8 de abril de 2008     Número 7

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


GOBERNABILIDAD RURAL

Acción Nacional, una mala copia del PRI

  • Compra de votos con Oportunidades y programas de abasto

Jesús Ramírez Cuevas

Y cuando despertamos, el dinosaurio ya era azul. El poder sólo cambió de manos y, en esencia, sigue siendo el mismo sistema político autoritario que sostuvo al PRI por más de 70 años. Hubo alternancia, pero no transición democrática.

El panismo en el poder adoptó el mismo proyecto económico y la misma corrupción (o peor) de los dinosaurios priístas. Y para perpetuarse en el gobierno utiliza los mismos métodos del pasado, incluyendo los fraudes electorales y la compra de votos. Así, en los ocho años recientes los panistas han usado los programas sociales y los recursos públicos para construir sus propias clientelas políticas.

Una de las paradojas del gobierno de la derecha es que impone un modelo empresarial en el campo empeñado en destruir la economía campesina y acabar con los campesinos y los pueblos indios, y al mismo tiempo desarrolla una política para capitalizar los apoyos del erario público a favor del PAN.

En las elecciones presidenciales de 2006 se denunció el uso de los programas sociales para fortalecer la estructura electoral del PAN. En 18 meses de la administración calderonista, este modelo se ha puesto a prueba en las distintas elecciones estatales. El ejemplo más claro de la disputa política por el presupuesto con fines electorales es la polémica sobre los delegados federales que manejan los programas sociales en cada entidad y el cambio unilateral de la Secretaría de Agricultura en las reglas de operación para dificultar a las organizaciones campesinas obtener recursos.

Los panistas han fortalecido su capacidad de gestión en el campo para contrarrestar el trabajo de las organizaciones independientes, o las que simpatizan con el PRI o el PRD.

Unimoss y Plantar. Desde mediados de 2004, Acción Nacional anunció la creación de la Unión Nacional Integradora de Organizaciones Solidarias y Economía Social (Unimoss) y del Programa de Acción Rural (Plantar), para organizar “a los cientos de miles de campesinos y hombres del campo que son panistas”. De esta manera se expandió el modelo inaugurado en 1998, cuando el entonces presidente del PAN, Felipe Calderón, fundó en Irapuato, Guanajuato, la Liga de Acción Agraria, en presencia de 6 mil campesinos acarreados por el entonces gobernador Vicente Fox.

En el proceso electoral de 2006 se hizo público un manual del PAN para utilizar los programas federales para su beneficio político y tener una mayor incidencia en el sector rural. En ese documento se explica cómo “generar a través de la gestión, estructuras sociales que el den fuerza a Acción Nacional en los próximos procesos electorales” y cómo “integrar a las población del campo mexicano a organizaciones civiles identificadas con el PAN”. Con las lecciones aprendidas, los diputados y gobiernos panistas pudieron comprar cientos de miles de votos en 2006 a través de los beneficiarios de programas sociales como el de adultos mayores, de trabajo temporal y Oportunidades.

Manipulación del recurso público. En las elecciones estatales de 2007 y 2008, la disputa por el voto verde entre las maquinarias corporativas tricolores y blanquiazules alcanzó niveles de alarido. Por eso los gobernadores priístas exigen al gobierno federal la prerrogativa de nombrar a los delegados estatales que manejan el gasto social, no siempre con buenos resultados.

Un caso notable del corporativismo panista, pero de escasa efectividad, lo brindó el ex gobernador del Yucatán, Patricio Patrón Laviada, quien copió el estilo del extinto cacique priísta Víctor Cervera, aunque perdió la elección. Su intención era obtener 150 mil sufragios rurales para su candidato Xavier Abreu y en sus giras llevaba a las comunidades mayas toda clase de artículos, como máquinas de coser, rollos de alambre de púas, bombas de riego, machetes, injertos de cítricos y tinacos de plástico. Los campesinos, malagradecidos, no votaron por el PAN.

El desastre de esta estrategia panista se evidenció recientemente también en las elecciones locales de Hidalgo, Oaxaca o Veracruz, donde el “voto verde” no favoreció a la derecha.

El uso de la gestión social de los programas federales para fortalecer el trabajo electoral del PAN ha permitido crear una estructura partidaria paralela con base en organizaciones con personalidad jurídica propia (más de mil 500) que, de manera ilegal, tienen acceso a los padrones de los programas de abasto social de leche, abasto rural, adultos mayores y Oportunidades. Un ejemplo de estas organizaciones es el Organismo de Productores Agropecuarios, Ganaderos, Acuícola Nacional, AC (OPAGAN).

Líderes sin representados. Así, con el pretexto de acabar con los líderes corruptos de las organizaciones campesinas tradicionales o de izquierda, el gobierno de la derecha promueve una nueva forma de corrupción, más cínica, pues los nuevos “líderes” ya no están comprometidos con los campesinos, sino con la gestión de un gobierno que ha convertido los programas sociales en una forma descarada de comprar apoyo político electoral para el PAN. Así actúan los panistas, quienes algún día se preciaban de ser demócratas y declaraban que acabarían con el corporativismo priísta.

El clientelismo panista es más práctico, es simple compra de votos y es controlado desde el centro por medio de organismos fantasmas. Ese nuevo corporativismo panista, que se parece al sindicalismo blanco o empresarial, es la nueva base para afianzar el desmantelamiento del campo y el debilitamiento de las organizaciones campesinas e indígenas.

