Usted está aquí: lunes 3 de marzo de 2008 Opinión Una fiesta, una ley, una reforma, un caballo

Abraham Nuncio

Una fiesta, una ley, una reforma, un caballo

La fiesta es en la morgue. Los cadáveres se disputan el espacio. En los últimos años su concurrencia al lugar se ha intensificado. No se trata sólo de los que en vida fueron ejecutados como miembros de los cárteles de la droga, sino de aquellos que vivieron en calidad de policías, funcionarios de seguridad, un diputado local, un juez hasta hace poco.

Pero hay otros cadáveres que llegan a la morgue procedentes del ámbito doméstico. Son el resultado de crímenes que pierden peso en la moral social al paso que se acumulan. Una adolescente muerta a manos de su amigo poco mayor que ella. Unos niños asesinados, hasta donde se sabe y no con la suficiente claridad, por el novio –un hombre joven– de la hermana mayor de las víctimas, a la que también hirió. Una madre que da muerte a una de sus hijas, hiere a las otras dos con el mismo propósito y al cabo se suicida.

Las notas que dejó escritas esa mujer hablan de fenómenos previsibles en un pueblo chico con problemas grandes. El empleo y el ingreso escasean. De Hualahuises, el lugar de la tragedia, parte el padre a Estados Unidos en busca de un trabajo mejor remunerado. La partida se traduce de pronto en abandono. La madre debe hacerse cargo de sus tres hijas. En un mundo donde la ferocidad del mercado, la presencia de múltiples vicios, el trato con máquinas inapelables, la evaporación de la solidaridad, la vida para ella se torna insoportable y enfermiza. Ella misma enferma y no ve otra garantía de refugio familiar que la muerte.

Como esa mujer, muchos no sienten que los vecinos, las iglesias, los maestros, los compañeros de trabajo o de escuela, las autoridades ofrezcan mayor abrigo. La soledad se torna en desolación.

La crisis de valores es evidente, pero lo usual es que no se identifique a éstos con claridad ni se juzgue aquélla a partir de sus causas y sujetos concretos, sino pensando en los habitantes eternos de la caverna de Platón. Así que para remediarla el Congreso de Nuevo León aprobó el año pasado una Ley para la Promoción de Valores y Cultura de la Legalidad. Hasta ahora ha servido para las tres cosas típicas que registra la ausencia de realismo e imaginación: para nada, para nada y para nada.

Ana de Alejandro y Criseida Santos son las madres de dos hermosos bebés que se llaman Diego y Santiago. Ellas se enamoraron, se hicieron pareja y después decidieron que querían tener descendencia. Pensaron en la adopción, pero al cabo les pareció más acorde al sentimiento de ambas que Ana se embarazara mediante inseminación artificial. Son una familia diferente, pero familia al fin (ver http://dosmamis.blogspot.com/). Así como ellas y sus bebés forman una familia bimaternal, hay otras biparentales, uniparentales y en otros formatos.

Esa realidad no la entienden los legisladores panistas de Nuevo León. Hace poco el Congreso, de mayoría panista, aprobó la Ley de la Familia, donde el núcleo familiar es, en la concepción naturalista, la que el mito decreta única: el padre, la madre y los hijos. Es el mismo mito platónico que alentó el llamado “estado de naturaleza”, sociedad de la cual nadie jamás ha encontrado el mínimo vestigio. El gobernador Natividad González Parás vetó la ley, pero cualquiera que sea su suerte tendrá el mismo nihilista destino que la Ley de Valores.

El propio González Parás envió al Congreso una iniciativa de reforma a la Ley Estatal Electoral en la que se propone limitar la promoción de los servidores públicos en los medios electrónicos con recursos públicos, acotar el financiamiento privado, regular las precampañas y transparentar su gestión financiera y la de los candidatos. Y algo acaso más polémico: promover la relección inmediata de diputados locales y ayuntamientos.

En lo que hace a los diputados es indispensable, como argumenta la iniciativa, su profesionalización. Profesionalización que entraña una capacitación a la que hasta ahora ni partidos políticos ni fracciones parlamentarias se han comprometido con seriedad. La relección podría ser una vía para ello.

La relección de ayuntamientos muestra una realidad más compleja. Antes tendría que contemplarse el rediseño constitucional del municipio reconociendo en él la existencia de la división de poderes y eligiendo por separado al presidente municipal y al cabildo. Y no sólo. En un Foro Regional sobre la Reforma del Gobierno Municipal, organizado por el Centro de Estudios Parlamentarios de la universidad pública, se advirtió que existen en el país 60 zonas metropolitanas donde se produce más de 80 por ciento del PIB. Este fenómeno requiere un tratamiento específico.

En Monterrey y su área metropolitana la tendencia a la concentración precisa de un organismo supramunicipal que regule los diversos aspectos y problemas que comparten nueve municipalidades y su periferia: en total 15. Lo que sucede en uno es probable que afecte a otros, trátese de una vecindad conflictiva –por ejemplo entre Guadalupe y San Nicolás de los Garza, donde el gobierno de este municipio ha pensado resolverlo con un muro de siete kilómetros–, o de un fraccionamiento que puede afectar la ecología y hasta los mantos freáticos que no se atienen a límites municipales, como ocurre con Valle de Reyes, proyecto de dimensiones golfísticas para ricos, que ha encontrado fuerte oposición de la ciudadanía. La reforma al 115 constitucional parece ir madurando. Pronto tendrá lugar un evento en Monterrey donde coincidirán el décimo seminario internacional organizado por la Red Mexicana de Ciudades hacia la Sustentabilidad y el Congreso Nacional para la Reforma Metropolitana convocado por la Cámara de Diputados.

Lo mejor del Fórum Universal de las Culturas parece ser el post Fórum. De esta manera llegan a Monterrey la serie de pinturas de Fernando Botero sobre la tortura en Abu Ghraib cometida por los soldados estadunidenses y, para quedarse en la ciudad, la escultura de su famoso caballo. La Universidad Autónoma de Nuevo León le otorgó el grado de doctor honoris causa al pintor colombiano y éste dijo lo que hace mucho tiempo no se escuchaba en México desde una figura con tal autoridad: sólo ahondando en las raíces propias se puede alcanzar la universalidad. Por ello sus elogios no fueron para otros que para los protagonistas del muralismo mexicano. Ya era tiempo.

 
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