Usted está aquí: miércoles 9 de abril de 2008 Cultura Isocronías

Isocronías

Ricardo Yáñez

■ Quizá en agosto

Hace dos años que en el Palacio de Bellas Artes, Sala Manuel M. Ponce, presentamos un disco, Quizá en agosto, cuya producción nos llevó cerca o más de un año. Quienes participábamos éramos sobre todo amigos, pero también parientes (mi hermano Jaime, por ejemplo, que toca el arpa, la guitarra, la jarana y canta).

A la presentación acudieron, como público (y bueno, entre los músicos había gente de por sus lugares, pero no en todos los casos), de por lo menos los estados de México, Hidalgo, Jalisco, Guanajuato, Tlaxcala, Puebla, Veracruz, Oaxaca y Morelos, una dicha para todos nosotros.

El conciertito, que en su organización afrontó bastantes dificultades (el sonido estuvo listo un minuto antes de empezar, por decir lo más simple), corrió con suerte y no hemos encontrado a nadie a quien no le haya parecido de algún modo –está mal en mí decirlo, pero estaría mal, por lo que se refiere a los demás compañeros, callarlo– bastante fuera de lo común en calidad, calidez, ternura y fuerza.

He de decir que entre los músicos –ya, por comodidad, me conté entre ellos– del menor al mayor, quien esto escribe, nos llevábamos ¡cinco décadas! Hay un ejercicio al cual en estas páginas he aludido en otro momento, La fuente de la voz, que no obstante la sencillez de su propuesta resulta no tan fácil de resolver con sencillez. Acá, y a pesar de que uno de sus requisitos es formar un círculo y nos pareció mejor hacerlo en dos filas ante el auditorio, salió como ensayado, y la niña más pequeña, de seis, siete años, ya no recuerdo, ni siquiera lo conocía.

¿Por qué se me ocurre hablar de esto? Primero porque de propia pluma propiamente nunca he hablado. Segundo por el aniversario. Tercero porque me pidieron llevar (hoy, martes 8, que esto escribo) música ad hoc para un programa del Imer, Trovalada, y yo no sabía qué llevar cuando era tan fácil y, zas, que me acuerdo. Y sobre todo porque en apariencia, es decir, de manera pública, al disco no se puede decir que le haya ido muy bien; pero, he aquí la cuestión, de manera subterránea ha crecido: gusta, se hacen copias (se “quema”, vaya, no hay tos), sus canciones se cantan aquí, allá, en esos lugares (en El Nopal, de Tijuana, por ejemplo), y por la gente misma que participó, toda la cual (ahora sí me refiero preferentemente a los músicos) ha avanzado, ha destacado, es (ya lo era, pero no por tantos) muy querida. Y (chido) porque se lo encontraron ya pirata en Ciudad Neza.

 
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