Usted está aquí: jueves 3 de abril de 2008 Opinión Falacias

Jorge Eduardo Navarrete

Falacias

Después de haber demorado el diagnóstico tan anunciado, no quisieron esperar a un día hábil para propalarlo. Quizá porque a los funcionarios les place mostrar que sacrifican sus asuetos, convencidos de hacerlo por la Patria, con mayúscula desde luego. Apareció la víspera del último día laborable de marzo, cuando faltaban 22 para la conclusión del actual periodo de sesiones de la legislatura. Diagnóstico: situación de Pemex es un documento de 127 páginas, que se acompañó de un “resumen ejecutivo” de 22. Aun de la primera lectura resulta claro que se optó por un enfoque descriptivo, que presenta la situación del organismo como una cuestión de hecho, inapelable. Habría sido mejor un diagnóstico analítico que, además de retratar la realidad, examinase cómo y por qué se llegó a ella. Sin el análisis, parece postularse que la situación de los yacimientos y su explotación, de la refinación, de la industria petroquímica, del transporte y distribución y de la administración proviene de una suerte de fatalidad, de que las cosas no habrían podido ser de otro modo. Este procedimiento tiene dos ventajas. Por un lado, evita la autocrítica: las cosas son como son, sin responsabilidad de nadie. Por otro, apuntala una conclusión preconcebida: lo que se requiere es permitir “esquemas modernos y efectivos de colaboración con terceros”. Sin examinar el pasado, se intenta definir la prospectiva. Por ello, buen número de las recomendaciones de política suenan huecas: basadas en un examen insuficiente o de plano inexistente de los factores que condujeron a la situación actual y derivadas de preferencias cuya motivación política e ideológica se torna transparente. En una primera aproximación, subrayo algunas de sus más notorias falacias.

Se señala que “las reservas de hidrocarburos vienen disminuyendo desde mediados de los 80”, como si esta declinación no hubiera podido ser evitada o frenada, y se prevé la continuada caída de la producción de las cuencas en explotación hasta 2021, “ya considerando incrementos en las tasas de recuperación”. No se señala la magnitud de éstos ni el volumen del remanente ni la posibilidad de aumentar el aprovechamiento de los depósitos. Para sustituir los 1.8 millones de barriles diarios (mbd) que dejarán de obtenerse para 2021 se ofrecen cuatro áreas: 0.7 mbd de las cuencas del sureste (tierra y aguas someras); 23 mil bd de “campos abandonados”; entre 0.55 y 0.6 mbd de Chicontepec, con costos elevados y un esfuerzo de perforación mayúsculo, y los 0.5 mbd restantes del “Golfo de México profundo”. Se lograría así mantener el actual nivel de producción, cercano a los 3 mbd. No se aclara qué supuestos de crecimiento económico, aumento de demanda interna, comportamiento exportador, eficiencia energética hacen recomendable que se mantenga, en 2021, el nivel de producción esperado en 2008. Lo único que importaba era apuntalar la conclusión de que “iniciar el desarrollo de las aguas profundas es fundamental” y, por supuesto, el corolario predeterminado: “es necesario que Pemex pueda hacerse acompañar de otras empresas al de-sarrollar diversas actividades propias de su giro”. Así, al llegar a la página 10 se ha olvidado que en la uno se recuerda que Pemex es “responsable de realizar, de manera exclusiva [es decir, sin empresas acompañantes] las actividades estratégicas en materia de hidrocarburos [es decir, propias de su giro], reservadas en la Constitución para el Estado mexicano”.

El diagnóstico enfatiza la creciente dependencia respecto de los refinados foráneos, ejemplificada por las cada vez mayores importaciones de gasolinas, “que representan más de 40 por ciento de las ventas totales”. La prospectiva se plantea a 2015, cuando habría que importar “casi la mitad” de la demanda, y a “un lapso de 20 años” [2027], cuando “las importaciones serían más de dos veces el nivel de la producción nacional”. No se explica por qué se manejan horizontes distintos a los de producción, ni qué supuestos se manejan en cuanto a crecimiento de demanda, eficiencia de los automotores, etcétera. Sólo se deseaba plantear una conclusión obvia: se requiere aumentar la capacidad de refinación. Lo que no es obvio, ni convincente, es que se postule que “el reto es hacerlo todo al mismo tiempo, las inversiones para incrementar la capacidad de transporte y almacenamiento, las reconfiguraciones de las refinerías existentes, cumplir con los retos que implica abastecer con combustibles menos contaminantes y construir nuevas refinerías”. La única explicación para definir el desafío es justificar que Pemex “se apoye de [sic] terceros” para tender ductos; cuente con “flexibilidad para contratar” y pueda ampliar su capacidad de refinación “con inversión propia y complementaria”. Se plantea, de hecho, reducir la dependencia del exterior por la importación de gasolinas y refinados, canjeándola por una dependencia externa en materia de construcción y operación de ductos, acceso a las tecnologías de avanzada y recursos de inversión, “todo al mismo tiempo”.

Si se salta a la “problemática financiera” planteada en el diagnóstico se hallan paradojas similares. Se postula que Pemex debe usar “más recursos propios y menos endeudamiento” y para conseguirlo se propone atraer “inversiones complementarias”, es decir, recursos ajenos. Como si éstos se obtuviesen sin costo, como si las inversiones no generasen remesas de utilidades. No se señal ningún orden de magnitud. ¿Se estará pensando en inversiones complementarias, privadas nacionales o foráneas, del nivel que alcanzarían las importaciones de gasolinas dentro de 20 años, es decir, de más de dos veces las inversiones con recursos de Pemex?

El diagnóstico contiene dos indicadores que no se relacionan de manera explícita: el total de impuestos, derechos y aprovechamientos (676 mil millones de pesos en 2007) y la magnitud de la renta petrolera (509 mil millones en el mismo año). Ésta pertenece al Estado, pero extraer de la empresa 32.8 por ciento más es un expolio que el diagnóstico no subraya lo suficiente y que está en el origen de la mayor parte de los problemas que apunta.

Al presentar el diagnóstico, la Secretaria de Energía llamó a debatirlo “en democracia.., con argumentos y sin violencia”. Tras la elección de 2006 no estamos en democracia, pero sí podemos debatir con argumentos y sin violencia.

 
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