Usted está aquí: sábado 12 de abril de 2008 Cultura La Vía Apia, amenazada por los especuladores

■ Patrimonio de la humanidad

La Vía Apia, amenazada por los especuladores

■ Es el primer camino moderno del mundo

■ Su construcción fue determinante para el dominio romano del este del Mediterráneo

Peter Popham (The Independent)

Roma. Fue el primer camino moderno del mundo, que cruza como flecha desde la puerta Capena, en las murallas de Roma, hasta Brindisi, en la costa, a más de 500 kilómetros. Hoy, la Vía Apia está en el centro de un parque regional protegido por el ayuntamiento romano y por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Por lo menos, ésa es la teoría. Pero, aunque se ha convertido en un popular atractivo de fin de semana para romanos y visitantes, la Vía Apia se encuentra en problemas.

Hace 20 años el gobierno local promulgó una ley para protegerla, pero, pese a la clasificación de la UNESCO, lucha contra especuladores de bienes raíces, quienes apuestan a la probabilidad de que Silvio Berlusconi gane la próxima elección presidencial italiana y que su gobierno, como ocurrió en dos periodos anteriores, promulgue una condonación o amnistía a la construcción ilegal.

Dieciséis villas construidas en violación de la ley han sido condenadas y demolidas en el parque en los cinco años pasados, pero muchas han sobrevivido. Y la forma en que funciona la ley de amnistía plantea una vívida amenaza a la integridad del parque.

Durante la pasada amnistía dictada por Berlusconi, en 2003, se presentaron 90 mil solicitudes de regularización de inmuebles ilegales tan sólo en Roma. Pero los funcionarios encargados de atenderlas creen que una de cada tres se refiere a estructuras que aún no se construyen, lo cual permite a sus autores seguir adelante con la edificación, con la seguridad de que no se les impedirá. Fue la cuarta amnistía de ese tipo en muchas décadas.

Silenciosa apropiación

La construcción de la Vía Apia comenzó en 312 aC, y hacia 191 había alcanzado su objetivo: es prácticamente recta en todo su recorrido, y se erigió con grandes piedras, colocadas a corta distancia una de otra sobre una capa de grava para asegurar buen drenaje; era lo bastante ancha para permitir que una legión en marcha pudiese rebasar a otra. La construcción de la llamada “reina de los caminos”, como se le conocía, fue un paso clave hacia la dominación romana del este del Mediterráneo.

Muchos siglos de abandono acabaron con su eficiencia, pero realzaron el encanto de las secciones que permanecieron intactas. Hoy, la antigua superficie, que parece haber sido construida por gigantes, muestra combas y fracturas, que presentan una dura prueba a los ciclistas de montaña que la recorren los fines de semana.

La vía está flanqueada por altos pinos, castillos y villas en ruinas, así como mausoleos, muchos de gran antigüedad. En un día soleado de primavera es un lugar mágico. El primero que reconoció su importancia como legado histórico fue Napoleón, pero preservarla para el disfrute de los romanos ha sido una lucha cuesta arriba.

La campaña para conservarla fue emprendida en la década de 1960 por el periodista Antonio Cederna, quien dedicó su carrera a esa tarea. En un principio sólo se protegió una delgada franja a cada lado del camino. El entonces alcalde de Roma se puso al frente de la batalla en 1979, al proponer que la Apia se incorporara a un gran parque arqueológico que cubriera buena parte de Roma. Nueve años después se promulgó la legislación necesaria.

Para entonces, sin embargo, mucho de la Apia había sido invadido por inversores de la construcción: más de 90 por ciento se encuentra en manos privadas, y se ha vuelto una de las zonas residenciales más lujosas de la capital. Bajo presión para hacer del parque una realidad, el Ministerio de Cultura adquiere propiedades dentro de la zona cuando se ponen a la venta; sin embargo, los recursos de que dispone están severamente limitados.

Entre tanto, propietarios de predios ubicados dentro el parque mueven en silencio los postes de las alambradas para convertir sin permiso cisternas antiguas en albercas, adosan restaurantes a instalaciones cuya licencia original es sólo para vender plantas de jardín, y van destruyendo a mordiscos la integridad de la zona.

Una sección cercana a la antigua muralla de Roma es ahora una ruta alterna muy favorecida por los automovilistas que viajan a toda velocidad hacia la capital.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

 
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