Usted está aquí: domingo 9 de marzo de 2008 Cultura Deslumbra en Misuri la actuación de la Sinfónica del Estado de México

■ Ofrece interpretación única de la Quinta sinfonía de Chaikovsky

Deslumbra en Misuri la actuación de la Sinfónica del Estado de México

Ángel Vargas (Enviado)

Kansas City, Misuri, 8 de marzo. El ofrecido la noche de viernes en San Luis, Misuri, era uno de los conciertos más esperados para la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM) en su gira por Estados Unidos.

Así lo hizo saber a lo largo de la semana el director de la agrupación, Enrique Bátiz, quien enfocó los ensayos de estos últimos días a preparar esa cita. Su argumento era demostrar que la OSEM puede hablarse de tú con la Sinfónica de San Luis, una de las más importantes de ese país.

Y así se cumplió el tiempo, y la orquesta mexiquense estuvo más que a la altura de las circunstancias, con una actuación de alto nivel interpretativo y profundo contacto emocional con la audiencia, como ha ocurrido en general a lo largo de este periplo estadunidense, que concluirá el 21 de marzo.

El escenario de la presentación fue la hermosa Catedral de San Luis, construida a principios del siglo pasado y de cuya majestuosidad bien da cuenta el dato de que su decorado, hecho con base en azulejo italiano, requirió poco más de 80 años de trabajo.

Fue un concierto homogéneo, pero sobre todo muy emotivo, coincidieron en señalar tanto músicos como público. Altos estándares en lo técnico y lo estético, exigente. La Quinta sinfonía de Chaikovsky como la gran protagonista de la velada.

Se trató, de hecho, de la única ocasión que se le interpreta en esta gira, lo mismo que ocurrirá con otra quinta, aún más famosa, la de Beethoven, que sonará dentro de unos días, en una de las presentaciones que la agrupación realizará la semana entrante por California.

La única objeción de la noche, además del inclemente frío que prevalecía a la intemperie, fue la extrema resonancia del inmueble religioso, debido a su imponente altura y a las cinco enormes cúpulas que se extienden a lo largo de la nave, en forma de cruz latina.

Fue un problema acústico que en ciertos pasajes, sobre todo en la obra de Chaikovsky, empalmó un poco el sonido, creando una masa sonora amorfa, ininteligible, pero que en otros momentos operó incluso en favor, en específico con el concierto de guitarra Fantasía para un gentilhombre.

Tal pieza de Joaquín Rodrigo, a manos de Alfonso Moreno, no requirió de apoyo de sonorización electrónica, como sí ha ocurrido en el resto de las salas en las que se le ha presentado, lo cual le confirió un sabor más natural y fresco, un prodigio de belleza emocional al desnudo.

Interpretación estrujante, intensa y sublime la que realizó el solista mexicano, como lo ha hecho en realidad desde el domingo pasado, en las cinco ocasiones que ha dado cuenta de esa obra en el transcurso de la semana, pero que en la de anoche rebasó las dimensiones humanas y se erigió en una suerte de hechizo que mantuvo a la concurrencia embelesada de principio a fin.

Tal era la conexión sentimental entre guitarrista y público que, por vez primera en la gira, obsequió un encore, una pieza tradicional mexicana, Un viejo amor, que no a pocos logró erizarles la epidermis y provocarles un nudo en la garganta. Acupuntura al miocardio.

La orquesta mexiquense, a la altura en todo momento, sin importar la fatiga de 55 días de gira y la incomodidad inherente a los largos viajes que debe hacer entre una ciudad y otra.

Puntual y alegre, cohesionada y precisa, en su ejecución de la Obertura Festival Académico, de Brahms. Pero el gran momento llegó con la quinta de Chaikovsky, interpretada de manera vibrante, estremecedora, no sin olvidarse de esos problemas acústicos ya mencionados, en los que nada tuvo que ver la agrupación.

El primer movimiento fue excitante, telúrico, con pasajes de profundo dramatismo. El segundo, evanescente, sutil, inasible. El tercero, el vals, de finura y recato, belleza indomable. Una gran culminación con el cuarto movimiento, brillante, con todas las secciones entregadas, en el clímax, lo mismo que el director Enrique Bátiz.

Aplausos, bravísimos, ovaciones rabiosos, el corolario ante esa actuación y la entrega de los músicos. Un público agradecido y una orquesta extenuada, pero satisfecha, feliz. Dos encores y final de gran noche.

Nivel y buen momento

Ya establecida en Kansas City, donde se presentó la noche del sábado, cabe subrayar de más que positivo lo hecho por la OSEM en el transcurso de esta semana que concluye, durante la cual ofreció el mismo programa en cinco ocasiones, en sendas ciudades de tres estados: El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla; Fantasía para un gentilhombre, de Joaquín Rodrigo; Sinfonía India, de Carlos Chávez, y la Cuarta sinfonía de Brahms

Todas excelentes, aunque sin duda destacaron las finísimas y vehementes interpretaciones que hizo la orquesta de la partitura Brahms, dada su gran complejidad, lo cual fue elogiado y reconocido en todas las ocasiones por el público de los diferentes escenarios.

 
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