Usted está aquí: martes 11 de marzo de 2008 Economía Asia, timonel de la economía mundial

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Globalización

Asia, timonel de la economía mundial

Ampliar la imagen Supervisión de la producción de autos Honda en las afueras de Nueva Delhi, India, donde la firma japonesa prevé aumentar sus ventas Supervisión de la producción de autos Honda en las afueras de Nueva Delhi, India, donde la firma japonesa prevé aumentar sus ventas Foto: Reuters

Ampliar la imagen India es uno de los mercados de crecimiento más rápido en el mundo en demanda de productos de hierro. La escena, la semana pasada en la ciudad de Siliguri India es uno de los mercados de crecimiento más rápido en el mundo en demanda de productos de hierro. La escena, la semana pasada en la ciudad de Siliguri Foto: Reuters

Exageración informativa o no, China e India han llegado para quedarse como potencias económicas. Ya no se trata de preguntarse si impulsarán la economía global: ya lo hacen. Nunca la economía mundial había dependido de economías en desarrollo. El modelo consistía en que los países ricos eran siempre las locomotoras económicas globales. Sin embargo, China e India, aunque poderosas, siguen siendo pobres sobre una base per cápita. Veamos brevemente las implicaciones, lo que debe hacerse y lo que no.

Un artículo reciente de la revista The Economist declaraba: “Si China puede seguir volando alto, ayudará a mantener la seguridad de la economía mundial”. Es toda una declaración. Es evidente que navegamos en aguas desconocidas. No sería demasiado atrevido decir que el destino de la economía mundial depende ahora no sólo de Estados Unidos (EU), sino también de la salud económica de China. Al menos durante los próximos dos años.

Esta opinión la comparte Jeffrey Immelt, presidente de General Electric (GE), quien anunció en una entrevista con Financial Times, al final del año pasado, que “China e India protegerían a GE de un declive en EU”. Y ante la crisis bancaria en EU y Europa en plena devastación, los gigantes financieros de este mundo –Citigroup, Merrill Lynch, JP Morgan, etcétera– se vuelven hacia China (y hacia los fondos soberanos de riqueza, SWF por sus siglas en inglés, de otros mercados emergentes de Asia y Medio Oriente) para salvarse. En su visita a Pekín, el primer ministro británico, Gordon Brown, exhortó a los chinos a priorizar a Londres como destino de inversión de su fondo soberano de 200 mil millones de dólares.

¡Qué distancia ha recorrido la economía mundial en los 10 años pasados! En 1997 había una crisis financiera en Asia y se exhortaba a las instituciones globales a rescatar los bancos asiáticos y a los gobiernos insolventes. China e India estaban protegidas, pero la región sufrió una sacudida. Algunos expertos veían esto como un revés al denominado siglo del Pacífico. En 2008, ¡Asia rescata a las economías occidentales!

Los acontecimientos suceden a velocidad desconcertante, es en extremo difícil seguirles la pista, ya no se diga entender cuáles son las causas, fuerzas motrices y tendencias de los gigantes económicos chinos e indios.

El problema no es la “información”. Nos bombardean de información sobre China y, en menor extensión quizá, sobre India. Obtener información no es, por tanto, el asunto. El punto es: ¿qué hacemos con ella? ¿Cómo convertimos esta información en conocimiento? Y luego, una vez que tengamos el conocimiento, ¿cómo tomamos medidas para asegurar que lo que hagamos sea parte de una visión estratégica?

La primera obligación es hacerlo en serio. Profundizar más. Olvidar la información superficial y la creación de estereotipos. Hacer la tarea y hacerla bien. Si vamos a convivir, y vaya que lo haremos, tenemos que entender lo que es China. Cómo llegó adonde está. Qué desea, y adónde nos llevará. El ímpetu está en aumento.

Es sobre todo importante entender la dinámica histórica. Es indiscutible que chinos e indios tienen heridas producidas por las relaciones que mantuvieron con Occidente en el pasado, durante dos siglos de explotación y humillación: en conjunto, el PIB de China e India se precipitó de aproximadamente 50% del PIB global en 1820 a 8% en 1950. Esto no quiere decir que busquen venganza. No es el caso, y lo más notable del resurgimiento de estos dos gigantes asiáticos es su deseo de colaboración, ¡incluso si esta colaboración no se da ahora en términos occidentales!

