Usted está aquí: sábado 12 de abril de 2008 Política “Me pregunto si hubiera podido hacer algo más por sus hijos”: Correa a deudos

■ El presidente ecuatoriano habló con padres de estudiantes muertos en ataque a las FARC

“Me pregunto si hubiera podido hacer algo más por sus hijos”: Correa a deudos

■ En San Ildefonso, el rector José Narro defendió el quehacer crítico de la UNAM

Blanche Petrich y Emir Olivares

Ampliar la imagen En la visita que realizó el presidente ecuatoriano a la UNAM, el rector José Narro señaló que esta casa de estudios no acepta el conformismo que admite la existencia de la pobreza y la injusticia En la visita que realizó el presidente ecuatoriano a la UNAM, el rector José Narro señaló que esta casa de estudios no acepta el conformismo que admite la existencia de la pobreza y la injusticia Foto: Notimex

El abrazo del pésame del presidente de Ecuador, Rafael Correa, a los padres de tres de los cuatro jóvenes muertos en el ataque militar de Colombia al campamento de las FARC en Sucumbíos se dio, finalmente, fuera de todo programa protocolario, en la privacidad de un salón del antiguo Colegio de San Ildefonso.

El encuentro tan esperado, que no pudo darse en Quito, ya que durante la estadía de las cuatro familias en esa ciudad el mandatario enfrentaba una emergencia por la inundación de casi la mitad de su país, ocurrió ayer por la tarde. Correa les dio trato de “compañeros” a los familiares en duelo. Antes, frente al pleno del Colegio, en presencia de centenares de universitarios y diplomáticos, expresó: “Verlos a ustedes aquí me llena mi corazón de dolor, de indignación; tal vez de preocupación al preguntarme si no hubiéramos podido hacer algo más para conservar la vida de sus hijos”.

Por su parte, José Narro, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) agradeció al presidente ecuatoriano la ayuda humanitaria que brindó su gobierno a los deudos “de estos cinco ciudadanos mexicanos, todos ellos jóvenes, todos ellos estudiantes, todos ellos afectados de la misma manera irracional; cuatro de ellos en su vida y una en su destino”.

El rector rechazó, una vez más, “la violencia, venga de donde venga” porque ésta –dijo– no puede imponerse “como método de lucha, como tampoco se acepta el conformismo que admite la existencia de la pobreza y la injusticia como parte irremediable de la realidad”. Narro Robles volvió a salir al paso a la campaña negativa que sufrió la UNAM a raíz de que se supo que eran universitarios los jóvenes atacados en el campamento de las FARC: “Somos y seguiremos siendo parte fundamental de la conciencia crítica de la sociedad”, refrendó. Sus palabras fueron saludadas con un sentido “goya” de las familias de las víctimas.

Al salir de esa breve reunión con el presidente Correa, los padres expresaron cierto consuelo. Álvaro González, padre de Juan González, dijo que “el simple hecho de darnos el pésame nos hizo sentirlo como gente de la casa”. Todos en el grupo coincidieron en declararse “satisfechos” con el mandatario visitante. No así con Felipe Calderón, quien por la mañana, en la reunión oficial de Los Pinos, había manifestado, por primera vez en persona, sus condolencias por la muerte de cuatro jóvenes en Ecuador.

“Fue muy tardío –dijo Javier Velásquez, hermano de Natalia– y fue bajo la presión que hemos hecho todo este tiempo”. Todas las familias coincidieron en que demandarán una audiencia con Calderón “para aclarar cómo están las cosas”. Marcelo Franco, padre de Fernando, sostuvo: “Y ahí veremos si realmente nos convence, o si simplemente fueron lágrimas de cocodrilo” sus palabras.

En un grupo compacto, los padres Álvaro González y Marcelo Franco; Ana María Ramírez y Javier, madre y hermano de Verónica, y María Álvarez, tía de Lucía Morett, llegaron hasta San Ildefonso y toparon con el Estado Mayor, que les negaba el acceso. Funcionarios de la rectoría de la UNAM abogaron en su favor y los introdujeron al recinto. Se colocaron en la parte alta del auditorio, exhibiendo una pequeña cartulina con una demanda: “Audiencia”.

Cuando Correa tomó la palabra, dirigió la mirada hacia ellos y les dedicó sus primeras palabras. Y a Lucía Morett, la sobreviviente del bombardeo, que todavía está en Ecuador, por temor a ser consignada por la PGR al llegar a México. “A Lucía la hemos tratado con toda la fraternidad de que somos capaces”.

La voz de Marcelo Franco se levantó en el auditorio: “¡Audiencia, señor presidente!”. No hizo falta más. El mandatario visitante respondió con sencillez, desde el podio: “Cómo no, con todo gusto”. Y concedió la audiencia, breve, pero intensa.

Cátedra desde la crítica al neoliberalismo

Rafael Correa, economista y ex profesor universitario, abrió su conferencia evocando el 68 en Tlatelolco y las aportaciones al pensamiento universitario de los ecuatorianos Agustín Cueva y Bolívar Echeverría, y exclamó: “¡No hay universidad sin rebeldía!” De ahí partió para hacer la reseña de lo que se ha hecho en su administración en los últimos 15 meses, periodo en el que ha logrado, dijo, “suficiente apoyo político para llevar a cabo una agenda nacional”.

Se refirió a las grandes líneas emprendidas en su gestión, en el contexto del objetivo de desarrollar lo que, como lo hace el presidente venezolano Hugo Chávez, llama el socialismo del siglo XXI. Con un estilo que lo coloca, sin embargo, en el extremo opuesto a su telúrico homólogo en Caracas, Correa habló más como académico, con marcado acento en cuestiones de técnica económica. Explicó su política de equidad tributaria, que levantó ámpula en la oligarquía local; de los acotamientos a la economía especulativa; la reducción de las tarifas eléctricas para los sectores populares, y de la reforma laboral que frenó la “mal llamada flexibilización laboral” que impusieron los gobiernos anteriores, vulnerando los derechos de la clase trabajadora.

Y como presidente de una nación petrolera, explicó su estrategia para lograr una “economía pospetrolera”, que no haga depender a su país de la extracción y venta del hidrocarburo, sino del desarrollo de otros sectores.

Acusado de ser “populista” por los conservadores –como sucede con sus homólogos, Chávez, Evo Morales y Cristina Kirchner–, el presidente ecuatoriano propuso: “Lo que debería atravesar el afán de los países de nuestra región es acortar la enorme brecha que existe entre la opulencia y la pobreza extrema”. Negó, por último, que su gobierno sea desestabilizador. “Por el contrario, somos un gobierno popular con una inmensa legitimidad.” Admitió, sin embargo, que su proyecto “quiere subvertir el orden que estuvo vigente durante la larga noche del neoliberalismo” para “reconstruir el deseo de saber que podemos soñar”.

Y el pueblo ecuatoriano, concluyó, después de 25 años y decenas de gobiernos inestables y conservadores, se ha dado cuenta “que las uvas no son tan amargas y que hay una luz al final del túnel”.

 
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