Usted está aquí: domingo 23 de marzo de 2008 Opinión Agua para todos

Editorial

Agua para todos

Ayer se celebró el Día Mundial del Agua 2008, con el lema El saneamiento importa y la consigna de generar conciencia sobre la falta del líquido que padecen millones de personas en el mundo.

El análisis de esta carencia resulta ya impostergable, habida cuenta de que unas mil millones de personas en el planeta –sexta parte de la población mundial– no tienen acceso a una fuente de agua potable, en tanto que alrededor de 2 mil 600 millones no cuentan con servicios adecuados de saneamiento, lo que significa que 60 por ciento de los habitantes de la Tierra no gozan plenamente de los recursos hídricos indispensables para la vida.

Siempre ha resultado paradójico que, en un planeta constituido en su mayor parte por agua, sólo un pequeño porcentaje pueda ser empleada para consumo humano. Los datos arriba citados ponen en evidencia que, además de las limitaciones planteadas por la naturaleza, el proyecto político-económico dominante en el mundo, basado en la acumulación de riqueza mediante el consumo irracional de recursos naturales limitados, tiende a ver el agua ya no como un bien público, sino como un privilegio del que sólo pueden gozar algunos, y como una mercancía regida por las leyes de la oferta y la demanda: a mayor escasez, más ha de pagarse por ella.

Lo que parecen olvidar quienes sustentan esa postura es que el agotamiento mundial de los recursos hídricos se debe principalmente a la voraz explotación que han padecido durante décadas para satisfacer las necesidades de los dueños de los grandes capitales. Tal circunstancia ha generado un creciente desequilibrio en la distribución del recurso, y si no se corrige están en riesgo la viabilidad del planeta y la vida de millones de personas.

En el caso de nuestro país, la celebración del Día Mundial del Agua coincidió con una reducción en el suministro al valle de México, como habían anunciado la Comisión Nacional del Agua y el Gobierno del Distrito Federal, por las reparaciones al acueducto del sistema Cutzamala. La situación del desequilibrio hidrológico en el altiplano se explica a raíz de un aumento desproporcionado de la población y la demanda de agua, que ha provocado una creciente sobrexplotación de los mantos freáticos y la necesidad de traer el agua de fuentes externas, como el sistema Lerma y el mencionado Cutzamala. Por añadidura, la explotación excesiva de los acuíferos subterráneos ha generado un hundimiento crónico de la ciudad de México, severas afectaciones en la estructura del drenaje y, en consecuencia, un incremento en el riesgo de inundaciones y la necesidad de construir mayor infraestructura, que de todos modos resultará un simple paliativo en tanto continúe la tendencia de consumo excesivo del recurso.

Al igual que en el resto del mundo, para lograr que la ciudad sea autosustentable en el manejo de sus recursos hídricos se requieren medidas enfocadas a racionalizar el consumo de un recurso que se vuelve cada vez menos renovable. En la base de esa racionalización debe hallarse la conciencia de solidaridad con las generaciones futuras y con todos aquellos que en la actualidad no gozan cabalmente del líquido que da sustento a la vida.

 
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