Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de marzo de 2008 Num: 678

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

A ver qué pasa
ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Lo pasado
MINÁS DIMÁKIS

Tlayacapan: ruinas
de utopía

CLAUDIO FAVIER ORENDAIN

Tlayacapan
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Guajana y la pasión
sin pausas

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

Robert Capa trabajando
MERRY MACMASTERS

Origen y sentido del Carnaval en Brasil
ANDRÉS ORDÓÑEZ

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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A ver qué pasa

Enrique Héctor González


Anuncio de una marca inglesa sobre
comida para perros

Hay mujeres a las que sólo les queda mostrar las piernas, último refugio de su loca carrera hacia el abismo. Suelen ser piernas lúgubres, brillosamente aceitadas, llenas de carne comestible. No esperan que te las cojas o les pagues la entrada a sitios caros. Simplemente abren las piernas, sin preámbulos, como en un delicioso descuido de la casualidad, como si fueran mero azar el escote a media nalga y las cicatrices del tobillo, hirsutas sutilezas que las delatan. Sólo quieren darse a desear; sólo desean no envejecer en la mirada lúbrica de los hombres, en el placer hechizo de la promesa de un contacto.

Las mujeres sin medias siempre me han hecho un efecto descabellado. Sus piernas depiladas, su sonrisa inexacta y huidiza me distraen más que una negociación de paz entre borrachos, un cuento bien escrito o, sencillamente, las tetas contentadizas de las que llevan pantalones.

Hay mujeres en este bar de esa calaña. Todas parecen entretenidas en sus conversaciones banales, llenas de carcajadas rotas y complicidades incomprensibles. Sólo una se divorcia a cada tanto de su grupo y me mira de reojo. Es fea y atractiva, rubia a huevo, dura de manos. No sé cómo decirle lo que pienso de las mujeres como ella. No sé cómo insinuarle que su labilidad me arrebata. Pero en este mismo momento en que lo digo, me levanto de la abyecta silla sobre la que sudan sosegadamente mis nalgas y voy hacia sus muslos promisorios. A ver qué pasa.