Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de marzo de 2008 Num: 679

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Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El diccionario de
los que no están

GABRIELA VALENZUELA NAVARRETE

Eurídice
SATAVROS VAVOÚRIS

Sandor Marai y el
ocaso de un imperio

SERGIO A. LÓPEZ RIVERA

Berlinale 2008
ESTHER ANDRADI

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Hugo Gutiérrez Vega

DISCURSO POR LA AUTONOMÍA UNIVERSITARIA (I DE IV)

Una de las características esenciales de la autonomía es la de proteger y fomentar la función crítica de la Universidad , función que tiene como principal objetivo la búsqueda de la verdad tanto en las ciencias como en las humanidades. El lema de nuestra Universidad, ideado por José Vasconcelos, así resume estas preocupaciones intelectuales –o espirituales si así prefieren–: “Educo en la verdad y en el honor.” Desde la Edad Media , época de su fundación, la Universidad ha mantenido su función de crítica de la sociedad y, por lo mismo, ha sido objeto de los ataques de los poderes públicos o de los rigores fundamentalistas, de los cientificismos o de los extremismos ideológicos. La Universidad , para cumplir sus funciones primordiales, requiere de lo que la tradición ha llamado libertas scholastica (libertad académica). Esta libertad no soporta ninguna forma de presión o de limitación, ya que, al plegarse a las directrices autoritarias, se ve obligada a dejar de ser Universidad y a convertirse en un conjunto de escuelas que proporcionan a la sociedad una cuota de profesionistas repetidores de saberes ya hechos y carentes de la voluntad crítica indispensable para la investigación y para el desarrollo de las ciencias humanas y naturales. No era una simple frase retórica la de Abelardo cuando afirmaba que la clave de la sabiduría era la assidua , es decir una sen frequens interrogatio, refiriéndose así al asiduo o repetido preguntar dialéctico como la primera clave de esa sabiduría que la Universidad crea, critica, torna a analizar y al fin difunde para beneficio de la sociedad. No olvidemos que la Universidad de París surgió a fines del siglo XII como una reunión corporativa de maestros y estudiantes, y que esto ya se había dado en la Universidad de Bolonia y en la Facultad de Medicina de Salerno. Se trataba, por lo tanto, de una asociación universitaria formada por maestros y estudiantes con el propósito de investigar sobre las ciencias naturales y humanísticas, cumpliendo así una función crítica que ponía en tela de duda los saberes tradicionales y los mejoraba o, en su caso, los aceptaba como todavía valederos y sujetos a un proceso de revitalización. Sobre este tema, dice Wittram que la Edad Media universitaria (la Alta Edad Media para ser más preciso) encontró en el retorno del pensamiento de Aristóteles, dado en los siglos XII y XIII, una significación tan profunda como la que para las universidades a partir del siglo XVI tuvo el renacimiento de la antigüedad clásica en el humanismo.

Para Guillermo de Humboldt, los dos pilares en los que se basa la estructura universitaria son la investigación y la enseñanza. Siguiendo este principio, la unam ha venido creando sus institutos de investigación aplicada a la docencia, tanto en Ciudad Universitaria, ahora patrimonio histórico y artístico de la humanidad, como en otros lugares de la República en los que tiene convenios con las universidades locales (el caso de Querétaro es ejemplar en ese sentido). Esos institutos, como la Universidad en su conjunto, deben ser apoyados por el Estado que está obligado a dotarlos de los medios necesarios para que cumplan su misión y debe hacerlo sin intentar controlarlos, pues este campo es tan delicado que no soporta la más pequeña intervención del Estado o de los poderes fácticos. Otorgar los fondos necesarios y confiar en que pueden, como decía Foucault, cuidarse a sí mismas y ejercer ampliamente una libertad que han sabido ganar a lo largo de su historia y, principalmente, por el camino de la autonomía. Los ministerios de Educación Pública deben ser muy cuidadosos en el funcionamiento de sus mecanismos de planeación nacional de la educación universitaria y medir el alcance de sus presupuestos por programa que, si no se manejan con inteligencia, buen criterio y flexibilidad, se convierten en un dogal que las asfixia al impedirles formular sus propios programas con base en la demanda estudiantil y en las características de la región en donde están enclavadas. Por todas estas razones, debemos replantear, por medio del instituto de estudios sobre la universidad, las nociones sobre lo permanente y lo perecedero en la idea de Universidad. El hecho insoslayable de todos los estudios descansa en el principio de que el Estado debe encargarse del aspecto económico de la universidad pública y evitar cualquier intento de control en nombre de una supuesta planeación o de la discutible auditoría de sus recursos. Todo esto le corresponde a la Universidad. Así lo exige su autonomía y el papel de maestra de la vida social y de directora del pensamiento colectivo que debe desempeñar en la sociedad del siglo XXI.

(Continuará)

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