Usted está aquí: domingo 13 de abril de 2008 Cultura La poesía no es de todos los días: M. Antonio Campos

■ Bajo el sello El Tucán de Virginia presenta El forastero en la Tierra, que reúne toda su obra

La poesía no es de todos los días: M. Antonio Campos

Carlos Paul

La poesía de Marco Antonio Campos “es emotiva e inteligente. Ceñida y rigurosa, pero también diáfana; ausente por completo de la pirotecnia verbal y la retórica inextricable muy al uso de quienes confunden malabares con poesía y emoción”, escribió al respecto el escritor Juan Domingo Argüelles.

Ahora, por vez primera se reúnen en un solo tomo bajo el titulo El forastero en la Tierra (1970-2004), los seis volúmenes de poesía que hasta el momento Marco Antonio Campos ha publicado durante cerca de 35 años.

Dicho volumen integra los libros Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1989), Los adioses del forastero (1996) y Viernes en Jerusalén (2005), por el que fue galardonado en Madrid, España, con el Premio Casa de América de Poesía.

Campos tarda en publicar casi siempre entre cinco y seis años un libro, porque –explica el propio autor en entrevista– “creo que la poesía no es de todos los días. Si uno publica cada año un libro de poesía, se repetirá indefectiblemente”.

En su caso, añade, “suelo corregir mucho los poemas, lo que genera una especie de crítica del alma, pues al mismo tiempo que uno se va corrigiendo verbalmente, se va corrigendo a sí mismo; sin embargo, en general sigo siendo el mismo muchacho que a los 19 años escribió poesía y que a pesar de los cambios estilísticos que pueda haber, me parece que, como otros poetas, todo lo que he escrito conforma un solo libro”.

Distinguido con los premios Xavier Villaurrutia en 1992 y Nezahualcóyotl en 2005, Campos recuerda el epígrafe de su primer poemario: “De todo lo que se ha escrito amo únicamente aquello que el hombre ha escrito con su sangre” (Friedrich Nietzsche, Así hablaba Zaratustra).

En ese sentido, continúa el también narrador y ensayista, “estoy en favor de una poesía que hable de las emociones del poeta para emocionar al lector, que vaya del corazón del poeta al corazón del lector.

“No es que esté en contra de una poesía hermética o barroca, pero sin duda eso no nos permite ver bien a la persona que escribe, ni al mundo que describe”.

Campos prefiere también “una poesía con nombres propios, que identifique, que ubique.

“Si hablo de la ciudad de México, independientemente de lo que aborde el poema, trato de ubicar calles, comercios, busco hacer ciertas referencias para que se sienta que esa experiencia es única, en contraste por ejemplo, con la poesía neobarroca que, como la describe el maestro Bonifaz Nuño, parece una poesía intercambiable, cualquier poeta pudo haber escrito lo que escribió el otro”.

Un poeta, sostiene Campos, “debe individualizar al máximo su poesía, que parezca escrita por él y sólo por él. En un poema, además, independientemente que cuente una historia, tiene que haber también subtemas o referencias para que el poema no se entregue del todo. El poema siempre debe guardar un secreto, como decía Paul Valéry. Tiene que haber una armonía enigmática”.

Respecto a su función, “he hablado de una inutilidad práctica de la poesía, es decir, no va a derrocar un régimen ni va a hacer que una persona se convierta a otra religión, por ejemplo. Su labor es callada, secreta a lo largo de los años, que es la de irnos sensibilizando, otorgando mayor capacidad de imaginación”.

El maestro Marco Antonio Campos está orgulloso de ser traductor, en trabajos que figuran autores como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André Gide, Antonin Artaud, George Trakl (el que más lo ha influido), Roger Munier, Emile Nelligan, Gatien Lapointe, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli y Marc Dugardin, entre otros. Comentó que en este volumen de más de 400 páginas, publicado bajo el sello El Tucán de Virginia, en coedición con el CNCA, maneja temas como la infancia, el amor, la política, el tiempo y los viajes.

Hoy, uno de sus anhelos “es que con el tiempo, como quería Borges, alguien repita algún verso mío, sin que sepa de quien es”.

 
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