Usted está aquí: martes 11 de marzo de 2008 Estados Desalojan a 63 familias de Agua Blanca, Hidalgo, tras detectarse falla geológica

■ Cuarteaduras en casas y grietas en tierras de pastoreo y cultivo, entre las afectaciones

Desalojan a 63 familias de Agua Blanca, Hidalgo, tras detectarse falla geológica

■ El gobierno municipal busca un terreno para la reubicación definitiva de los damnificados

Carlos Camacho (Corresponsal)

Ampliar la imagen En el camino de acceso a Plan Grande, municipio de Agua Blanca, considerado la entrada a la zona otomí-tepehua, se aprecian las grietas provocadas por la falla geológica En el camino de acceso a Plan Grande, municipio de Agua Blanca, considerado la entrada a la zona otomí-tepehua, se aprecian las grietas provocadas por la falla geológica Foto: Carlos Camacho

Agua Blanca, Hgo., 10 de marzo. Una falla geológica en tierras de la comunidad de Plan Grande provocó el desalojo de 63 familias, debido a que las paredes de sus viviendas tienen cuarteaduras, hay severos daños en la carretera de acceso, así como profundas grietas en terrenos de pastoreo y cultivo.

Hasta la fecha hay 10 familias que se encuentran en un albergue improvisado de la localidad de El Encino. Mientras el gobierno municipal busca un terreno para la reubicación definitiva de las 63 familias afectadas, los regidores los apoyan con alimentos, cobijas y despensas.

Pero todo lo anterior es insuficiente, pues todos los habitamtes vivían de “lo que nos daba la tierra”; se dedicaban al cultivo de autoconsumo y criar animales de corral, “y ahí la íbamos pasando”.

Ahora, dicen no tener “ni un quinto” para el terreno que ofrece el gobierno municipal, comenta descolada María Luisa Benítez Solís, quien dejó su casa y se refugió en el albergue con su esposo y su hijo.

Relataron que ellos apenas estaban construyendo su vivienda, todavía no las terminan pero ya se les notificó que es necesario que desalojen el lugar, pues hay riesgo de que toda la comunidad se hunda, debido a las profundas grietas descubiertas en noviembre pasado, que paulatinamente se hacen más extensas y profundas.

“Quieren que le demos dinero al presidente para pagar el terreno, pero no tenemos ni para comer. Por ejemplo, el sábado nos faltaron tortillas, y así quieren dinero, pues no”, se quejó María Luisa Benítez.

Alfredo Castañeda, de 11 años, quien pasa sus días en el albergue, comentó: “ya quiero ir a mi casa para poder jugar. Pido al gobierno que nos ayude, también queremos juguetes y pelotas, pues todos nos aburrimos aquí”.

Tras la recomendación de geólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de desalojar las viviendas, las 63 familias salieron de sus hogares, 25 se acomodaron con vecinos y familiares de otras comunidades cercanas; otras 10 aceptaron el refugio, y el resto “no sabemos dónde andan”, lamenta la regidora Matilde Peña.

El albergue es un galerón de piedra, con techos de lámina y se acondicionaron “cuartos” divididos con plástico, donde están las 10 familias, que cooperan entre sí para poder comer, pues la ayuda de las autoridades es insuficiente.

En el camino de acceso a la localidad, de este municipio considerado la entrada a la zona otomí-tepehua, la más marginada del estado, se aprecian los daños causados por las grietas. A distancia se observan las grandes cuarteaduras en casas, el centro de salud y la pequeña escuela que quedaron inhabilitados.

La regidora Matilde Peña relató que desde noviembre se hizo un estudio y en febrero otro, debido a que las grietas cada vez se hacen más anchas y profundas. “Dicen los geólogos que se trata de una falla, que viene desde Zacualtipán, en la sierra de Molango, pasa por Huayacocotla, Veracruz, y entra a esta región por Metepec, hasta la comunidad de Plan Grande, la más afectada”.

Marcelino Solís Cordero, otro de los afectados, se quejó de que en el albergue “nos hacen falta muchas cosas: comida, los niños ya no pueden ir a la escuela, ya se empezaron a enfermar debido al frío que hace aquí. Queremos alguna solución. El gobierno quiere que seamos como limosnero para pagar el terreno donde nos quieren reubicar”.

Marcelina Monroy Escamilla, es la única que se resiste a dejar su casa. “No me quiero salir, porque se van a robar mis animales y al rato nadie me los quiere pagar. Si me voy, me quieren llevar al albergue, donde están todos amontonados. Así, pues no”. Y pone en duda el diagnóstico de los geólogos y la recomendación que hacen las autoridades, porque “¿quién dice que va caerse la casa? ¡No pasa nada!”

 
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