Usted está aquí: lunes 17 de marzo de 2008 Economía Derretimiento

León Bendesky

Derretimiento

Cuando ocurre una crisis financiera se usa la expresión inglesa meltdown, o sea, derretimiento, para describir lo que sucede en los mercados. Las condiciones en las que se realizan las transacciones de títulos financieros, sean acciones de empresas y bancos o bonos emitidos por entidades privadas o gobiernos, se derriten, ya que sus precios caen y los circuitos del crédito se interrumpen. La situación se asocia con la caída de los precios de otros activos, como pasa ahora con los bienes raíces, y los efectos se extienden por la economía.

Este proceso se ha estado fraguando de modo abierto durante 10 meses en Estados Unidos. No se advierte cómo y cuándo tocará piso ni se conoce el monto del valor perdido de los títulos de deuda. Antes de eso no se puede siquiera empezar a recomponer el funcionamiento de los mercados.

El derretimiento está en pleno curso y a pesar de que el gobierno de Bush, autoridades financieras como la Reserva Federal y el Tesoro, agencias reguladoras, los bancos y otras entidades financieras intentan imponer algo de calma, todavía no lo están logrando.

La confusión es grande y no puede superarse, con ella va de la mano la incertidumbre. Apenas el 13 de marzo la calificadora Standard and Poor’s informaba que “el sector financiero mundial parece haber anunciado ya la mayor parte de las amortizaciones vinculadas con las hipotecas de alto riesgo”. Eso significaría que de alguna manera podría vislumbrarse el final de la crisis.

Pero un día después se sabía que uno de los mayores bancos de inversión de Wall Street, el muy reconocido y octogenario Bear Stearns, estaba a punto de estallar. El banco no podía ya sostener sus operaciones diarias de financiamiento, clave para seguir funcionando, y expresión clara de que perdía la confianza de sus acreedores debido a su frágil posición, especialmente asociada con los créditos hipotecarios.

La situación se expresaba claramente en el mercado: el 12 de marzo las acciones de Bear Stearns se cotizaban en 62.97 dólares y dos días después cayeron a 30 dólares. Esto arrastró de nuevo a la baja los índices de cotizaciones de las bolsas neoyorquinas, apenas a unos días de que la Reserva Federal había inyectado otros 200 mil millones de dólares al mercado, lo que provocó una recuperación que, como puede verse en retrospectiva, no tiene fundamento sólido y sigue siendo, en cambio, un reflejo altamente especulativo.

La legislación financiera estadunidense se ha hecho menos precisa en cuanto a los ámbitos de acción de la Fed para actuar como prestamista de última instancia y prevenir la quiebra de una institución bancaria que ponga en riesgo al sistema de crédito. En efecto, en 1999 se revocó el Acta Glass Steagall vigente desde la Gran Depresión de la década de 1930, y según la cual las intervenciones sólo se aplicaban a los bancos comerciales. Pero la distinción entre las operaciones de esos bancos y los de inversión es más difusa y es mayor la discrecionalidad del banco central.

Así que ante la debilidad de Bear se decretó la intervención, junto con el banco J. P. Morgan Chase, que tiene interés en quedarse con todo o una parte del negocio. Ésta es una acción atípica que sólo pone de manifiesto la fragilidad que parece agravarse.

Según los analistas, el presidente de la Fed, Ben Bernanke está dictando las políticas sobre una base eminentemente empírica y estuvo dispuesto a intervenir en el caso Bear Stearns como prevención de un mal mayor, lo que se conoce como un riesgo sistémico del sector financiero. Pero sabe que eso puede ocurrir todavía y ha declarado que hay probabilidades de algunas quiebras de bancos, aunque por ahora no prevé que alcancen a los bancos más grandes. Admite, tácitamente, que está en medio de la turbulencia y cada día enfrenta nuevas evidencias de la crisis.

Los titulares de la prensa financiera se han ido radicalizando. Se habla, por ejemplo, de una implosión del mercado en términos de la saga de la crisis. Ya en julio de 2007 Bear había declarado pérdidas en sus fondos de cobertura por 1.6 mil millones de dólares; en agosto de ese año la Fed inyectó recursos por 38 mil millones y bajó la tasa de interés en medio punto porcentual. En octubre se decretaron millonarias pérdidas en Merrill Lynch, en noviembre se supo de las dificultades de las compañías aseguradoras de bonos y ese mes Citigroup declaró enormes pérdidas; lo mismo volvió a hacer Bear en diciembre, ahora por 859 millones en el tercer trimestre. La Fed bajó otra vez las tasas en 0.75 puntos porcentuales en enero de este año y, como ya se dijo, inyectó otros 436 mil millones de dólares al mercado en lo que va de marzo.

Son constantes las revisiones de la evolución esperada de la economía estadunidense para el resto del año. En México aumenta la necesidad de previsión sobre los efectos probables en esta economía que hoy depende más que nunca de un precio básico, el del petróleo.

 
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