Aunque el balance de esta estrategia no es del todo halagüeño, sí es una tragedia para el campo, pues como nunca los recursos del gobierno para programas sociales se utilizan para asegurar el control político de los ciudadanos, quienes se convierten en “clientes” engañados por un gobierno empresarial que sólo beneficia a los grandes capitales y a sus socios en el poder.

EXTREMA POBREZA y “CUERNOS DE CHIVO”

  • Narcos, militares y talamontes en la Montaña de Guerrero

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tachinollan

En plena desolación montañera, los tejedores de palma, los tlacololeros y pastores de cabras –que nos rememoran a la Montaña descrita por Maurilio Muñoz de la década de los 60– hoy viven asediados por los hummers del Ejército que se estacionan en los lechos de los ríos para imponer la ley marcial.

Con el desmantelamiento de la economía comunitaria agudizado por la infertilidad de las tierras del tlacolol, que contrasta con los altos índices de nacimientos, ha emergido la generación de los transterrados, de los que cargan con el estigma del montañero en los campos agrícolas de Sinaloa y los que, en la Gran Manzana de Nueva York, luchan por reconstruir su comunidad perdida.

El policultivo mesoamericano devino en narcocultivo. Los instrumentos de labranza esperan dentro de las trojes derruidas, el retorno de los migrantes. En la nueva técnica del rayado, los cúter y las agujas forman parte de la narcotecnología a la que acceden los niños y las niñas en los filos de los cerros y se la apropian, sin necesidad de ir a las escuelas.

Mientras la Montaña agoniza por el saqueo de la madera, los camiones de los talamontes engruesan el cortejo fúnebre que cargan con la poca reserva boscosa y son los responsables de cavar la tumba de los tlacololeros. Con la tierra deforestada, los depredadores con licencia abren el camino a los nuevos “extensionistas” de la economía criminal que se encargan de introducir el maíz bola que florece con la hierba de la violencia fratricida. En medio de esta cosecha sanguinaria, el Estado afina su estrategia militarista para poner en la mirilla al movimiento de resistencia de los pueblos indígenas.

La cosecha del hambre, que llega a 400 kilos de maíz por hectárea en la temporada de lluvias, es el saldo de la violencia del Estado que se expresa en el alto índice de mortalidad infantil, en el analfabetismo que se eleva a 70 por ciento en Metlátonoc y Cochoapa el Grande, en los niños desnutridos que se enrolan desde los seis años como peones acasillados, en las esterilizaciones forzadas y en el consumo desmedido de los refrescos de cola, el aguardiente de pastilla y las cervezas.

El modelo de desarrollo capitalista en enclaves depauperados le ha hecho el milagro económico a la casta de empresarios y caciques, que gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) han logrado hundir hasta el hartazgo a los pueblos de la Montaña , militarizando sus territorios y permitiendo la proliferación de la siembra de enervantes en sus tlacololes.

En las cimas de los cerros dedicados a San Marcos, los sabios siguen entregando sus ofrendas a Tláloc, a pesar de que el maíz les llega de Estados Unidos. La entrada endemoniada del mayantli (el hambre), desde el domingo de carnaval hasta el día de san Miguel (el santo de la justicia y la fertilidad) obliga a las familias a echar mano del trabajo infantil, a vender a las pequeñas hijas y a sembrar en las barrancas el maíz bola. Ahora la miseria cabalga en la Montaña con sus cuernos de chivo.

Cuando el hambre con los deseos de justicia se juntan, no hay pueblo que se resigne a vivir de rodillas. Los Na savi y Me´phaa de la Montaña y Costa Chica, se han levantado del fango del oprobio para alzar su voz y blandir su acero en aras de la creación de un sistema de justicia y seguridad comunitarias.

El descrédito de las corporaciones policíacas y de los órganos investigadores del Estado ha robustecido su proyecto que nace de las asambleas comunitarias, donde el pueblo designa a sus mejores hijos para que se desempeñen como policías comunitarios. No basta conocer las leyes ni los tratados internacionales de los derechos de los pueblos; para los montañeros es imprescindible transitar al mundo de las armas a través de la licencia colectiva autorizada por la Secretaria de la Defensa Nacional (Sedena), para demostrar que son capaces de restablecer el orden sin causar daños a la sociedad.

Más de 600 policías comunitarios han logrado combatir al crimen organizado y han limpiado sus territorios de la siembra de enervantes, sin que el Estado haya aportado un peso del fondo de seguridad pública. En contrapartida, el Ejército Mexicano ha contado con todo el respaldo de la Presidencia de la República, para enfrentar con sus mejores armas a los cárteles de la droga y abatir la siembra de enervantes. Lo contrastante es que en los territorios ocupados por el Ejército sigue existiendo alta incidencia en el cultivo de enervantes, mientras que en los territorios resguardados por la Policía Comunitaria se ha logrado extirpar el cáncer de la delincuencia organizada.

En la Montaña, donde los patrullajes del Ejército son constantes, cohabitan impunemente el maíz bola, la extrema pobreza y los cuernos de chivo. En este desfiladero, la ley del Ak-47 retumba en los tlacololes queriendo matar la esperanza de los hijos e hijas de la lluvia y del fuego, que con el acero de su dignidad han repelido la violencia provocada por la militarización.

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