Usted está aquí: miércoles 9 de abril de 2008 Política Betancourt como aporía

Arnoldo Kraus

Betancourt como aporía

Escribo estas líneas el 5 de abril. Aunque puedan ser un poco aventuradas debido a que el futuro de Ingrid Betancourt, la mujer cautiva de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), puede cambiar en cualquier momento, si es que acaso los raptores se apiadan de ella, no creo que hoy, 9 de abril, resulten anacrónicas.

Las reflexiones acerca de lo que sucede a otros seres humanos nunca deberían envejecer. Sabias las palabras de Edwin Burke: “Para que triunfe el mal sólo es necesario que los buenos no hagan nada”. Palabras sabias pero también frustrantes: las reflexiones de Burke, aunque viejas –murió hace más dos siglos– siguen siendo realidad cotidiana y espejo de las acciones de nuestra especie. El bien nunca triunfa. Hablar de gente buena es poco redituable, intrascendente e insulso. Del mal, salvo en los atrios, donde se predican las religiones, también se habla poco; su presencia en la mayoría de los quehaceres humanos lo ha convertido en costumbre.

Quienes cavilan en los límites del mal, filósofos, mujeres y hombres de la calle y humanistas, siguen enfrascados en esa polémica sin fin que intenta distinguir entre el “mal radical” de Kant, el “mal absoluto” que supera lo imaginado por el filósofo alemán, y el “mal por el mal”, del cual aún no se ocupan los textos filosóficos, pero que forma parte de muchos renglones de la condición humana contemporánea. Las tres formas del mal comparten común denominador: son insaciables.

Las acciones de las tortuosas y ultra abominables FARC del siglo XXI son buen ejemplo de ese mal que elude una definición inteligente y completa. La historia de Betancourt y del resto de todos los Betancourt innominados es buen ejemplo de la impotencia de la razón, de la inutilidad de las palabras de Burke y del mal sin sentido o del “mal por el mal”. El caso de la ex candidata presidencial y los intentos de diálogo entre algunos políticos y las FARC ejemplifican otros avatares: los significados del poder y de la aporía como elemento constante y definitorio de la condición humana.

Betancourt aparece en todos los medios de comunicación porque fue candidata presidencial de Colombia y porque su familia ha tenido la fuerza de movilizarse sin cesar para rescatarla. Tan sólo en Francia se han recolectado más de 600 mil firmas para liberarla. Si fuera mi madre yo haría lo mismo. Se calcula que hay aproximadamente otros 2 mil 800 Betancourt que no han alcanzado las primeras planas por apellidarse de otra forma. Quiero pensar que el presidente colombiano se ha puesto la camiseta de la pobre mujer enferma no sólo para ganar adeptos, sino también por solidaridad.

El affaire Betancourt también se ha convertido en una aporía. Aporía, explican los filósofos, es “una proposición sin salida lógica, una proposición lógica insuperable”; literalmente significa “sin camino”, “camino sin salida”. El caso de Betancourt es una aporía. El presidente francés Nicolas Sarkozy ha solicitado de Manuel Marulanda, líder de las FARC, que libere inmediatamente a la rehén colombo-francesa por lo que está dispuesto a enviar una misión para dialogar. Por su parte, el mandatario colombiano Álvaro Uribe se ha comprometido a suspender las operaciones militares para permitir que una misión médica atienda a la ex candidata presidencial; incluso ha propuesto intercambiar prisioneros: colombianos transmutados en farcianos por colombianos capturados por las FARC.

A pesar de que es obvio que lo que más importa es la vida de todos y todas los Betancourt, las buenas intenciones de los mandatarios confrontan sus conductas, éticas y no éticas, y su cuestionable quehacer político contra la crudeza, inhumanidad y nula representatividad de las FARC. Salvo por la liberación de seis rehenes a principios del año gracias a la intervención del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, solicitudes similares a las actuales han fracasado.

La propuesta, lamentablemente, carece de salida lógica: deja a muchas personas en el camino y subraya el poder y la sordera de las FARC, que si bien cuando nacieron, hace más de 50 años, lo hicieron para reclamar justicia, hoy son un engendro monstruoso donde confluyen demasiadas verdades siniestras e incontables intereses económicos. Es adecuado hablar con los miembros de las FARC porque se intenta salvar seres humanos. Es inadecuado apelar a ellos porque el acto les otorga poder y presencia.

El problema fundamental cuando se habla de Betancourt y de los otros Betancourt es que se habla de vidas humanas cuyo destino depende de muchos sinsentidos, algunos ocultos, la mayoría muy turbios e inmorales, todos nefandos. El problema brutal es que no hay con quién hablar. Como en tantas otras ocasiones Betancourt ilustra las tribulaciones de la razón y la vigencia del “mal por el mal”.

 
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