Usted está aquí: jueves 10 de abril de 2008 Opinión Navegaciones

Navegaciones

Pedro Miguel
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■ Doctor Merolico

■ El anuncio de Calderón

■ “Atrás de la raya...”

La noche del martes, Felipe Calderón dijo en cadena nacional: “La solución a los grandes problemas del país deben (sic) darse en el debate respetuoso, en el análisis sereno y objetivo, acerca de lo que sea mejor para México. La situación por la que atraviesa Petróleos Mexicanos ha sido materia de una amplia discusión en las últimas semanas y meses. Esta iniciativa recoge las principales inquietudes vertidas por la sociedad en esta deliberación”.

Define Mauricio-José Schwarz: “Un merolico es alguien que puede hablar durante larguísimo tiempo soltando un rollo asombroso, interesante, incluso apasionante... y absolutamente vacío [...] Hace promesas de maravillas sin fin que verá la gente en unos minutos, captura el interés de los peatones, habla de todo lo humano y lo divino [...] Pero en el intermedio, entre nada y nada, ofrece en venta algo (la crema de concha nácar, desparasitadores para las lombrices intestinales o curas para la memoria, como el Fosfovitacal y mejunjes similares) o incluso captura la atención del público con fines más directos”.

Del mensaje de Calderón: “Sí es posible fortalecer a Pemex y contar así con recursos para vivir mejor: más escuelas, medicinas, clínicas, hospitales, caminos, carreteras, puentes, agua potable, drenaje, electricidad, vivienda. Con la reforma, por ejemplo, tendríamos los recursos necesarios para crear preparatorias y universidades, a fin de que ningún joven mexicano se quede sin estudiar una carrera técnica o profesional por falta de oportunidades. Hay muchos jóvenes que no tienen espacio en la preparatoria o en la universidad y podemos arreglar este problema. Sí es posible que el petróleo siga siendo una palanca de prosperidad que nos permita superar definitivamente la pobreza y garantizar la educación y la salud de todos los mexicanos”.

Herófito Rodríguez Conde señala que el charlatán es un tipo “que habla mucho y sin sentido, o que habla sin discreción, o que es un parlanchín, hablador, cotorra, parlador, sacamuelas, embaucador, embustero, engañador, farsante, impostor, ladino, mentiroso, timador, baladrón, bocazas, buhonero, chicharra, engañador, facundo, gárrulo, histrión, indiscreto”, o bien un individuo “que nos quiere vender el remedio o la medicina a las muchas tribulaciones del cuerpo y el alma”. Y agrega: “pueden existir múltiples interpretaciones de la palabra y la figura del charlatán, pero podemos convenir su definición como la del sujeto que se toma las cosas serias a broma, sobre todo las que incumben o afectan los intereses fundamentales de la gran mayoría de los ciudadanos [...] a pesar y por encima de toda la ‘elevada’ investidura que se suele otorgar este tipo de personajes”.

El de Los Pinos, en su alocución de ayer: “El día de hoy, en uso de las atribuciones que me señala la Constitución General de la República, presenté ante el Congreso de la Unión una propuesta de reforma para aprovechar al máximo el potencial de nuestra industria petrolera y fortalecer a Petróleos Mexicanos”.

Claudia Agostoni recuerda que el término merolico deriva del apellido de Rafael Meraulyock o Meroil-Yock, un polaco que llegó a Veracruz en 1864 o 1865, y que “afirmaba ser un ilustre médico, un diestro dentista y poseer fármacos infalibles para todas las enfermedades conocidas y por conocer. Los habitantes del puerto, asombrados ante el ilustre médico, quien vestía una larga túnica ‘entre griega y oriental’, acudían a él en multitudes; el motivo: anunciaba ser el portador del famoso aceite de San Jacobo, un elixir infalible para ‘la curación de todos los flatos, dolencias, cólicos, malos humores, asperezas de la piel y hasta para la extirpación completa de callos y callosidades’”. Cuenta Francisco Flores, en su Historia de la medicina en México, que ya en la capital de la República, el doctor Merolico, “tirado en soberbia carroza y con acompañamiento de músicas, hacía extracciones de muelas, disparando al momento de hacer la operación, probablemente con objeto de sorprender al descuidado paciente para que sintiera menos el dolor”.

El martes, poco antes de que llegara al Senado la iniciativa calderonista, las representaciones del PAN y del PRI en esa cámara aprobaban un punto de acuerdo para respaldar el despliegue militar en Chihuahua, a pesar de las denuncias de violaciones a los derechos humanos perpetradas por uniformados en la entidad.

Hace año y medio, Juan Antonio Isla publicó en La Jornada Semanal la semblanza de un merolico que “llamó la atención por su disfraz, sus botas de charol, sus grandes mostachos, pero especialmente por el discurso en el que hilvanaba frases rotundas para persuadir sobre las bondades de su producto. El hablantín usaba gran cantidad de frases chistosas, pobladas de alimañas rastreras, para deshonrar a sus posibles competidores. En su diatriba acompañaba las palabras con el movimiento incesante de unas manazas enormes, y en sus ojos bailaban las pupilas como saliéndose de su órbita. Mientras tanto, una ardilla amaestrada recogía los óbolos de los incautos hipnotizados por la labia contumaz”.

Del mensaje en cadena nacional del martes: “La buena noticia, mexicanas y mexicanos, es que sí es posible aumentar la capacidad para encontrar nuevas reservas petroleras, que sí es posible ampliar la capacidad de producción de Petróleos Mexicanos en beneficio del país. Afortunadamente, tenemos la capacidad y el potencial para enderezar el rumbo”.

Schwarz cuenta que una vez, en la avenida de los Misterios, observó a un vendedor de concha nácar que decía: “Usted va a ver, usted va a mirar, usted va a observar, usted va a contemplar cómo esta víbora se va a poner rígida, totalmente tiesa, recta y derechita como una varita de nardo. Nomás le pido que se quede detrás de la raya, porque estoy trabajando; sí, señores, trabajando honradamente, con honestidad y dignidad aquí ante ustedes y su buena voluntad, para ganarme el pan para mis hijos, no como otros que nomás se aprovechan de la gente para robarles sus objetos invaluables de valor sentimental o emocional o económico”. Infiere el autor que el truco consistía en que, cuando el vendedor hacía esa recomendación, varios de ellos se llevaban la mano al lugar donde los guardaban. “Otro personaje, situado detrás, y del que quizá sólo por malpensado deduje que era cómplice del merolico, pasaba la vista sobre el grupo y seleccionaba a las presas más fáciles. Tres minutos después, el público babeaba fascinado por la verba del vendedor y ya todos se habían olvidado de la cartera o el monedero, lo que aprovechaba el presunto cómplice para pasar ágilmente, como pizcando algodón, zumbándose las carteras de los dos o tres que la tenían más a mano.”

Unos días antes de la presentación de la reforma energética, la Presidencia encargó a Juan Camilo Mouriño el trabajo de cabildearla ante “aproximadamente 300 personajes del ámbito político, empresarial y social”, consignó La Jornada en su edición del 3 de abril.

Ante el anuncio de protestas y bloqueos de las brigadas en defensa del petróleo, el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, declaró que la policía federal sería desplegada “donde tenemos identificadas áreas estratégicas que no se las puedo decir, porque le daría ventaja a los criminales” (sic), y el martes, la sede del Senado amaneció acordonada por efectivos antimotines provistos de vallas metálicas: atrás de la raya, por favor, damas y caballeros, que estoy chambeando. Y para que no le digan, que no le cuenten, puede usted ver los links en el blog de esta columna.

 
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