Éste es un elemento importante para Occidente. Para este fin, los ejecutivos occidentales podrían hacer mucho más que leer las obras de Prakash Tandon: El siglo punjabí, Más allá de Punjab y Vuelta a Punjab. Tandon fue el primer indio nombrado gerente (en 1937) de operaciones de Unilever en India y un par de décadas más tarde sería su primer presidente. Tandon pinta un telón de fondo fascinante del ambiente indio y de sus relaciones con Gran Bretaña (como país) y con los británicos (como individuos) en la década anterior y en las posteriores a la Independencia. Es una lectura fascinante. Hemos avanzado desde entonces; sin embargo, indios y chinos están bien conscientes de dónde vienen; la mayoría de los occidentales no lo están, o sólo de forma muy débil.

Así que tenemos que estar alerta. Debemos obtener la información necesaria para percibir el sentido de los acontecimientos y desafíos, pero también necesitamos entender el pasado y el presente. La información, por tanto, tiene que convertirse en verdadero conocimiento.

Una vez que adquirimos ese conocimiento, debemos hacer algo con él. Así como la información se transforma en conocimiento, los desafíos deben convertirse en oportunidades. Y las oportunidades son enormes.

No hay duda de que entender a China y aprovechar las oportunidades representa dificultades especiales. No sólo tiene un complejo pasado, sino que el presente no es mucho más fácil. No sólo es la primera vez en la historia que la economía mundial depende de países de desarrollo, sino que depende de uno que, por si fuera poco, ¡es comunista! Lo que esto significa en el caso de China es posiblemente uno de los mayores enigmas de la historia. Y también ilustra las contradictorias perspectivas de China. Veamos a Pekín, donde puede observarse el retrato de Mao Tse Tung en Tiananmen y, al lado de la Ciudad Prohibida, el misterioso cuartel, casi una fortaleza, del Partido Comunista Chino en Zhongnanhai. Contemplemos Shanghai, Guangzhou, Tianjin, y múltiples ciudades de segundo nivel –y también en ciertos barrios de Pekín– y tendremos una imagen muy diferente. El impulso empresarial ha alcanzado a China como no se había visto desde la revolución industrial.

Vayamos al campo, ya sea en China o India, y veremos otro panorama. Cientos de millones de campesinos, muchos por debajo del umbral de pobreza, trabajan en condiciones premodernas.

¿Confuso? ¡Qué bien!

Tomemos la información y tratemos de entender, sin precipitarnos a conclusiones rápidas y simplistas.

Y seamos cuidadosos también con otra cosa. No subestimemos el tamaño y la diversidad de los dos países. De hecho, son más bien continentes que países: hay muchas Chinas, como hay muchas Indias. Son enormes conglomerados de mercados, pero con características regionales muy diferentes. La diversidad es al menos tan grande, si no es que más, como en Europa, de Lituania a Portugal. Nos burlaríamos de alguien que juzgara la totalidad del mercado europeo a partir de, digamos, Eindhoven. Bien, no cometamos el mismo error si estamos en Mumbai o Guangzhou. Entendamos las diferencias. Las especializaciones. La diferenciación. No intentemos aprehender todo de una sola vez. Los números y volúmenes son asombrosos.

Para evaluar estas economías, hay que tener en cuenta que han recorrido un camino muy largo en un tiempo muy corto. China, en particular, ha roto todos los récords. Ambas economías continuarán creciendo; 8% India y 10% China. Esto significará, desde luego, más cambios. Si nos atenemos a los estereotipos actuales, nos veremos rápidamente rebasados.

Respecto de China, evitemos enfocarnos sólo en las mercancías baratas. Eso está pasando rápidamente a la historia. Nos acercamos a China como la fábrica del mundo. Pensemos en las siguientes fases. Pensemos en innovación, investigación, renovación.

Finalmente: hay que tener cuidado. La ignorancia y la arrogancia podrían hacernos caer. Durante centurias la globalización ha sido un guión occidental con melodía occidental. Ya no es así. La autocomplacencia nos dejará a la zaga. Así que comprendamos. Tomemos medidas. Subamos a bordo. El tren está a punto de partir.

Fuente: EIU

Traducción de texto: Jorge Anaya

 
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