Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de marzo de 2008 Num: 679

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El diccionario de
los que no están

GABRIELA VALENZUELA NAVARRETE

Eurídice
SATAVROS VAVOÚRIS

Sandor Marai y el
ocaso de un imperio

SERGIO A. LÓPEZ RIVERA

Berlinale 2008
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

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MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
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Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
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Javier Sicilia

Howard Fast, Cristo en Cuernavaca

La publicación bilingüe de Cristo en Cuernavaca, de Howard Fast (Ediciones Clandestino, 2008) ha puesto ante los ojos del lector a un autor tan fundamental como olvidado. Las razones de ese olvido son múltiples. Señalaré una: Fast era comunista y hoy, en la época del embrutecimiento del mercado, de la caída del muro de Berlín y de la ausencia de sentido, nadie, al igual que sucede con los grandes autores católicos, quiere leer a un comunista.

No tendría objeción si Fast, como lo fueron los escritores cristeros o la mayor parte de los escritores del realismo socialista, hubiese producido novelas ideológicas –en ese caso yo tampoco habría querido leer a Fast. Sin embargo, este estadunidense perseguido por el macartismo, encarcelado en 1950 en su propio país, refugiado en esa década en México y satanizado por los propios comunistas cuando en su libro El dios desnudo denunció sus contradicciones, pertenece a esa estirpe de grandes escritores que, como Vassili Grossman en la urss o el mejor Neruda en Chile, escribieron, no como comunistas, sino en tanto comunistas, es decir, escribieron no de, sino desde una matriz que les permitió leer la realidad desde una perspectiva profundamente humana. En este sentido, Fast, al igual que Grossman, busca entre los más pobres, entre los perseguidos, entre los miserables, el perdido rostro de lo humano. Donde un hombre es aplastado por los poderes del siglo, por los exousias –esos poderes que aparecen en la Biblia y que San Pablo define como aquellos que deben su existencia a fuerzas espirituales demoníacas–, Fast no sólo muestra su horror, sino que a través de la víctima nos descubre la dignidad de lo humano, aquello que el poder niega y sin lo cual la vida carece de sentido. Dos novelas, de su basta producción, no dejan en este sentido de conmoverme, La pasión de Sacco y Vanzetti y Cristo en Cuernavaca. Si en la primera, con una penetración digna del más fino humanista, Fast nos muestra el martirio de dos anarcosindicalistas, dos hombres justos e inocentes, bajo la máquina paranoica del macartismo, en la segunda nos muestra el rostro de Cristo en la dignidad de un indio que, segregado por y de los poderes mercantiles y técnicos del siglo, pierde a su hija enferma del riñón. En esta novela, el comunista Fast, con una intuición que sólo proviene del genio artístico, no sólo revela dos partes fundamentales del cristianismo: el descubrimiento del rostro de Cristo en el prójimo y el poder de la impotencia, sino también, una década antes del Vaticano ii , del encuentro del episcopado latinoamericano en Medellín y de la aparición de Sergio Méndez Arceo en esa misma Cuernavaca que Fast nos relata, nos revela lo que serán las grandes líneas de la teología de la liberación y de la actividad del llamado “Obispo rojo”: la opción preferencial por los pobres.


Foto: www.trussel.com

El Cristo de Fast, semejante al Cristo triunfante en su pobreza que entra en Jerusalén el Domingo de Ramos, monta sobre un burro. Como él también no enfrenta ni busca ni pacta con los poderes de su época –expresados en Fast por la destrucción de las formas de vida de los indios y el aparente poder técnico de curar que proviene de la tecnología médica norteamericana–; no niega esos poderes, pero tampoco los solicita. Con su silencio y su humildad reconoce en ellos al “diablo” y frente a ellos se define como el impotente, el sin poder.

Esa impotencia inocente lo convierte en un revelador del mal y, en consecuencia, en un objetor de conciencia. Semejante al Jesús de los Evangelios y al Sacco y Vanzetti narrados por Fast, su Cristo de Cuernavaca, al rechazar el poder, al exaltar su an-arquia, pone en evidencia el mundo del poder y lo perturba porque se somete totalmente a él sin solidarizarse con su mal. Su sumisión, como la de Cristo, es de un nuevo cuño: la del amor. A través de ella, el comunista Fast parece decirnos, con la intuición del artista, que la no resistencia al mal es la fuerza suprema del más duro y difícil de los amores, el amor al enemigo, por el cual Jesús sometido en su rechazo a los poderes de su tiempo salvó al mundo.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco- cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la appo , y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.