Usted está aquí: domingo 16 de marzo de 2008 Opinión Bajo la Lupa

Bajo la Lupa

Alfredo Jalife-Rahme

■ Pemex: el paradigma es Saudi Aramco, no Petrobras

■ El “tesoro”, en manos de lunáticos

Ampliar la imagen El "paradigma" que debe ser imitado por Pemex es el de la empresa petrolera estatal Saudi Aramco, cuya totalidad pertenece al reino saudita desde 1980 y que a partir de entonces se ha extendido a otros sectores de distribución y refinación con que no contaba El “paradigma” que debe ser imitado por Pemex es el de la empresa petrolera estatal Saudi Aramco, cuya totalidad pertenece al reino saudita desde 1980 y que a partir de entonces se ha extendido a otros sectores de distribución y refinación con que no contaba Foto: Notimex

No todas las privatizaciones son exitosas por decreto. Sin contar la debacle del sector bancario privatizado en el G-7 –que apenas inicia su naufragio–, abundan los ejemplos de fracasos estrepitosos en países con mejor grado educativo que el “México neoliberal” y que definen la matriz operativa de la globalización financiera anglosajona: desde la mafiosa gasera texana Enron, en el sector energético de Estados Unidos, hasta los ferrocarriles en Gran Bretaña, para citar los más conspicuos.

A nivel latinoamericano, Argentina, país relativamente similar a México en términos geoeconómicos, exhibió la miseria de las privatizaciones del agua y los hidrocarburos; en este último sector, la pirata española Repsol acaba de arrojar la toalla en Buenos Aires, después de haber propiciado una colosal crisis energética, circunstancia que reclama la renacionalización.

¿Por qué razón teleológica y determinista, quienes fracasaron un extenso cuarto de siglo durante la estatización de Pemex (v.gr. el grupo delamadridista Labastida-Gamboa y el nepotismo tuxpeño de los Reyes Heroles, aliado al subsidiado Roberto Hernández Ramírez) van a ser ahora exitosos con su privatización?

Por lo que hemos leído en los periódicos, la fauna delamadridista –aliada con Beltrones, con mentalidad de policía judicial soviético que carece de la menor idea de qué color es el petróleo; el trío panista Elizondo-Camarillo-Bueno Torio, y la pareja gubernamental Calderón-Mouriño– pretende en forma insensata realizar “alianzas estratégicas” con empresas poco exitosas, como la pirata española Repsol, así como con texanas en vías de extinción en los próximos diez años y, peor aún, con enanas como las petroleras de Colombia (Ecopetrol) y Chile (ENAP).

El protopanista con travestismo priísta, Gamboa Patrón, quien increíblemente confunde el cobre con el petróleo, ha llegado a tal nivel de vesania, que supera su legendaria ignorancia, al haber proporcionado en forma “entusiasta” como “paradigma” a la petrolera chilena, cuando Chile es deficitario en hidrocarburos (primordialmente en gas). ¡De locos! El “tesoro” de los hidrocarburos mexicanos se encuentra en manos de lunáticos, más que de piratas.

¿De lo que se trata es privatizar como sea, aun al peor postor y al mejor impostor, con el fin de adjudicarse comisiones trianguladas bajo la mesa?

En forma impactante, Fernando Siqueira y Murilo Marcato, ingenieros de Petrobras, recientemente invitados por el Frente Amplio Progresista de México, señalaron que la empresa estatal brasileña NO es el “paradigma” a seguir por Pemex; todo lo contrario, es ésta –desfiscalizada, obviamente– el modelo para Petrobras, que en realidad es una empresa híbrida, la cual tiene 40 por ciento de sus acciones en manos extranjeras que cotizan en Wall Street.

El duopolio neoliberal del PRI y el PAN se parece más a la etapa “entreguista” de Boris Yeltsin, quien privatizó en forma demencial y estuvo a punto de llevar a Rusia a su extinción en la aciaga década de los años 90, cuando los parasitarios “oligarcas” se adueñaron de los hidrocarburos más importantes del planeta, situación que revirtió admirablemente el zar geoenergético global Vlady Putin, quien ha renacionalizado en forma gradual las empresas de hidrocarburos y ha encumbrado a Gazprom como la primera gasera del mundo.

Ya que estamos en ligas mayores, y no en los chuscos ejemplos que proporciona el duopolio neoliberal PRI y PAN, a nuestro humilde entender, el “paradigma” que debe ser imitado por Pemex es el de la empresa petrolera estatal Saudi Aramco, cuyo 100 por ciento de acciones pertenece al reino saudita desde 1980 y que a partir de esa fecha se ha expandido en forma impresionante a otros sectores de distribución y refinación con que no contaba. Es decir, Saudi Aramco hace 28 años emprendió la ruta que ahora pretende llevar a cabo Pemex a la inversa, pese al rotundo rechazo de la opinión pública mexicana a la cleptocracia calderonista.

Saudi Aramco, en la actualidad, no sólo es la primera potencia petrolera mundial que el año pasado obtuvo ingresos por cerca de 500 mil millones de dólares (cinco veces más que Pemex); también ostenta el primer lugar de las reservas mundiales, con casi 300 mil millones de barriles, es decir, tres veces más que el “tesoro” en las profundidades del Golfo de México, las cuales hoy cacarea la cleptocracia calderonista, cuando el año pasado engañó y mintió con que se habían agotado las reservas, confundiendo a la opinión pública entre el petróleo “convencional” de Cantarell (que, efectivamente, se ha depletado debido a la irresponsabilidad de su exagerada producción para satisfacer las exigencias de demanda de los gobiernos estadunidenses), y el “no convencional”, es decir, de difícil acceso y costo superior de extracción que se encuentra, pletóricamente, en las profundidades de la parte mexicana del Golfo de México.

Pese a que Arabia Saudita sea uno de los principales aliados de Estados Unidos en el mundo (ahora menos, después de su espectacular acercamiento a Irán) y haya podido operar exitosamente en casi medio siglo la nacionalización total y absoluta de sus hidrocarburos, vale la pena rememorar que en 1933 –hace 75 años, y un lustro antes de la nacionalización de Pemex– la trasnacional estadunidense Socal, propiedad de los Rockefeller, en forma increíble era la dueña absoluta del petróleo saudita.

No fue sino hasta 17 años más tarde, en 1950, que los sauditas pudieron conseguir de las trasnacionales estadunidenses (entre ellas, Texas Oil Co.) un acuerdo de extracción compartido, pero fue en la década de los años 70 cuando el país propietario de los hidrocarburos pudo obtener en forma paulatina una participación accionaria de la empresa Aramco (que entonces no se llamaba Saudi Aramco, porque no era todavía propiedad estatal). Inverosímil: ¡los dueños del petróleo tenían que rogarle a los expoliadores estadunidenses unas migajas de su riqueza!

No fue sino hasta 1974, es decir hace 34 años, que la petromonarquía saudita consiguió obtener 60 por ciento de la participación accionaria de Aramco, y seis años más tarde, en 1980, tomó el control total accionario convertiéndola en Saudi Aramco.

Los sauditas cerraban así hace 28 años, en silencio pero en forma efectiva, la hazaña de su odisea nacionalista petrolera que debe ser el “paradigma” de cualquier empresa petrolera estatal que se respete.

 
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