y veracruzana; el primero se describe como muy picoso y del segundo señalan que tiene rayas longitudinales.

Entre las palabras hay algunas de uso diario, como aguacate, molcajete, mole, quelite, pozole o mezcal. Otras son menos conocidas; payanar, por ejemplo, es sinónimo de martajar. Cencolote o cincolote es la troje donde se guarda el maíz. Aquí está presente la etimología náhuatl, pues deriva de centli, mazorca, y colohtli, canasto cónico o troje cuadrangular o cónica; maíz es voz caribe.

El apartado de toponimias también se vincula con la cocina. Tal es el caso de Comala, lugar de los comales, Etla, lugar de frijoles o Metepec, cerro de los magueyes.

Es de aplaudirse que la Universidad Nacional Autónoma de México, mediante el programa México Nación Multicultural, haya promovido la investigación y la publicación de esta obra, y que la Secretaría de Educación del Gobierno del Distrito Federal haya colaborado para que se distribuyan en las escuelas y otras instituciones, varios miles de ejemplares, como se anunció el día de la presentación del libro.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.