Usted está aquí: domingo 13 de abril de 2008 Opinión ¿La Fiesta En Paz?

¿La Fiesta En Paz?

Leonardo Páez
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■ Guillermo Martínez, encontrar el arte

Ampliar la imagen Los toreros podemos ejecutar series de pases, pero cuando entramos en contacto con el arte cada serie se transforma en sucesión rítmica y cadenciosa de trazos, expresa con pasión el tapatío Guillermo Martínez. Arriba, los toros sudcoreanos Gaesomun, a la izquierda, y Lion Los toreros podemos ejecutar series de pases, pero cuando entramos en contacto con el arte cada serie se transforma en sucesión rítmica y cadenciosa de trazos, expresa con pasión el tapatío Guillermo Martínez. Arriba, los toros sudcoreanos Gaesomun, a la izquierda, y Lion Foto: Ap

Cuando parecía que en este México taurino la marginación de nuevos valores continuaría haciendo presa de jóvenes capaces de renovar la fiesta taurina, surge un torero tapatío que, merced a su esfuerzo y notables cualidades, comienza a dar de que hablar: Guillermo Martínez.

Convencido de que los toreros, si pretenden ser artistas, deben estar en contacto permanente con el arte, Guillermo confiesa: “Lo que pasa es que los toreros no habíamos reparado en ello, como sí lo han hecho otros que son representantes de las diferentes manifestaciones de las bellas artes, de que necesariamente debe existir una relación entre lo que uno representa como artista y las diferentes expresiones del arte, como la música, la pintura, la escultura, el teatro, la literatura, la poesía, el ballet, etcétera. Nos habíamos encerrado en nuestro mundo y nos limitábamos a ser sólo hacedores de faenas, que podían ser buenas técnicamente, pero a las que faltaba el ingrediente que da el arte para nutrir el espíritu y trascender, porque todo artista, si de verdad lo es, necesita trascender.

“Cuando con compromiso y disciplina el torero establece contacto permanente con las bellas artes –añade elocuente Martínez– adquiere otra dimensión en su tauromaquia. Cuando uno entra en contacto con la música, la poesía, la pintura, descubre algo tan importante como el ritmo y la composición.

“Decía Rubén Darío que los poetas siempre andan en busca del ritmo, y yo añadiría que no sólo los poetas, sino todos los que tenemos la bendición de crear y expresar. Los toreros podemos ejecutar series de pases, pero cuando entramos en contacto con el arte cada serie se transforma en sucesión rítmica y cadenciosa de trazos que vamos dejando en el redondel, y cada trazo se convierte en una efímera escultura que halaga no sólo a la vista por su estética, sino fundamentalmente porque trasciende gracias al poder del sentimiento que le damos los toreros, y es cuando el público se conmueve y se excita, porque ha hecho propia nuestra creación y se siente parte de ella.

“El arte es luz que ilumina; no pudo haberme sucedido nada mejor que encontrarme con el arte, creo que eso es lo que siempre estuve buscando y desde que lo percibí no quiero dejarlo; es algo que te hace sentir libre y te ilumina en lo que haces a lo largo de la vida”, concluye inspirado y esperanzado Guillermo Martínez.

 
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