Usted está aquí: viernes 28 de marzo de 2008 Opinión ¡Pemex es de todos!

Jaime Martínez Veloz

¡Pemex es de todos!

Al igual que han hecho en el pasado, los mismos merolicos repiten, según convenga, medias verdades o medias mentiras, para lograr sus propósitos.

Cuando decidieron vender los satélites mexicanos, hablaron de modernización de las telecomunicaciones, del ingreso al mundo global y una sarta de sandeces por el estilo. Del mismo modo lo hicieron para pasar los ferrocarriles y aeropuertos a empresas trasnacionales. En ningún caso llegó la prometida modernización, los ferrocarriles siguen igual y los aeropuertos son un pingüe negocio para las empresas españolas, danesas y francesas que los controlan.

Hoy los aeropuertos mexicanos son administrados por gerentes de medio pelo, nombrados en Europa y sin ningún compromiso con el desarrollo y la seguridad nacional del país. Lo mismo ha pasado con los puertos mexicanos en manos de empresas estadunidenses y asiáticas, cuyos intereses gravitan alrededor de las ganancias de las empresas y nunca a favor de los intereses nacionales. Un hecho que se añade a esta situación crítica es el de que México no tiene un control efectivo de sus fronteras, dado que puertos y aeropuertos son administrados por personal nombrado desde las oficinas de las empresas extranjeras que las controlan.

En medio de la crispación mediática promovida por quienes a toda costa pretenden seguir realizando negocios a costa de las riquezas mexicanas, tachan cualquier argumento adverso a sus pretensiones privatizadoras de “nacionalismo trasnochado”, cuando lo único que se pretende es ordenar la discusión sobre elementos tangibles que esclarezcan el debate y sus términos.

Es evidente que la racionalidad no existe como elemento conductor y la única lógica que existe es la de los intereses en juego, ante lo cual sólo impera el avasallamiento mediático para inducir la opinión ciudadana hacia los objetivos que persiguen quienes pretender lucrar o seguirlo haciendo con la riqueza nacional.

Hoy nos presentan una guerra de cifras y declaraciones acerca de la reducción de las reservas petroleras, de la caída de la producción de crudo con respecto al bimestre del año anterior, pero nadie explica cuestiones básicas, cuya información es necesaria en la toma de decisiones. Por ejemplo, con todo y la anunciada caída de la producción petrolera de este año, ésta sigue siendo mayor a la de 1998. Por ello la primera pregunta necesaria en este tema es ¿quién autorizó el incremento de la sobrexplotación petrolera en el último decenio? ¿Con qué criterios se produjo?

Aunado a lo anterior, es necesario apuntar que el incremento en la producción petrolera ha estado acompañado en los últimos años de un precio excepcional, cuyas ganancias no se han visto reflejadas ni en el desarrollo nacional ni tampoco en el fortalecimiento de la industria petrolera mexicana. Se han sobrexplotado las reservas de hidrocarburos mexicanas, se han obtenido grandes ingresos, pero no se ha invertido en exploración, en investigación, mucho menos en la construcción de nuevas refinerías, que permitieran abatir los precios de las gasolinas que compramos en el extranjero.

El precio del barril de petróleo, acordado anualmente para elaborar el presupuesto nacional, ha estado por debajo del precio en el mercado, lo que le ha permitido al país obtener cada año importantes excedentes que hasta hoy no se han reflejado en el fortalecimiento de Petróleos Mexicanos (Pemex). Aquí cabría preguntar ¿quién decide el destino de estos recursos? ¿Por qué no difunde espots explicando dónde quedaron estos recursos?

Por ello, lo importante para el gobierno federal no ha sido la aportación de elementos sólidos para el debate, sino con el criterio de cualquier campaña mediática, se utilizan argumentos vulgares para ganarse la aceptación de la opinión pública y orientar una decisión que le permita a los coyotes internacionales apoderarse de uno de los últimos bastiones de la economía mexicana: el petróleo.

En este enredo de cifras, intereses y desacuerdos sobresalen posiciones objetivas, prudentes e informadas como las expuestas por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, Francisco Rojas, presidente de la Fundación Colosio del PRI, el ingeniero José Luis Apodaca, de Nuevo León, y el ex senador Manuel Bartlett, entre otros, que han formulado interesantes propuestas con información, posturas y datos que aportan elementos para un debate serio y de cara a la nación.

Ir a aguas profundas antes de certificar nuestras reservas en las costas mexicanas o en aguas someras es una acción que requiere algo más que un espot facilón, frívolo y sentimental. ¿Qué pasó con las reservas de Chicontepec, con las cuales el gobierno de Fox presumía? En el momento de ser necesario de ir a aguas profundas, ¿por qué asociarse, en lugar de contratar tecnología? ¿Por qué vamos a dividir las ganancias que le corresponden al desarrollo nacional?

Muchas preguntas están en el ambiente, el debate apenas comienza; el debate debe ser profundo y las decisiones debidamente razonadas. La impericia de los operadores del gobierno federal ha impedido soluciones a cualquier tema de la agenda nacional.

Este escenario obliga a un replanteamiento de las fuerzas y organizaciones nacionales, a construir una alternativa que le permita a Pemex consolidarse como la opción de un sostenido desarrollo del país, para lo cual se hace indispensable reformas que fortalezcan a la institución petrolera.

En esta dinámica las posturas del PRD y el PRI son claves. Al margen de sus diferencias internas, la definición del PRD es clara y pública en contra de cualquier apetito privatizador. En el lado del PRI, su presidenta, Beatriz Paredes, ha rechazado públicamente las ambiciones privatizadoras y la ha acompañado la postura del ex director de Pemex Francisco Rojas. Cabe esperar la misma definición de los coordinadores de las fracciones parlamentarias priístas en el Senado y la Cámara de Diputados. Ojalá así sea. Pemex es de todos.

 
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