Usted está aquí: viernes 28 de marzo de 2008 Cultura No intento escandalizar, sólo deseo pintar con honestidad: Daniel Lezama

■ El artista abrirá la muestra La madre pródiga en el Museo de la Ciudad de México

No intento escandalizar, sólo deseo pintar con honestidad: Daniel Lezama

■ La Galería Hilario Galguera publicará un libro para documentar 120 obras de ese autor

Merry MacMasters

Ampliar la imagen El pintor Daniel Lezama, ayer, en su estudio durante la entrevista con La Jornada El pintor Daniel Lezama, ayer, en su estudio durante la entrevista con La Jornada Foto: Yazmín Ortega Cortés

En el borde del abismo, donde la mexicanidad se concentra, el pintor Daniel Lezama se ha propuesto generar nuevos mitos.

Daniel Lezama y la madre pródiga se titula la exposición de alrededor de 40 cuadros, una selección de bocetos preparatorios y material documental, que será abierta el martes primero de abril, a las 19:30 horas, en el Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30), a dos cuadras del Zócalo y “una pelusa en el ombligo del mundo”.

Conocido por abordar temas “fuertes”, en ocasiones de enorme “crudeza”, Lezama reconoce que “si a veces escandalizo es porque me escandalizo a mí mismo. De repente necesito la emoción fuerte para despertar a las realidades de algo, para sentir y encontrar el alimento de esta búsqueda”.

La madre pródiga es el proyecto más ambicioso hasta el momento de Lezama (DF, 1968). Nació de una confluencia de factores: empezó a trabajar con la Galería Hilario Galguera, se habló de un libro, de buscar un espacio, aparte; llegó su amigo Conrado Tostado, ex director del Museo de la Ciudad de México, quien le dijo que la ahora directora, Cristina Faesler, le estaba inyectando energía nueva.

Aunque La madre pródiga comprende casi una década de trabajo, no se trata de una retrospectiva cronológica.

Más bien, el curador Erik Castillo hizo una reflexión sobre tres temas recurrentes en su trabajo: amor, ciudad y pintura. O, como dice Lezama, amor/deseo, ciudad/nación como polis, y pintura/arte.

Representación de lo profundo

La pieza central de la muestra, y la única que Daniel Lezama hizo ex profeso, se titula precisamente La madre pródiga, un lienzo monumental de 2.40 x 6.40 metros. Sin que se inserte en la tradición muralística mexicana, es un homenaje a “muchas cosas”, pero en específico al cuadro La casa blanca, de José Clemente Orozco, así como a la visión del artista jalisciense, “muy diferente” a la de David Alfaro Siqueiros o Diego Rivera.

Al respecto, el pintor explica: “Era una visión muy personal, de quitar la superficie de las cosas, o sea, Orozco no ponía personajes históricos a menos de que era indispensable, y realmente se iba a la esencia de las cosas. Hacía representaciones mediante la figura, de la violencia, de las llamas, del fuego, la representación de lo profundo, de lo inconsciente.

“Otros muralistas, para mi gusto, tenían el problema de ser demasiado anecdóticos, comprometidos con el instante político, con la crisis mundial, con una ideología.

“Aquí, Orozco está comprometido con el hombre, compromiso que sí retomo, con lo humano, con lo profundo, con las cosas esenciales que determinan toda la superficie.

“Es como si te fueras a la raíz, en lugar de irte al árbol. De alguna forma sí hay en mi un homenaje y respeto a esa tradición, pero lo que pasa aquí es pintura-pintura.”

Preguntado al respecto, Lezama no está de acuerdo en que sus cuadros resultan agresivos para el público.

“Déjame matizar tu pregunta. En toda mi carrera nunca he tenido un solo comentario diciéndome, me encabrona, me enoja, no me gusta tu obra. La gente ha respondido con mucha empatía, porque mi trabajo es amoroso. Siempre habrá un tema fuerte, que espante, pero al mismo tiempo hay un gancho que te jala y te absorbe. Ese mecanismo hasta ahora siempre ha operado.

“No hay una intención y mucho menos una posibilidad documentada de agredir a un público en el caso de mi trabajo. Lo he visto, inclusive, con temas que tienen que ver con la Virgen de Guadalupe, que a veces han sido controvertidos en otros artistas.”

–Más allá de la temática fuerte, ¿cuáles son sus búsquedas personales?

–El espectador ve dos cosas de inmediato: un tema fuerte que te jala a escala del morbo, tal vez, y un planteamiento técnico muy atractivo. Una pintura extraordinariamente bien pintada y también pintada efectivamente, como dije hace un momento.

“Mi intención no es escandalizar. A la hora de pintar no tengo una relación directa con mi público, o sea, trabajo para mí, pero con mucha honestidad.

“Trato de ser muy honesto con lo que necesito. Y, me ha funcionado como forma de agarrar el hilo conductor del alma que nos une a todos, que se junta en esa honestidad que tengo para mpi y que la gente percibe.

“Mi intención de alguna forma es plantear ciertos temas en un código alegórico, metafórico, de varios niveles de lectura, donde se puede ver una escena e interpretarla de varias maneras.

“Algunas interpretaciones son muy profundas, otras muy superficiales, es decir, unas son de lo que pasa en el cuadro, otras lo que significa lo que pasa, otro es lo que significa toda la escena en conjunto y por qué lo hago. Trato de ser consciente de esos niveles de lectura en términos de mí mismo. Quiero que lo que se hace sea preciso y necesario.

“Si a veces escandalizo es porque me escandalizo a mí mismo. De repente necesito la emoción fuerte para despertar a las realidades de algo, para sentir y encontrar el alimento de esta búsqueda. Considero mi obra un acto de amor al mundo, a México, a los objetos, a las personas, a mí mismo y a todos los demás que puedan en un momento dado verla.”

Subvertir los símbolos

Contrario al llamado neomexicanismo, Daniel Lezama “subvierte los símbolos hasta el punto de que apenas se reconocen. Es decir, no se usan nunca como se plantean en su versión oficial o consciente, sino por medio de un mecanismo de construcción inconsciente”.

Próximamente, la Galería Hilario Galguera sacará a la luz su primer esfuerzo editorial, un libro que reúne 120 obras de Lezama que fueron rastreadas por todo el país.

El volumen, de 300 páginas, comprende textos de Erik Castillo, Luis Carlos Emerich y Francesco Pellizzi.

Después del Museo de la Ciudad de México, la exposición viajará al Museo de Arte de Zapopan, Jalisco. Cada sede contará con una edición especial del libro, que también fungirá como catálogo de la muestra.

 
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