Usted está aquí: viernes 7 de marzo de 2008 Capital Ciudad Perdida

Ciudad Perdida

Miguel Ángel Velázquez
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■ Presupuesto de la ALDF, a la alza

■ La fiscalización de recursos no pasa por ahí

Los datos de la situación económica de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal además de causar alarma, llaman a indignación porque no parece haber motivo suficiente para que su presupuesto, en los albores del nuevo siglo, se hubiera casi triplicado, convirtiéndolo más que en organismo de representación popular, en el botín más jugoso de los partidos políticos locales.

Las cifras son las que ofrecen ese panorama. En 2001, el presupuesto que manejaron los diputados fue de 584 millones 248 mil pesos, ocho años después, los números dicen que la cantidad se incrementó hasta llegar a mil 150 millones de pesos, aproximadamente.

¿Por qué aumentó tan desproporcionadamente esa cifra si el número de diputados sigue siendo el mismo? ¿Por qué si la población de la capital no ha sufrido mayores tasas de crecimiento? ¿Por qué si la inflación, por ejemplo, no se equipara al crecimiento de ese presupuesto?

Y lo peor, el trabajo legislativo tampoco parece ir aparejado a los millonarios aumentos. Esa es una verdad que avala, de todas todas, el rechazo de la gente al trabajo político de los diputados locales. Basta con señalar todas las veces que los funcionarios del gobierno central han sido citados a comparecer, sin que los diputados asistan al encuentro programado.

A todo eso hay que agregar que en el presupuesto de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal hay capítulos, es decir rubros de gasto que son considerados “discrecionales”. Las erogaciones que se ejercen al amparo del capítulo 400 tendrían que ser revisadas de tal forma que no levantaran sospecha alguna.

En ese renglón del presupuesto, se dice que el año pasado se destinaron 68 mil 181 pesos para ayudas “culturales y sociales”, pero además, en “ayudas y donativos a instituciones sin fines de lucro” los diputados dispusieron de 123 millones 429 mil 93 pesos. En ese capítulo, el 400, se ejerció 85 por ciento del dinero programado, aunque hasta casi el final de 2007, en “otros renglones” del gasto, sólo se había ejercido 56 por ciento de lo presupuestado, según los datos de que disponemos y que datan de noviembre pasado.

Lo terrible de todo esto es que del gasto que hace la Asamblea no hay quien la audite. Aunque año con año los diputados analizan, juzgan y condenan el gasto que hacen los funcionarios del gobierno de Marcelo Ebrard, y exigen transparencia en el ejercicio de los fondos públicos. Ellos, los diputados, no conocen el escrutinio de ningún organismo ni están sometidos a la rendición de cuentas transparentes.

Tal vez por eso es que a los dineros de la gente que ellos ejercen se les conoce como el presupuesto feliz, y año con año se incremente sin motivo aparente. Nada más el año pasado el presupuesto aumentó más de 130 millones de pesos, y no conformes, para 2008 subió casi 250 millones más.

No hay duda de que la labor de los asambleístas requiere de muchos gastos que deberían servir para apoyar su gestión, pero por eso mismo, y para dignificar su trabajo, tendrían que ser observados por alguna instancia que asegure que esos dineros no son utilizados para fines que nada tienen que ver con su gestión, y no porque alguien piense que se los embolsan, sino para tranquilidad de todos.

Hay una buena cantidad de gastos en el presupuesto de la ALDF que no parecen tener lógica, pero poco a poco se los iremos dando a conocer a usted.

 
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